Es fácil imaginar lo relevante que es el discurso de toma de posesión para un presidente recién electo. Se trata de la concreción de una ardua trayectoria política. Es lógico suponer que los presidentes han imaginado durante mucho tiempo este momento tan especial. Durante muchos años han debido pensar en las palabras que pronunciarían en el inicio de la gestión presidencial. En cierta medida, estas palabras, ya superadas las incidencias de la campaña electoral, constituyen la referencia sobre la cual se valorarán las acciones del gobierno.
Desde la perspectiva de la sociedad, el discurso de toma de posesión genera muchas expectativas. Fundamentalmente porque en ese discurso se deben expresar las grandes líneas y compromisos de la gestión presidencial. También se aspira conocer los detalles de las primeras medidas que tomará el gobierno. Es, en la práctica, un momento para transmitir esperanza y posibilidades concretas para mejorar la vida de las personas a lo largo y ancho del país.
En este año se han realizado las tomas de posesión de tres presidentes de América Latina: Rodrigo Chaves de Costa Rica, Gabriel Boric de Chile, y Gustavo Petro de Colombia. Al revisar sus discursos de toma de posesión queda bastante clara la distancia entre lo que se ha podido señalar con respecto a las grandes líneas y compromisos, y lo que efectivamente se expresó.
Estos discursos de toma de posesión son más bien declaraciones de carácter general, con muy pocas precisiones sobre los problemas de los ciudadanos en esos países, y mucho menos con compromisos concretos de la gestión del gobierno. Más allá de frases como “detener la discriminación de las mujeres”, “volver a abrir las escuelas”, “proteger el suelo y el subsuelo”, no existe especificación de políticas concretas. De tal manera que en esos discursos no se encuentran referencias adecuadas para analizar las políticas públicas. Son discursos sin políticas públicas.
Conviene elaborar sobre las razones de esta ausencia de políticas públicas en los discursos de toma de posesión. Esto es especialmente significativo porque los tres países señalados se encuentran entre los de mayor desarrollo institucional en la región. Estas limitaciones deben ser mayores en los países de menores capacidades institucionales.
Al menos tres explicaciones no excluyentes pueden proponerse. La primera es que obviamente no pueden expresarse políticas públicas en la toma de posesión cuando también han brillado por su ausencia en las campañas electorales. Es decir, campañas sin discusión sobre los problemas públicos conducen a colocar el énfasis en otros aspectos, y no en las alternativas de solución a través de políticas públicas. Una segunda explicación está relacionada con la capacidad de los equipos que entran a dirigir el gobierno. Si no se maneja el detalle sobre los problemas públicos, es poco probable que se puedan concretar alternativas para ser expresadas en la toma de posesión. La tercera explicación es el rechazo que puede existir para indicar compromisos concretos que luego sean utilizados por la oposición al gobierno. Por supuesto existen alternativas para enfrentar cada una de las explicaciones que incluso se puedan convertir en fortalezas para el gobierno entrante. Dentro de estas alternativas están una mayor capacidad técnica para diseñar políticas públicas, mejores fuentes de información, y mejor utilización de la comunicación política.
Las consecuencias de que los gobiernos se inicien sin compromisos concretos son muy perjudiciales para los ciudadanos. En primer lugar, porque no existe guía para la acción del gobierno. Y, en consecuencia, tampoco existe el seguimiento sistemático de la gestión, y mucho menos la generación de la información necesaria para cumplir estos procesos. Es bastante evidente que no habrá progreso en estos aspectos, mientras los líderes políticos que aspiran ser presidentes no elaboren con mayor rigurosidad sus visiones para gobernar.
Politemas, Tal Cual, 12 de octubre de 2022
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