El episodio del Hospital Pérez de León dejó en evidencia todo lo que es el presidente Chávez. Todo lo que ha representado para la democracia venezolana. Y las secuelas que su gobierno ha tenido para la institucionalidad republicana. Con lo sucedido ya no hay más nada que agregar: el presidente Chávez ha sido el más incompetente, excluyente y sectario en el manejo del gobierno y del Estado venezolano desde que se tenga memoria.
El presidente Chávez demostró que no es un hombre de gobierno. Llegó a esa cita sin tener idea de que ese hospital le pertenecía al gobierno nacional. Que desde hace varios años ha estado pendiente la asignación de recursos para terminarlo. También desconocía que eran dos hospitales y no uno solo. También desconocía que el Hospital Pérez de León no sólo atiende pacientes del Municipio Sucre. Que es uno de los centros de atención de emergencias más importantes del país. Que durante mucho tiempo fue el único centro de emergencias desde Barcelona hasta Caracas. Todo eso lo desconocía el Presidente.
Esa ignorancia sólo es compatible con su arrogancia. En su desmedido afán de controlar, de centralizar las decisiones, de querer estar hasta en los mínimos detalles, atropellando las reglas de la gerencia moderna que indican que es mejor delegar y supervisar que intentar hacerlo todo. Allí están los resultados. Todas las decisiones llegan a la silla presidencial en Miraflores. Y también están allí todas las culpas. Por eso es que el Presidente es el culpable de todas las debilidades de nuestras políticas públicas. Lo ha querido así. En el caso de las políticas de salud su responsabilidad abarca desde las epidemias, pasando por el deterioro de Barrio Adentro, la crisis de recursos humanos de los hospitales públicos, la persecución del sector privado, sólo para nombrar unas pocas. En cada una de ellas está la responsabilidad indiscutible, absoluta del actual Presidente.
También demostró el Presidente que no pregunta antes de actuar. Que sus asesores están de adorno. Que sus ministros no le dicen nada antes de cualquier aparición pública. Que no fue lo suficientemente “curioso” para indagar qué iba a firmar ese día. No tuvo tiempo para conversar unos minutos con la Ministra que él designó. Que los asuntos fundamentales del gobierno le son ajenos.
Pero no quedaron allí las cosas. El Presidente antepuso la exclusión a los problemas de salud de la población. No pensó en la atención que se puede prestar a todos los ciudadanos. Porque el hospital supuestamente estaba en manos de una alcaldía opositora, entonces no merecía recursos. Antes que la gente, estuvo la consideración sectaria. Demostró palmariamente que no es un estadista. Que los intereses de la globalidad de la sociedad le son ajenos. No es competente para gobernar ni para conducir el Estado.
El presidente Chávez demostró que no es un hombre de gobierno. Llegó a esa cita sin tener idea de que ese hospital le pertenecía al gobierno nacional. Que desde hace varios años ha estado pendiente la asignación de recursos para terminarlo. También desconocía que eran dos hospitales y no uno solo. También desconocía que el Hospital Pérez de León no sólo atiende pacientes del Municipio Sucre. Que es uno de los centros de atención de emergencias más importantes del país. Que durante mucho tiempo fue el único centro de emergencias desde Barcelona hasta Caracas. Todo eso lo desconocía el Presidente.
Esa ignorancia sólo es compatible con su arrogancia. En su desmedido afán de controlar, de centralizar las decisiones, de querer estar hasta en los mínimos detalles, atropellando las reglas de la gerencia moderna que indican que es mejor delegar y supervisar que intentar hacerlo todo. Allí están los resultados. Todas las decisiones llegan a la silla presidencial en Miraflores. Y también están allí todas las culpas. Por eso es que el Presidente es el culpable de todas las debilidades de nuestras políticas públicas. Lo ha querido así. En el caso de las políticas de salud su responsabilidad abarca desde las epidemias, pasando por el deterioro de Barrio Adentro, la crisis de recursos humanos de los hospitales públicos, la persecución del sector privado, sólo para nombrar unas pocas. En cada una de ellas está la responsabilidad indiscutible, absoluta del actual Presidente.
También demostró el Presidente que no pregunta antes de actuar. Que sus asesores están de adorno. Que sus ministros no le dicen nada antes de cualquier aparición pública. Que no fue lo suficientemente “curioso” para indagar qué iba a firmar ese día. No tuvo tiempo para conversar unos minutos con la Ministra que él designó. Que los asuntos fundamentales del gobierno le son ajenos.
Pero no quedaron allí las cosas. El Presidente antepuso la exclusión a los problemas de salud de la población. No pensó en la atención que se puede prestar a todos los ciudadanos. Porque el hospital supuestamente estaba en manos de una alcaldía opositora, entonces no merecía recursos. Antes que la gente, estuvo la consideración sectaria. Demostró palmariamente que no es un estadista. Que los intereses de la globalidad de la sociedad le son ajenos. No es competente para gobernar ni para conducir el Estado.
Politemas, Tal Cual, 1 de septiembre de 2010
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