El día de la toma de posesión como presidente de Chile, hace seis meses, Gabriel Boric señaló: “quiero que sepan que no llegamos aquí solo para llenar cargos y solazarnos entre nosotros, para generar distancias inalcanzables, llegamos aquí para entregarnos en cuerpo y alma al compromiso de hacer mejor la vida en nuestra patria”.
Que el presidente Boric haya indicado como centro de la gestión “hacer mejor la vida en nuestra patria”, puede tomarse como referencia clara de la amplitud de la tarea que se había propuesto. La experiencia comparada nos indica que el bienestar de las personas, derivado de la acción de los gobiernos, supone construir los consensos requeridos para que los cambios sean sostenibles. Gobernar solamente para los seguidores, o actuar de manera prepotente para imponer los propios puntos de vista, es una receta para dividir a los países e impedir el contexto necesario para la sostenibilidad de las políticas públicas.
Algunas de estas lecciones ya las había aprendido el presidente Boric. En la primera vuelta de la elección presidencial había obtenido la segunda votación. Realizó los ajustes del caso para convencer a los electores de que podía promover políticas más inclusivas. Se alejó de los extremos para proponer un mensaje que le permitiera alcanzar la mayoría en la segunda vuelta. Y así fue como pudo llegar a la Moneda para gobernar.
Es evidente que el presidente Boric tenía bastante claro la importancia de la aprobación de la nueva Constitución. Por ello señaló en su discurso de toma de posesión: “vamos a apoyar decididamente, decididamente el trabajo de la Convención”. Manifestó el presidente Boric que “necesitamos una Constitución que nos una, que sintamos como propia”, que “nazca en democracia”, “que sea para el presente y para el futuro”, “una Constitución que sea para todos y no para unos pocos”.
Los resultados del plebiscito del 4 de septiembre demuestran que una amplia mayoría de los ciudadanos chilenos consideró que la propuesta de Constitución elaborada por la Convención no era para todos, era “para unos pocos”. Tal parece que el presidente Boric no pudo actuar con efectividad para influir en la construcción de los consensos requeridos. El presidente delegó en sus representantes en la Convención la elaboración de la Constitución. Cuando era obvio que el diseño de la Constitución correspondía más bien a una visión sectaria de la sociedad chilena, el presidente Boric no pudo tampoco influir en las modificaciones. Más bien decidió asumir la posición del “Apruebo”, con el matiz de que se podía reformar posteriormente. El presidente Boric fracasó tres veces en la misma jugada: no intervino para favorecer los acuerdos, no enfrentó la propuesta de Constitución a tiempo, y, finalmente, perdió completamente en las urnas.
Como resultado de estas dificultades para construir consensos en una materia de tanta relevancia, sigue pendiente la elaboración de la nueva Constitución. Queda por verse si el presidente Boric se puede convertir en un factor motivador para los consensos. Lo que ha demostrado en los últimos meses no ofrece un buen pronóstico. Que un presidente no sea capaz de construir consensos, es siempre una señal preocupante, pero lo es más en un país que aspira aprobar una nueva Constitución.
Politemas, Tal Cual, 14 de septiembre de 2022
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