Anuncios recientes por parte de empresas farmacéuticas internacionales, han confirmado que existen posibilidades de que en los próximos meses se disponga de vacunas efectivas para proteger contra el virus causante de covid-19. Los resultados de los estudios, no publicados todavía en revistas especializadas arbitradas, indican que la efectividad puede alcanzar niveles compatibles con los más altos obtenidos hasta la fecha por otras vacunas. La siguiente fase consiste en lograr la aprobación de los organismos reguladores, especialmente en Estados Unidos y Europa. Cumplidos estos pasos, las vacunas podrán administrarse a escala global.
La posibilidad de que estas vacunas estén disponibles ha motivado a muchos gobiernos a tramitar las respectivas compras. Algunos de estos gobiernos (Alemania, España) también han aprobado planes de vacunación para el próximo año. En Estados Unidos se ha solicitado la aprobación de emergencia, con lo cual se podrá indicar la vacuna al personal de salud a cargo de la atención de pacientes con covid-19 y a otras poblaciones en riesgos.
La obtención de una vacuna en pocos meses, con los niveles de efectividad reportados, es un logro extraordinario. Demuestra las inmensas capacidades tecnológicas puestas en funcionamiento y ampliadas en el curso de la pandemia. También evidencia el enorme avance experimentado, especialmente si se compara con el tiempo que se logró obtener otras vacunas en el pasado.
A pesar de estas extraordinarias y gratas noticias, colocar la atención exclusivamente en la vacuna puede traer consecuencias negativas para las personas que día a día siguen adquiriendo la infección, y para aquellas que tienen complicaciones por las cuales deben ingresar a centros hospitalarios. Esta situación es especialmente preocupante en América Latina. Por dos razones. La primera es la gran afectación que ha sufrido la región con casi un 25% del total de casos de covid-19, y el 33% de los fallecimientos en todo el mundo, a pesar de tener solo el 8% de la población.
La segunda razón está vinculada con la brecha de políticas de la región con respecto a los países que han logrado un mejor desempeño en el control de la pandemia. La gran mayoría de los países de América Latina no han alcanzado el control. Si se compara con Corea del Sur, algunos países tienen una incidencia diaria de casos 45 veces superior y una mortalidad 120 veces mayor.
Es fácil suponer que las debilidades que han mostrado los sistemas de salud de la región ante la pandemia, también pueden manifestarse en la ejecución de las tareas que concluyan en la vacunación de los millones de latinoamericanos requeridos. Conviene identificar las tareas que se deberían realizar en los próximos meses a tal efecto.
La primera de ellas es mejorar las estrategias de control desarrolladas hasta fecha. En los países que se encuentran negociando la adquisición de las vacunas, se espera comenzar las inmunizaciones a principios de 2021. Los países de América Latina podrán entrar en arreglos particulares con estas empresas y/o acordar con los organismos internacionales que están facilitando la adquisición de las vacunas en el marco de la cooperación con la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el mejor escenario las inmunizaciones también podrían comenzar en el primer semestre de 2021. Esto significa que todavía queda un período crítico (entre 4 y 6 meses) en los cuales se requiere seguir evitando infecciones y tratando personas enfermas. Es también esperable que la flexibilización de las medidas, relacionada con el hecho de contar con la vacuna, puede generar un aumento de casos de covid-19. Tales situaciones deberán ser atendidas con prontitud, especialmente en aquellos países de la región que siguen con 100 o más casos diarios de covid-19 por millón de habitantes (Argentina, Panamá, Costa Rica, Colombia, Brasil, y Paraguay).
La segunda tarea es realizar las modificaciones de procesos, equipos, recursos humanos, entre otras, que son necesarias para que la vacunación sea exitosa. Es de suponer que los países con mejores capacidades en los programas de inmunizaciones, podrán sacar provecho de estas ventajas para el caso específico de la vacuna para prevenir covid-19. Aquellos países con mayores restricciones deberán renovar o reforzar los programas de inmunizaciones, especialmente en la atención a las áreas de menor acceso de los servicios de salud, casualmente también las que pueden tener población de mayor riesgo. Estas actividades de preparación no deberían significar la desatención de las medidas de control ya señaladas.
La situación ideal es que, paralelo a las dos tareas anteriores, los sistemas de salud de la región examinen en detalle las restricciones que tienen con respecto al atención de las enfermedades infecciosas. Muchas de ellas han sido evidenciadas en la manera de enfrentar la pandemia. Lo importante es tener presente que existen riesgos de otras epidemias en el futuro, y que en muchos países la atención de las enfermedades infecciosas no cuenta con los recursos humanos y técnicos necesarios.
Los efectos que ha tenido la pandemia hasta la fecha en la región indican que se requieren cambios sustantivos en las estrategias para atender epidemias y endemias. Algunas enfermedades erradicables todavía están presentes en la región. Otras enfermedades frecuentes como malaria y dengue, solo por citar unas pocas, deberían registrar muchos menos casos. Es claro que no solo será complicado lograr la cobertura universal en enfermedades crónicas, también habrá que priorizar a las enfermedades infecciosas. Lo que ha vivido el mundo en 2020 pareciera no dejar ninguna duda.
Politemas, Tal Cual, 25 de noviembre de 2020
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