En 1960 la tasa de mortalidad infantil de Portugal, de acuerdo con el Banco Mundial, era 84,3 defunciones por cada 1.000 nacidos vivos registrados (NVR). Esa tasa representaba más de cinco veces la que registró Suecia en el mismo año (el país con la menor tasa para ese momento). Desde una perspectiva general de desarrollo, durante mucho tiempo prevaleció la idea de que las brechas entre los países, especialmente las relacionadas con la gestión y disponibilidad de tecnologías, eran muy difíciles de revertir. Desde esa visión, era muy difícil imaginar que Portugal alcanzara en 2016 una tasa de mortalidad infantil de 2,9 defunciones por 1.000 NVR, con lo cual se coloca en la élite de los países que tienen una tasa de mortalidad infantil menor a 3 defunciones por cada 1000 NVR.
Es obvio que en el caso de Portugal han debido operar cambios sustantivos que implicaran la reducción de la brecha con respecto a los países más avanzando en este aspecto. De hecho, Portugal es el país que más redujo la brecha con respecto al país con la menor tasa de mortalidad en el período que se extiende entre 1960 y 2016. Esa reducción fue de 65% con respecto al valor de la brecha en 1960. Con la misma lógica se puede interpretar la reducción de la tasa de mortalidad en países de alto nivel de desarrollo en 1960, como Japón, y países de menor nivel en el mismo año, como Corea del Sur. En estos dos casos, para 2016 la tasa de mortalidad infantil también los sitúa en la élite de los países con mejor desempeño en el mundo.
Es bastante probable que la importancia de mejorar en este indicador, como expresión del bienestar general de la sociedad, se convirtió en un eje de las políticas públicas que han implementado estos países en las últimas seis décadas. Y es bastante probable que la incorporación de este indicador en la tendencia de las políticas públicas, haya supuesto la convicción en el mundo del liderazgo político de que debía hacerse de manera sostenible, como área de especial consenso en la sociedad.
Esta experiencia práctica, lamentablemente, no es frecuente. De los 102 países con información en ambos años (1960 y 2016), solo 21 lograron reducir la brecha de mortalidad infantil. Es decir, el 80% de los países más bien concluyeron el período con aumentos de la brecha. Casos muy significativos son Lesotho y la República Centro Africana con aumentos de la brecha superiores a 400%. Es también muy posible que, en los países de menor desempeño, la preocupación por asignar a algunos indicadores esta connotación de guía para las políticas públicas sea prácticamente inexistente.
Todo lo cual nos lleva a una conclusión muy sencilla, pero fundamental: no se consigue lo que no se busca. En todas las áreas de políticas públicas se deben definir metas guías. Es una tarea que debe conllevar el trabajo conjunto entre políticos y técnicos. Aunque muchas veces suenen lejanas o imposibles, si son relevantes para la sociedad, irán generando sostenibilidad. La experiencia de Portugal y Corea del Sur indica que es posible. “Solo” se requiere imaginar el futuro y emprender la travesía.
Politemas, Tal Cual, 6 de junio de 2018
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