Como a muchos, la noticia del fallecimiento de Ramón Espinasa me conmovió profundamente. En esos segundos en los que se intenta tener dimensiones de la pérdida, pasaron por la mente muchos momentos compartidos con Ramón. A medida que pasan los días, aumenta la convicción de que sus aportes personales y profesionales se irán valorando más. En mi caso, he recordado insistentemente en estos días las oportunidades en las que tuve la grata experiencia de conversar con él a lo largo de casi treinta años de amistad. A pesar de que no nos vimos en estos últimos años, guardo esos encuentros con especial valoración.
Supe de Ramón por lecturas, antes de conocerlo personalmente. En los ochenta, escribía con cierta frecuencia en la Revista SIC. Muchos de esos trabajos se convirtieron en referencias para la discusión política y petrolera de aquellos tiempos. Ramón le daba a esos trabajos una especial significación, quizás porque lo llevaban a una arena más complicada como era el mundo político. Sin embargo, creo que percibía que sus escritos podían ser de utilidad para ampliar el radio de acción de la discusión, y, especialmente, para impulsar la construcción de acuerdos.
La primera contribución de Ramón en la Revista SIC fue a finales de 1979, a los 27 años de edad. Es un análisis sobre la política económica del primer año del gobierno de Herrera Campins. Más que los contenidos de ese trabajo, me interesa indicar la pregunta final que formuló en el último párrafo: ¿con quién es el compromiso? Se refiere, claro está, a las políticas de la época pero utiliza dos palabras que fueron siempre muy importantes para él: las personas concretas (“¿cón quién?”) y “compromiso”. A lo largo de su vida, Ramón fue consecuente con esas palabras, demostró incesantemente compromisos con personas y con ideas.
Ramón estaba ante todo comprometido con su familia y con sus amigos. Lo primero que aparecía en la agenda de temas era compartir sobre las circunstancias de la vida personal y cómo iban cambiando con el paso del tiempo. Por eso compartíamos lo que hacíamos, los próximos retos, sobre nuestras familias. Cuando nos veíamos fuera del país, invariablemente preguntaba sobre amigos comunes, quería saber qué estaban haciendo, cómo les iba. Antes de las redes sociales, Ramón se encargaba de conectar personas entre sí, porque intuía que podría ser de mutuo beneficio. Por ese rasgo de personalidad fue creando una inmensa red de amigos a lo largo del tiempo. Cuando venía a Venezuela le faltaba el tiempo para pasar revista con ellos, y cuando recibía visitas en el exterior siempre buscaba un espacio para conversar y compartir. Además, tenía un “arma secreta”, usaba mucho la palabra “chamo” para saludar y despedirse. Antes yo le valoraba mucho esa costumbre, ahora mucho más.
En los testimonios de los últimos días, muchas personas se han referido a Ramón como mentor, guía, referencia en su vida profesional o académica. Estudiantes de los noventa, se han expresado sobre Ramón en un tono de cercanía y admiración. Era una atracción en los foros públicos, por su capacidad de comunicar, por la rigurosidad de sus argumentos. Fue un comprometido con la vida académica, tanto en el desarrollo de su carrera como experto en petróleo y gas en el ámbito internacional, como por su dedicación a la formación de las nuevas promociones dentro y fuera del país. Sus contribuciones en múltiples publicaciones académicas, individualmente, o como coordinador o miembro de equipos, es un acervo de primer orden en los temas a los cuales se dedicó sistemáticamente.
También Ramón se dedicó con pasión a pensar las políticas públicas requeridas para el sector petrolero de Venezuela. Fue un compromiso de varias décadas. No solamente por su destacada carrera en la cual llegó a desempeñarse desde 1992 a 1999 como Economista Jefe de PDVSA, sino por su contribución, en informes técnicos, propuestas, artículos académicos, a la elaboración de una nueva visión del sector petrolero para el país. En el portal Prodavinci publicó a finales del año pasado un ensayo sobre las lecciones y propuestas para reconstruir el sector petrolero de Venezuela, a 75 años de los acuerdos de 1943. Si en algo fue persistente Ramón, fue en la necesidad de adaptar las políticas a las nuevas situaciones, tratando de vislumbrar diferentes opciones a la luz de las enseñanzas internacionales. Su participación en múltiples esfuerzos para pensar esa nueva política fue una de sus grandes preocupaciones en estos años.
El compromiso de Ramón con el futuro del país fue permanente. Ya en el mencionado trabajo publicado en SIC en 1979, destacaba: “Venezuela ha vivido a expensas de la riqueza petrolera. Pero esta riqueza no se ha transformado en riqueza real.” Más adelante escribió una frase que no puede tener más pertinencia en la actualidad: “Una política económica alternativa debe tener como objetivo central desarrollar la capacidad productiva de los venezolanos”. Sin ninguna duda, Ramón Espinasa dedicó su vida a trabajar incesantemente por mejorar la capacidad productiva de los venezolanos. Su aporte al conocimiento del sector petrolero es una de sus grandes contribuciones en esa dirección.
En estos días que el país experimenta tremendas crisis, los aportes de Ramón seguirán siendo de especial relevancia. Lamentablemente ya no está con nosotros, pero su cercanía como persona, académico y profesional, serán estímulos para poner en marcha el país de futuro que él ha ayudado a visualizar. Para mí fue un inmenso privilegio haber compartido su amistad. Es sin dudas una gran referencia para seguir adelante. Es bueno que sepas, “chamo”, que te vamos a tener siempre presente.
Politemas, Tal Cual, 27 de marzo de 2019
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