El Informe Mundial de Malaria publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) pocos días atrás, no solo reporta sobre la situación de los programas de control en todo el mundo. También señala aspectos que a primera vista pasan sin llamar la atención, justamente por lo increíbles que pueden parecer. En el mundo tropical, donde la malaria ha estado presente desde que existe la humanidad, la simple mención de que sea posible erradicar la enfermedad, no es consistente con lo que pasa en la realidad. Especialmente si se aprecia desde la perspectiva de un país como Venezuela, que según la OMS cerró el año 2017 con más de 400 mil casos de malaria. Y que para el año en curso tiene un estimado de casos muy superior. .
Imaginar un país sin un solo caso autóctono de malaria supone tener presentes una serie de condiciones. Para muchos, la exigencia es de tales proporciones que ni siquiera es factible asumir. El año que se notificaron menos casos de malaria en Venezuela fue 1962, un poco más de 250 casos en todo el año. Lo cierto es que la erradicación de la malaria no es tan inimaginable. Según el reporte de OMS, desde el año 2000, 16 países han eliminado la malaria en sus territorios. Algunos de ellos (Paraguay, Marruecos, Armenia, Emiratos Árabes Unidos, Turkmenistán, Sri Lanka y Kirguistán) ya cuentan con la certificación de la OMS.
Otro grupo de 21 países se ha propuesto que para el 2020 habrán erradicado la malaria. Entre ellos se encuentran varios de América Latina (México, El Salvador, Costa Rica, Ecuador), así como China, Suráfrica, Corea del Sur, Malasia, entre otros. Al observar el desempeño para alcanzar la meta, se constata que en 2017 no se registró ningún caso de malaria en El Salvador, ni en China, por colocar dos países tan diferentes en términos de superficie y población. Tampoco se registraron casos en Argelia. En algunos de ellos se registraron menos de cien casos, por ejemplo, Costa Rica (12), Irán (57), Malasia (85). En otros se presentaron retrocesos, como en Suráfrica, al pasar de poco más de cuatro mil casos a más de veinte mil.
Más allá de las diferencias en el desempeño, relacionadas con la capacidad de gestión, recursos, situaciones políticas, entre otros factores, la realidad es que estos países, es decir, los acuerdos más o menos sólidos que existan en esas sociedades, han decidido que es posible erradicar la malaria y están dando los pasos, a veces más efectivamente, a veces menos, en esa dirección. Es muy probable que en 2020 no todos ellos lo consigan, pero también es cierto que lo podrán conseguir más adelante. Estas acciones repercutirán en mejores condiciones de vida para sus poblaciones, y la posibilidad de asignar los recursos que hoy gastan en malaria en otros problemas de salud.
El ejemplo de esta iniciativa, de erradicación de malaria en estos países, pone de relieve dos lecciones muy relevantes. La primera es que en las políticas públicas no hay predeterminaciones. Es decir, no existen factores tan inmodificables que no permitan avanzar. Y el segundo aspecto, es justamente que el primer paso en una política pública exitosa es asumir que si es posible, y tomar en cuenta todos los factores en los cuales hay que incidir para reducir el problema. En otras palabras, en aquellos países que existan epidemias de malaria no es que sea inevitable, es que se están manifestando más bien las grandes brechas de las políticas públicas. Tan sencillo como eso.
Politemas, Tal Cual, 5 de diciembre de 2018
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