La escena es fácilmente imaginable. Ha debido suceder después del mensaje anual del 15 de enero. Allí el Presidente ofreció construir 150.000 viviendas en 2011, y 200.000 en el año 2012. Eso significaba 350.000 en los próximos 22 meses. Mucho más que las construidas por el gobierno en estos doce años.
Dijo el Presidente en la Asamblea Nacional que ese plan era “muy agresivo”. Hasta prometió trabajar junto con gobernadores y alcaldes. Para “levantar” la producción de arena, piedra picada, cemento. El Presidente no se quedó allí. Agregó que se aumentaría la producción de todos los insumos de la construcción. Y para remate anunció la reducción de costos y de precios.
Alguien ha debido explicarle al Presidente que esas 350.000 viviendas era una oferta “difícil” de cumplir. Nadie en su “sano juicio” se enfrenta con el Presidente. El lenguaje debe ser poco preciso. Los asesores se limitan a poner los datos sobre la mesa. De manera que se entendiera que será poco probable que se puedan construir todas esas viviendas en los próximos años.
Quizás algún funcionario del Alto Gobierno le recordó al Presidente que era muy riesgoso que en año electoral la oposición tuviera una meta tan precisa para hacer seguimiento de la gestión. A medida que se acercara la elección presidencial se haría más evidente la desproporción entre la oferta y la realidad. Es obvio que el actual gobierno no podrá aumentar casi diez veces las viviendas que construye por año. Todas las fallas de política imaginable las presenta el gobierno. Una economía que no crece y tiene alta inflación. Un clima de negocios de los peores del mundo. Un deterioro del salario de la población formalizada. Un marco que promueva más bien la economía informal, antítesis para el financiamiento del mercado de viviendas. No hay que ser muy perspicaz para entender que esa promesa era muy peligrosa para el gobierno. Lo pone de frente con la abismal incapacidad que ha demostrado en esta área.
Pero el Presidente no ha debido dar su brazo a torcer. Las razones técnicas de su equipo las ha debido confrontar una a una. Que si viene un aumento de los precios del petróleo. Que con esos recursos se puede financiar la Misión Vivienda. Que la economía se recuperará y por ende se abrirán nuevas posibilidades para involucrar al sector privado.
Y es acá que el Presidente tiene un arrebato de originalidad. Antes que ofrecer viviendas para un período en el cual sería responsable, el Presidente se va de una vez hasta el año 2017. Promete 2 millones de viviendas. Para ser construidas en su “nuevo” gobierno. De manera que se mete de una vez en la campaña electoral y deja sin efecto la anterior promesa. La “revolución” debe estar muy mal para mantenerla con promesas. Lo que no parece creer el Presidente es que sus promesas cada día valen menos, la magia se acabó.
Dijo el Presidente en la Asamblea Nacional que ese plan era “muy agresivo”. Hasta prometió trabajar junto con gobernadores y alcaldes. Para “levantar” la producción de arena, piedra picada, cemento. El Presidente no se quedó allí. Agregó que se aumentaría la producción de todos los insumos de la construcción. Y para remate anunció la reducción de costos y de precios.
Alguien ha debido explicarle al Presidente que esas 350.000 viviendas era una oferta “difícil” de cumplir. Nadie en su “sano juicio” se enfrenta con el Presidente. El lenguaje debe ser poco preciso. Los asesores se limitan a poner los datos sobre la mesa. De manera que se entendiera que será poco probable que se puedan construir todas esas viviendas en los próximos años.
Quizás algún funcionario del Alto Gobierno le recordó al Presidente que era muy riesgoso que en año electoral la oposición tuviera una meta tan precisa para hacer seguimiento de la gestión. A medida que se acercara la elección presidencial se haría más evidente la desproporción entre la oferta y la realidad. Es obvio que el actual gobierno no podrá aumentar casi diez veces las viviendas que construye por año. Todas las fallas de política imaginable las presenta el gobierno. Una economía que no crece y tiene alta inflación. Un clima de negocios de los peores del mundo. Un deterioro del salario de la población formalizada. Un marco que promueva más bien la economía informal, antítesis para el financiamiento del mercado de viviendas. No hay que ser muy perspicaz para entender que esa promesa era muy peligrosa para el gobierno. Lo pone de frente con la abismal incapacidad que ha demostrado en esta área.
Pero el Presidente no ha debido dar su brazo a torcer. Las razones técnicas de su equipo las ha debido confrontar una a una. Que si viene un aumento de los precios del petróleo. Que con esos recursos se puede financiar la Misión Vivienda. Que la economía se recuperará y por ende se abrirán nuevas posibilidades para involucrar al sector privado.
Y es acá que el Presidente tiene un arrebato de originalidad. Antes que ofrecer viviendas para un período en el cual sería responsable, el Presidente se va de una vez hasta el año 2017. Promete 2 millones de viviendas. Para ser construidas en su “nuevo” gobierno. De manera que se mete de una vez en la campaña electoral y deja sin efecto la anterior promesa. La “revolución” debe estar muy mal para mantenerla con promesas. Lo que no parece creer el Presidente es que sus promesas cada día valen menos, la magia se acabó.
Politemas, Tal Cual, 23 de febrero de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario