En la época de la “revolución bonita” los venezolanos se han visto obligados a emigrar, aún más. El deterioro de las condiciones de vida en los últimos treinta años, sumado al clima de inestabilidad política y económica, ha forzado a muchos venezolanos a buscar nuevos horizontes. Ambientes más adecuados para la prosperidad y la tranquilidad, personal y familiar, así como para la educación de los hijos.
En el gobierno del presidente Chávez esa tendencia se ha intensificado. La animadversión a la inversión privada, sea nacional, sea internacional, es muchas veces el catalizador de la partida. Para venezolanos profesionales, ansiosos de vincularse al mercado de trabajo, con formación especializada o no, las alternativas se reducen. Muchos optan por probar en otra parte. Tienen en su poder muchas capacidades apreciadas: buena formación, curiosidad, simpatía, actitud para resolver. Para los que tienen empresas, las posibilidades pueden ser mayores.
Pero no sólo ha sido el clima de negocios. También ha sido la tranquilidad personal. En los años de la “revolución bonita” han aumentado los asaltos, los homicidios y los ataques a la propiedad. Para aquellos que tienen posibilidades de comenzar su vida en otra parte, este factor también pesa a la hora de la decisión.
La arremetida del actual gobierno contra el empleo profesional también influye. Baste con recordar la salida de 20.000 profesionales de PDVSA, sumado a la ola de estatizaciones de los últimos años. Para esos venezolanos, con formación calificada en cualquier parte del globo, las ofertas suelen ser interesantes. Especialmente si las comparan con el desempleo o el trabajo poco calificado.
También tenemos los perversos incentivos para aquellos que laboran el sector público. Sólo con citar el ejemplo de los médicos ya tenemos. Los sueldos de Barrio Adentro son tres o cuatro veces superiores a los de los médicos en los hospitales del Ministerio. La decisión para un médico recién graduado es sencilla: opta por mejores condiciones para su formación de postgrado fuera del país. Más de 2.000 médicos, con la mejor formación en la historia de la medicina venezolana, salieron por Maiquetía. Muchos postgrados están cerrando sus puertas.
Todo lo anterior ha generado una nueva cultura de relación con el resto del mundo. Es frecuente tener familiares que se van. Es frecuente saber de amigos que se van. También pasa que los hermanos (lo que viven allá y los que viven acá) se ven menos, cada cinco o diez años. También sabemos de los que se van y regresan. No es fácil integrarse a una nueva cultura.
Algunos vienen con más frecuencia. Sea por razones familiares o de trabajo. Un familiar fue asignado a otro país. Otros “están cerrando cosas”. Vienen una semana. Luego vienen otra. Es muy probable que les cueste cerrar definitivamente. En realidad, no quieren cerrar nada. Quieren todo abierto, como debería ser.
De manera que en cualquier aeropuerto uno se puede encontrar con algunos de estos venezolanos. Maiquetía siempre está cerca. A pocas horas. Siempre se comienza por la típica frase: “ y tú, ¿dónde estás?”. El que hace la pregunta ya no sabe si la gente viene o va. Por eso la respuesta tiende a ser bien expresiva “estoy aquí, estoy allá”. Muy venezolano, muy de verdad. Especialmente porque la respuesta se dice a 10.000 metros del altura, en un avión. Con lo cual queda claro que “aquí” es donde estamos “todos juntos ahora”.
Más pronto que tarde llegará un gobierno que considere a los que viven “aquí” y a los que viven “allá”. Que considere a cada uno de ellos como una posibilidad, como una oportunidad. Será entonces un gobierno de todos.
Politemas, Tal Cual, 16 de abril de 2008
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