La hiperinflación está aquí. No se habla de otra cosa. El aumento de los precios adquiere características nunca padecidas por los venezolanos. La creencia o intención del gobierno de que podía hacer olvidar la situación con cualquier anuncio distractor, ya no la cree nadie. Lo cierto del caso es que las previsiones del FMI, reportadas en abril de 2016, es decir, hace 18 meses, se han concretado con toda su intensidad. Especialmente porque se inicia la hiperinflación con una contracción económica de casi cuatro años de evolución. Es decir, el país entra en una nueva fase de destrucción económica, la más grande que puede padecer una sociedad, en las peores condiciones.
De acuerdo con los investigadores de la Universidad Johns Hopkins, Steve Hanke y Nicholas Krus, la de Venezuela es la hiperinflación número 57 documentada en el mundo. Es la segunda hiperinflación del siglo XXI, después de la Zimbabwe entre 2007 y 2008. Además, es la segunda hiperinflación de un país de la OPEP, pero es la primera en un país de esta organización sin guerra civil. Por otra parte, es la primera hiperinflación en América Latina desde la sufrida por Perú en 1990. En otras palabras, esto es un desastre descomunal. Es indudable que la hiperinflación dividirá en dos la historia reciente del país.
Ya entrando entonces en esta nueva etapa, con la hiperinflación en cada esquina donde los venezolanos vayan a comprar algo, y en la total desprotección producida por la inmensa negligencia del gobierno, quizás sea bueno preguntarse cuánto tiempo puede durar. Especialmente cuando sabemos que cada día que pase es destrucción del ingreso, de la capacidad de compra de las familias, de hambre, de pérdida de protección en los servicios públicos. La hiperinflación va a trastocar la vida cotidiana de los venezolanos, en toda su extensión.
Para conocer la posible duración de los episodios de hiperinflación, se puede examinar lo que ha sucedido con los anteriores procesos. El promedio de duración de los 56 episodios previos es 11 meses. La minoría de los episodios son de la menor duración posible, esto es, un mes. Más de la mitad de los episodios duran al menos tres meses. Casi la mitad de los episodios han durado al menos un año, teniendo casos extremos como los de Nicaragua (57 meses), y de Azerbaiyán y Ucrania, casi 36 meses en ambos países.
Todo lo anterior indica que si no existe la voluntad del gobierno para modificar esta situación, como es el caso de Venezuela, no queda duda de que la debacle hiperinflacionaria puede ser inmensa. Fundamentalmente porque la pretensión del actual gobierno no es resolver la hiperinflación, sino realizar unas elecciones que lo relegitimen. Pero eso no será necesariamente para emprender un programa de transformación económica. Nada de eso. De manera que, lamentablemente, lo que queda de 2017, y muy probablemente el año 2018, serán una etapa trágica para la vida de los venezolanos. La hiperinflación será el adversario más temible de todos los días. Sobre eso no habla el gobierno, por razones obvias. Los actores políticos y sociales apenas comienzan a apreciar la profundidad de la crisis hiperinflacionaria. Casi dos años después de que estaba en el horizonte. La historia determinará las responsabilidades de la tragedia que está destruyendo los medios de intercambios de los venezolanos. Keynes tenía mucha razón cuando dijo hace casi un siglo que la destrucción de la moneda es la mayor afectación de las sociedades.
Politemas, Tal Cual, 15 de noviembre de 2017
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