En 1999 el gasto del gobierno venezolano representaba el 25% de toda la economía. En 2012 el gasto del gobierno representó 40%. Esto significa que el gobierno no solo ha aumentado su presencia, en términos de las empresas que ha nacionalizado, sino que los recursos que asigna han alcanzado una de las mayores proporciones en la Región. En estos quince años las dimensiones del Estado venezolano no han hecho sino crecer.
Que el tamaño del Estado haya aumentado no ha traído más bienestar a los venezolanos. Todo lo contrario. Hoy tenemos una de las economías más distorsionadas del mundo. La inflación es la más alta de América desde 2007, y es muy probable que este año se alcance la tasa de inflación más alta de los países de la OPEP, y con toda seguridad figuraremos entre las más altas tasas de inflación de todo el planeta. Por otra parte, la tasa de crecimiento económico ha sido más bien mediocre en estos quince años. Y si a eso le sumamos que producimos menos manufacturas no queda duda del bajo desempeño de la economía. Todo lo cual trae deterioros significativos en la vida concreta de los venezolanos.
También este Estado inmenso ha asignado grandes cantidades de recursos que no han tenido contrapartida en resultados en las distintas áreas de la gestión de servicios públicos. Sirva para ilustrar el aumento de la violencia y la criminalidad, sin que se puede constatar que la asignación de recursos ha tenido impacto en la organización de las policías, en la prevención del delito, en la mejora del sistema penitenciario. Nada de eso.
Tampoco se ha destacado la gestión por la mejora en las condiciones de salud. Tenemos los peores indicadores de la región en la atención de los problemas de salud materno-infantiles, o de las enfermedades crónicas, solo por mencionar unas pocas áreas. Si a ellos agregamos que la reforma del sistema de pensiones tiene 12 años de mora, y que los programas de atención social no son considerados como de real protección social, quedan más claras las carencias de la acción pública. Y si se examina la situación educativa, especialmente por las restricciones en la calidad de las escuelas públicas, quedan muy evidentes las grandes limitaciones para incorporar a la gran mayoría de la población a los beneficios de una sociedad productiva.
Todo lo anterior demuestra, aunque los casos se pueden multiplicar, que la efectividad del Estado no tiene que ver necesariamente con la cantidad de recursos que maneja. Muchas veces las fallas del Estado lo que hacen es conspirar contra la calidad de los servicios que debe prestar. En esa empedernida creencia de que un Estado grande es sinónimo de éxito hay que colocar gran parte de la explicación de las penurias actuales de los venezolanos. Tenemos un Estado grande, hipertrofiado, incompetente. Es un Estado con pies de barro.
Politemas, Tal Cual, 27 de noviembre de 2013
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