No podía ser de otra manera. El presidente Chávez no ha soportado el surgimiento de liderazgos impulsores del cambio en el país. Bastó la salida de los corresponsales extranjeros y el examen más detenido de los resultados electorales, para darse cuenta de que a pesar de diez años de “revolución”, los valores de diversidad democrática de los venezolanos siguen en pie.
Quizás el Presidente imaginó que todos los alcaldes y gobernadores deberían ser los representantes de su partido. Que los venezolanos no iban a hacer otra cosa en las elecciones del 23 de noviembre que ratificar su liderazgo “único”.
La realidad, sin embargo, ha sido otra. No solamente ha sido clara la victoria de la alianza democrática en estados claves del país. También los líderes electos han enfatizado un lenguaje de cambio. Y más importante, han insistido en la necesidad de la inclusión y de un diálogo armónico entre todos los actores políticos y sociales.
Esa renovación del lenguaje y de la praxis política en Venezuela es totalmente lejana de la visión del Presidente. Para él no hay otra posibilidad que la aceptación sin preguntas de sus planteamientos. Sólo se puede estar a su favor. Nada de matices, disidencias u opiniones contrarias.
Ante la significativa frustración derivada de los resultados de las elecciones de la semana pasada, el presidente Chávez sale otra vez a la ofensiva. Ya ha ordenado a su partido plantear la enmienda constitucional para incorporar la reelección indefinida. Ya ha convocado a todos sus aliados a realizar los preparativos de un nuevo referéndum en los primeros meses del año 2009. Una sola materia: la aprobación de la reelección indefinida. En realidad ésa es la única angustia del Presidente. Mandar para siempre.
Con lo cual queda claro que la última preocupación del Presidente es gobernar. Nada de la extraordinaria crisis económica que ya está aquí. Nada de la desastrosa gestión que ha presidido en los últimos diez años. En las próximas semanas sólo habrá un tema en su agenda: la continuación indefinida en el poder.
Nuevamente el Presidente se equivoca. Asume que su exclusivo liderazgo y su reiterada campaña electoral serán suficientes para lograr su ansiado objetivo. Ya se sabe que los argumentos constitucionales y legales poca viabilidad tienen sin equilibrio de poderes. Cualquier pirueta jurídica basada en la obediencia ciega bastarán para justificar la decisión sobre el referéndum.
De manera que los venezolanos nos encaminamos a otra convocatoria a las urnas electorales en las próximas semanas. Ante ello la estrategia no puede ser otra que articular una amplia alianza democrática. Las “piedras” no le dan al Presidente. Las mayores posibilidades están del lado de la alianza. Sin embargo, sólo la consistencia de la estrategia y la cohesión serán garantías de que una gran mayoría de los venezolanos se exprese en contra de las aspiraciones presidenciales.
Para que la estrategia sea exitosa es perentorio elaborar el mensaje que será utilizado para contraponerse a la pretensión presidencial. Más que la fundamentación en las perversiones del mandato indefinido, debe enfatizarse las grandes decepciones que ha significado todo este poder en la vida de la gente, especialmente de los más vulnerables. Más que la contraposición del liderazgo personal del Presidente, se trata de cuestionar las grandes perversiones que su concentración de poder ha traído para los venezolanos y su bienestar. Todos estos elementos están allí. Así como la gran frustración de millones de venezolanos. Se trata de jugar con cuidado, con la convicción de que la victoria es cuestión de trabajo y unidad.
Politemas, Tal Cual, 3 de diciembre de 2008
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