Entre 1999 y 2011, el presidente Chávez ha dirigido el gobierno más largo en la historia republicana, después del presidido por el general Juan Vicente Gómez. Tiempo suficiente para evaluar si las líneas del progreso del país están bien encaminadas. Para identificar si estamos transitando las opciones que nos llevan a construir una democracia moderna, capaz de garantizar progreso y bienestar para todos los venezolanos.
Una somera mirada a las perspectivas del país en estos días no resulta halagadora. La aprobación de las leyes a finales del año pasado, a través de un proceso atropellado, distante de la consulta y la participación republicana, dejan signos evidentes de que nuestra democracia no goza de buena salud. A las fallas de no contar con un equilibrio de poderes, con el respeto estricto a los derechos humanos, con un sistema electoral equitativo, se suma ahora la construcción de instituciones (dentro de ellas, por ejemplo, las derivadas del Poder Comunal) que vulneran lo establecido en la Constitución de 1999.
También es cuesta arriba el panorama social y económico del país. Entramos al tercer año de una economía en recesión, con toda la afectación en la calidad del bienestar que ello implica, y con la ausencia de una política de crecimiento sostenible, promotora de la inversión. Sumemos a ello las dificultades en el ámbito social, con la caída en la cobertura de las Misiones, con falta de discusión sobre su calidad, con fallas evidentes en la prestación de servicios públicos, y con un clima de inseguridad que trastoca en todo sentido el quehacer de los venezolanos.
Si se pudiera identificar un aspecto sobre el cual pudiéramos centrar las bases de un acuerdo posible para enrumbar las cosas, es evidente que la calidad del empleo sería un buen candidato. Crear empleo exige que estén dadas las condiciones para emprender, sea en forma de empresas, o en forma de grupos especializados. Se requiere respeto a la propiedad y a las inversiones, pensar en horizontes largos, atender al ámbito nacional e internacional. Pero también presupone preocuparse por la protección del empleo y de los beneficios que se derivan. Es decir, lo que decidamos hacer con el empleo es una buena muestra de si somos capaces de crear un ambiente propicio para el progreso sostenible.
Lamentablemente, el tema de la creación del empleo ha estado ausente en los doce años últimos años en el gobierno de Venezuela. En el discurso de toma de posesión del actual Presidente, en 1999, no se encuentra ninguna mención a la creación de empleos. Mucho menos de empleos de calidad. Tampoco se menciona la creación de puestos de trabajo. Sólo existe mención a “buscar empleo”. Los gobiernos, todo lo contrario, deberían promover la creación del empleo.
Se pudiera esperar que este período de doce años ha sido suficiente para que la importancia de la creación de empleos haya llegado a la élite gobernante. No ha sido así. En su último discurso de informe anual, el pasado 15 de enero, el Presidente tampoco mencionó ni una vez la palabra “empleos”, ni “puestos de trabajo”. Las veces que se refirió al “empleo” (9 en total), así, en singular, fue para caracterizarlo, para hablar de él. No para decirnos cuántos empleos se han creado en el país en su administración.
No podemos aspirar al desarrollo sin que definamos una estrategia donde el empleo sea fundamental. En este momento, al igual que en los últimos doce años, marchamos en la dirección contraria a la creación de empleos de calidad.
Columna de Acuerdo Social, Últimas Noticias, 6 de febrero de 2011
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