Luego de ocho años del gobierno más largo después de la dictadura gomecista, el país contempla los resultados de la incompetencia y el autoritarismo. En todas las áreas de las políticas públicas existen abundantes evidencias de las grandes limitaciones de la gestión del candidato continuista.
El último informe anual sobre el Desarrollo Humano, elaborado por el Programa de las Naciones para el Desarrollo (PNUD), nos coloca ante la triste realidad: Venezuela ha caído siete puestos en la clasificación de 177 países con respecto al lugar que ocupaba en 1998, último año de la administración Caldera. Los datos utilizados para la comparación internacional corresponden al año 2004.
De nada han servido las palabras y las ofertas vacías del actual gobierno. Las consignas sobre la reducción de la pobreza y el mejoramiento de las condiciones de vida, supuestos objetivos de la “revolución bolivariana”, no pasan la prueba internacional. Este retroceso afecta especialmente a los grupos más pobres, a los que ya no creen en las promesas, a los que ya saben que seis años del mismo gobierno no harán otra cosa que empeorar sus condiciones de vida. En el gobierno del presidente Chávez el desarrollo humano se ha puesto más lejos. Antes que progresar nos deterioramos. Vaya forma de utilizar los inmensos recursos provenientes de las ventas de petróleo.
De acuerdo con los datos de 1998, Venezuela ocupó el lugar número 65 de los 177 países clasificados en el Informe de Desarrollo Humano del año 2000. Las cifras indicaron para ese momento que la expectativa de vida del país alcanzaba los 72,6 años y que la tasa de analfabetismo era 8%. También se indicaba que la matrícula combinada de educación primaria, secundaria y terciaria alcanzaba 67%. El producto interno per cápita (ajustado para las comparaciones internacionales) era 5.800 dólares. Para ese año el Índice de Desarrollo Humano de Venezuela era 0,770.
Después de cinco años de la “revolución bonita”, los resultados no pueden ser más desalentadores. Ocupamos el lugar 72 en la clasificación de los 177 países analizados. Estamos en el grupo de países con menores progresos en el Índice de Desarrollo Humano, especialmente cuando comparamos con otros países de América Latina. En este informe se indica que Venezuela es superada por los siguientes países: Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica, Cuba, México, Panamá, Brasil, Colombia.
Es especialmente llamativo que ya fuimos superados por dos países vecinos: Colombia y Brasil que tradicionalmente se encontraban en posiciones inferiores. Colombia se encuentra en el lugar 70. Brasil ya se encuentra en el lugar 69, un aumento de cinco puestos con respecto al que tenía en 1998. El resto de los países mencionados en el párrafo anterior mantuvieron, en líneas generales, el valor del Índice de Desarrollo Humano. La comparación indica que Venezuela retrocedió en el mismo lapso que otros países realizaron progresos significativos o al menos mantuvieron su lugar en la clasificación.
Todo lo anterior es el resultado de la implementación de desacertadas políticas públicas. El desempeño del país, vistos los grandes recursos, está entre los peores de América Latina. No es cierto, en consecuencia, la propaganda del gobierno para tratar de ocultar el sol con un dedo. Los venezolanos de esta época han perdido oportunidades y espacios en la lucha por el desarrollo. No hay justificación para todo el derroche de recursos que ha terminado en los mismos vicios y errores del pasado.
Es evidente que las alternativas para promover el desarrollo humano en Venezuela pasan por la derrota electoral del candidato continuista y sus erráticas políticas. No habrá progreso sostenido en el país mientras tengamos un gobierno que anula las capacidades democráticas y vulnera día a día el bienestar de los individuos, de las familias, y de las comunidades. Para que el desarrollo humano sea posible, requerimos una opción de gobierno que sea consecuente con los venezolanos. Que nos abra definitivamente las posibilidades de mejorar. He allí el fondo de la decisión del 3 de diciembre.
Politemas, Tal Cual, 15 de noviembre de 2006
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