Érase una vez un gobierno que procedió a nacionalizar los servicios de salud, incluyendo los hospitales. Tal gobierno creía que la salud debía manejarse desde Caracas, desde las oficinas del ministerio del área. La progresiva adscripción de los ambulatorios, dependientes de las municipalidades, fue extendida a todos los hospitales. En un plazo de menos de diez años el país dejó de tener ambulatorios y hospitales locales para tener ahora servicios nacionales. Ese gobierno fue militar y represivo. Eliminó la democracia y persiguió a la oposición. Clausuró medios de comunicación y acabó con los partidos políticos democráticos. Era el gobierno del general Marcos Evangelista Pérez Jiménez.
Vino la democracia. Se realizaron ensayos para acercar la gerencia de los servicios a las condiciones locales. Tuvimos los denominados Servicios Coordinados de Salud. Pero la decisión siempre emanaba del ministerio. Los gobernadores eran nombrados por el Presidente de la República. No teníamos alcaldes. Los Directores Sub-regionales de Salud eran nombrados desde Caracas. Debían responder primero a quien los nombraba. Atender los problemas de la población no era la primera consigna, mucho menos la primera práctica.
Pero la organización de los ciudadanos insistió en la necesidad de cambiar. Combinando la presión de la gente y dentro de los espacios de negociación de un sistema político ciertamente en crisis, surgieron alternativas. A finales de 1989 el país produjo un nuevo cuadro político. Elegimos gobernadores y alcaldes. Se había generado el cambio político e institucional más profundo de la segunda mitad del siglo XX. Los venezolanos configuramos nuevos espacios para la participación política, para la gestión pública, para acercar el gobierno a la gente, para recrear la democracia.
En el corto período de diez años muchos sectores de políticas públicas pasaron a manos de gobernaciones y alcaldías. No solamente fue la cantidad de recursos, también fue clave la innovación en procedimientos. Es verdad que no todo fue positivo. Hubo resistencias, ausencia de regulación, falta de transparencia, debilidades en la ejecución. Sin embargo, el balance fue positivo. La población se apropió de sus nuevas instituciones. Se hizo más crítica, más directa. Más importante aún, tuvimos mejoras en el bienestar, la calidad y cobertura de los servicios aumentó. Las posibilidades estaban allí. Para avanzar.
Hasta que llegó el gobierno del Gran Centralizador. Desde 1998 no ha habido más avances en el desarrollo del Estado Federal Descentralizado que establece la Constitución de 1999. Los últimos acontecimientos han dejado claro que tal concepción constitucional se aprobó en contra de la opinión del gobierno. El desempeño del actual gobierno ha evidenciado que no cree en la distribución de poderes ni en la coordinación de esfuerzos e instituciones, que tiene una sola verdad y que trata de imponerla a todos sin mayores contemplaciones.
En estos nueve años del gobierno del Gran Centralizador pudieron persistir las gobernaciones y alcaldías. Pero habiendo llegado a esta nueva fase del autoritarismo, es claro que tales instituciones no son compatibles con la intención y praxis del gobierno. La creación de opciones controladas desde el gobierno central, como los Consejos Comunales, no son sino expresión concreta de que estamos en nuevo escenario político-institucional. Todos los hilos el poder deben ir al Gran Centralizador.
La aprobación por parte del presidente Chávez de la Ley de Salud y del Sistema Público de Salud, específicamente en lo que respecta a la anulación de la descentralización de los servicios, es un paso de la mayor relevancia en el desarrollo de este proyecto autoritario. Al aprobar esta Ley el gobierno está vulnerando uno de los más caros principios constitucionales. Habrá dejado sin efecto una de las conquistas más preciadas de la democracia venezolana en la segunda mitad del siglo XX. También habrá dejado a millones de venezolanos sin la posibilidad de acceder a servicios directamente a través de sus gobernantes regionales y locales. Habrá cerrado aún más las puertas para la participación y el debate. Habrá conquistado lo que siempre ha querido ser: el Gran Centralizador.
Politemas, Tal Cual, 9 de mayo de 2007
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