La publicación de las nuevas cifras del Índice de Desarrollo Humano (IDH) por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), constituye otra contundente alerta sobre el deterioro de las condiciones de vida en Venezuela. Indica el PNUD que en el período 2012-2017, Venezuela descendió 16 puestos en la clasificación mundial. Este descenso solo es superado por el de Siria, Libia y Yemen, países sometidos a graves conflictos bélicos en el período.
Las cifras del PNUD se elaboran a partir de los datos oficiales disponibles y, en el caso de los países sin información, con estimaciones. De allí que siempre hay que tener en cuenta que las cifras son aproximaciones con el propósito de comparar el desarrollo en todos los países del mundo. En el caso de Venezuela, debe señalarse que las cifras oficiales en las áreas sociales y económicas no se publican desde hace varios años. En consecuencia, el margen de diferencia con lo que puede estar pasando en la realidad es mayor.
La mayor razón involucrada en la caída registrada para Venezuela es la reducción del ingreso. Desde finales de 2013 la economía venezolana no crece. Es más, experimenta la reducción del ingreso más grande de la historia de América Latina, y una de las más grandes del mundo. Por supuesto esta reducción está asociada con la destrucción de capacidades productivas, característica central de las políticas seguidas en las dos últimas décadas. Ahora bien, esta situación no tiene perspectivas de mejorar. Los efectos destructivos han sido aumentados por la hiperinflación que confronta el país desde noviembre de 2017. De tal manera que la situación crítica señalada en el informe de PNUD, se ha profundizado en lo que ha transcurrido del año 2018. Lo más probable es que continúe empeorando mientras se mantenga la hiperinflación.
Otro aspecto preocupante señalado en el informe es el estancamiento en la escolaridad. Los años de escolaridad constituyen una referencia de gran utilidad para estimar las capacidades productivas. En la medida que aumente, la población tendrá mayores competencias para asumir los retos de producción en un mundo mucho más competitivo y guiado por la ciencia y la tecnología.
El informe de PNUD indica que los años de escolaridad en Venezuela no han aumentado en los últimos años (10 en promedio). También se señala que los años de escolaridad estimados (si se mantuviera la cobertura de los primeros años de educación) deberían ser 14. Es decir, una manifiesta brecha de posibilidades. Este aspecto es coincidente con el hallazgo de la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) de 2017 con respecto a la disminución de la cobertura educativa en el grupo de población entre 18 y 24 años, esto es, pérdida de 13% en las mujeres y de 7% en hombres con respecto a 2016. Al igual que sucede con otros países de América Latina, la desigualdad en Venezuela es un fenómeno cada día más evidente. También los hallazgos de ENCOVI 2017 indican que la desigualdad es la más alta experimentada en el país desde 2014 y la más alta de América Latina.
Por donde se mire, sea desde la perspectiva del desarrollo humano, o desde el análisis de aspectos económicos y sociales específicos, Venezuela está en proceso sistemático de deterioro. Las políticas desarrolladas en las dos últimas dos décadas constituyen la demostración de todo lo contrario que se debe realizar para alcanzar el desarrollo humano sostenible. Las evidencias no pueden ser más contundentes. Estos resultados son una llamada de atención a toda la sociedad venezolana. El gran riesgo es que desaparezca el futuro.
Politemas, Tal Cual, 19 de septiembre de 2018
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