Para un gobierno que tiene nueve años reduciendo los espacios democráticos de Venezuela, ha debido ser una gran sorpresa encontrar que hay instituciones que no se doblegarán tan fácilmente. Instituciones que no tienen concesiones con fecha de expiración. Instituciones que cuentan con órganos de cogobierno y alternabilidad. Instituciones en las que prevalece el diálogo y la discusión. El gobierno del presidente Chávez ha topado con las universidades.
Maniatar a los partidos políticos opositores fue relativamente sencillo. Ayudó el inmenso desprestigio de muchos de ellos, así como la prohibición de recibir recursos públicos para su financiamiento en la Constitución de 1999. Para un gobierno que controla la riqueza petrolera a su antojo, es claro que dejar a los partidos políticos sin recursos públicos era colocar una losa demasiado pesada sobre ellos. Tan pesada ha sido que los partidos políticos opositores son estructuras anémicas, sin mayor incidencia en la realidad concreta del país.
Controlar los poderes públicos exigió un poco más de esfuerzo. Una Asamblea Nacional Constituyente elegida sin respetar la composición de electorado, sumado a la jugada política de poner en suspenso la Constitución de 1999 y proceder al nombramiento de todos los poderes públicos sin tomar en cuenta lo estipulado, fue suficiente para lograr el “pleno respaldo” de todos los poderes a los designios del Ejecutivo.
Limitar el rol de los gobernadores, tanto los oficialistas como los opositores, fue el resultado de una política de “ahogo fiscal”. No transferir los recursos necesarios iba acompañado de la correspondiente dependencia del favor presidencial. Lograr el control del poder electoral requirió la complacencia del Tribunal Supremo de Justicia, así como la incorporación de prácticas contrarias a la transparencia del registro de votantes y al respeto a la voluntad del elector.
El sector militar y la tecnocracia petrolera requirieron la implementación de sendas purgas. Los planteamientos contrarios a la política del gobierno en estas instituciones, hechos normales en anteriores administraciones, fueron tomados por signos intolerables de oposición. Las consignas de una Fuerza Armada y una industria petrolera “roja rojitas” se hicieron práctica común mucho antes de las elecciones de 2006.
La espada de Damocles de las concesiones del espectro radioeléctrico ha pendido sobre los medios de comunicación audiovisuales. El cierre de RCTV ha sido un paso extremo en esta política, pero es evidente que muchos medios han optado por no complicarse mucho la vida y sobrevivir. En el caso de los medios escritos las continuas querellas judiciales, multas y amedrentamientos han estado a la orden del día.
En todos los casos anteriores tenemos al menos dos características significativas. La primera de ellas es todos estos sectores pueden ser intervenidos a través de decisiones del Ejecutivo sin mayores costos políticos. Sea a través de mecanismos regulatorios, sea a través métodos reñidos con la vocación democrática. La segunda característica es que los actores desplazados podían ser etiquetados como defensores del “antiguo régimen”.
Todo lo anterior no aplica para las universidades autónomas. Sin embargo, el gobierno indicó claramente sus pretensiones de controlarlas. Amparado en el apoyo de grupos estudiantiles oficialistas, el propio presidente Chávez anunció su próximo objetivo político.
Las universidades autónomas tienen muchas décadas seleccionando sus autoridades. Tienen sus propios órganos electorales. Para ascender en la jerarquía universitaria, aparte de las condiciones académicas se requiere conquistar el favor de profesores y estudiantes. De manera que no es posible para el actual gobierno modificar estas pautas sin violar flagrantemente la Constitución y las leyes de la República e incurrir en incalculables costos políticos. Para remate los líderes del movimiento estudiantil apenas llegan a los veinte años. No tienen ninguna herencia que esconder. Ofrecen al país la posibilidad de innovar.
El gobierno autoritario e incompetente del presidente Chávez se ha encontrado con la fuerza de las universidades en un momento político caracterizado por ansias de libertad y liderizado por la juventud. Es evidente que el gobierno tiene razones para estar tan nervioso.
Politemas, Tal Cual, 13 de junio de 2007
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