Todo indica que la crisis del país se profundiza. Aumentan las colas, los precios suben todos los días, los indicadores de la economía son peores a medida que se acerca el fin de año. En todas las áreas de la gestión pública lo que existe es deterioro. Pareciera que el gobierno ha decidido, sencillamente, no hacer nada. No se recuerda otro período en la historia del país en el que el gobierno tuviera una menor capacidad para ejecutar políticas adecuadas. En la práctica se observa un gobierno paralizado, sin iniciativa, en completo estado de shock.
Varios factores han llevado a esta situación. El primero de ellos es la capacidad gerencial del Alto Gobierno. No se aprecia un gobierno que tenga habilidades para establecer prioridades, con conocimiento de los problemas, que sea capaz de convocar personas e instituciones para escuchar ideas y alternativas. Todo lo contrario, se observa un gobierno empecinado, sin autocrítica, alejado de las realidades de los ciudadanos, que huye de las situaciones dramáticas que confronta el país. En esas condiciones, obviamente, es poco probable que el gobierno inspire la menor confianza, incluso para los que están dentro de él.
El segundo factor es consecuencia del anterior. Sin un liderazgo claro, compiten diferentes visiones y grupos dentro del gobierno. Cada uno de ellos intenta tomar las mejores posiciones. Ante la inacción, aparecen nuevos grupos, cada uno de ellos tratando de definir una línea de acción. Pero dado que no hay forma de dirimir las alternativas, se terminan concentrando en la pugna interna. En otras palabras, los vacíos de liderazgo en el gobierno terminan impulsando una multiplicidad de instancias, cada una de ellas sin posibilidad de articular políticas. Se instala un círculo vicioso que dificulta las alternativas. Esta pareciera haber sido una tendencia constante desde la elección presidencial de abril de 2013. Todas las opciones asomadas para cambios en la política económica se han evaporado en ese mar de pugnas intestinas.
Y el tercero es de lo más significativo. Se trata de aquellos actores que se benefician con el “status quo”. Es decir, que son beneficiarios directos de todas las distorsiones para la fijación de precios, de manera que pueden tener acceso a divisas a un precio para transarlas a otro precio que puede ser 100 veces superior. Para todos estos actores la consigna es prolongar esta situación lo más que se pueda, para aprovechar, prácticamente expoliar, todas las divisas posibles.
En tales condiciones no es posible gobernar. Esto es, conducir a un país de la mejor manera en condiciones adversas como las actuales. El gobierno queda entonces como una entidad distante, lejana, identificada como la causa de los problemas que padece la población. Es por ello que empieza a tomar fuerza la necesidad de sustituir esa forma de gobernar. Y eso es justamente lo que está ocurriendo. Cada día es más obvio que los gobiernos en estado de shock deben ser sustituidos. Y para eso millones de venezolanos acudirán a las mesas electorales el 6 de diciembre.
Politemas, Tal Cual, 23 de septiembre de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario