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miércoles, 16 de diciembre de 2015

La "revolución" anti-industrial

El llamado “socialismo petrolero” se basa en el control de la riqueza de la sociedad por parte del gobierno. El poder político se consolida solamente cuando aniquila la diversidad en la producción. Es por ello que el actual gobierno no puede concebir que la riqueza sea creada por sectores distintos a los que detentan el poder político. 

El credo anterior no es nuevo en la historia. Ya los países mercantilistas lo profesaban. Los grandes imperios, que dieron pie a las grandes monarquías absolutistas, se basaron justamente en esa premisa. Todo el control para el Estado, mejor dicho, para el monarca de turno. De allí es probable que también provenga esa desmedida pasión por la reelección continua y la moda de mencionar tanto a los reyes.

Los mercantilistas fundamentaron la riqueza en la explotación de bienes primarios, generalmente de origen minero. América Latina fue escenario para el auge de minas de oro, plata y otros minerales. Pero el mercantilismo llevaba en su esencia el germen de su debilidad. La aparición de la revolución industrial, basada en la posibilidad de crear nuevos productos a partir justamente de materias primas, colocó en ventaja a aquellas economías que fueran productivas, que generaran riqueza a través de nuevas combinaciones.

El gobierno del presidente Chávez nos ha devuelto a la visión improductiva que prevaleció en el mercantilismo. Antes que crear, el actual gobierno prefiere regresar a la dependencia de las materias primas, de la cual, por cierto, nos habíamos comenzado a separar.

De acuerdo con el reporte de la CEPAL, “Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, Tendencias 2007”, publicado la semana pasada, en el año 2005 las exportaciones venezolanas de bienes industrializados representaron el 11,3% del total de exportaciones. Esa proporción es la más baja en la serie analizada, la cual abarca el período 1970-2005.

En 1970 las exportaciones venezolanas de bienes industrializados alcanzaban el 30% del total de exportaciones. Quince años más tarde se alcanzó la proporción más alta en el período, 50,8%. A finales del segundo período del presidente Caldera, 1998, poco más de la mitad de las exportaciones venezolanas eran de bienes industrializados, exactamente 50,2%. 

El propio discurso oficial señalaba en las Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007 que: “la política económica estimulará, el desarrollo de procesos de producción aguas abajo, la creación de un tejido de relaciones intersectoriales, que integre la economía interna y genere crecientes niveles de valor agregado, del más alto valor tecnológico y de la mayor competitividad internacional”. Tal como señalaremos a continuación, tal orientación económica ha brillado por su ausencia. Venezuela vive una época oscura en su capacidad de generar valor agregado y alto valor tecnológico.

La proporción de exportaciones venezolanas de bienes industrializados disminuyó a menos de 40% en el año 2000. Para el año 2002 la proporción había bajado a 20%. Entre 2002 y 2005 se había reducido nuevamente a la mitad. En términos absolutos las exportaciones de bienes industrializados apenas superaron los 6.000 millones de dólares en el año 2005. En 1998 ya se encontraban en 8.500 millones de dólares.

Si analizamos la calidad de las exportaciones de bienes industrializados, encontramos que en 1998, el 9,7% de ellas eran de tecnología media, mientras que el 0,5% eran de alta tecnología. En el año 2005 las exportaciones de tecnología media se redujeron a la mitad (5,2%), al igual que las de alta tecnología (0,3%). Hasta el punto que el saldo comercial es negativo en este rubro, importamos 14 mil millones de dólares más que lo que exportamos. 

Con sus ideas mercantilistas y erráticas políticas públicas, el gobierno del presidente Chávez eliminó los avances en la sustitución de importaciones que habíamos podido lograr hace dos décadas. Hoy Venezuela se asoma al mundo de la sociedad del conocimiento sin industrias capaces de generar bienes de exportación. La revolución ha sido “exitosa” en eliminar tejido industrial. Ha sido fiel a su propósito de reducir nuestra productividad y competitividad. Hoy exportamos diez veces más materias primas que bienes industrializados. Como en la época de las monarquías absolutas.

Politemas, Tal Cual, 29 de agosto de 2007

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