La Primera Meta del Milenio es erradicar la pobreza y el hambre. La Declaración del Milenio establece que para el año 2015 todos los países deber reducir en 50% la proporción de población en pobreza extrema. De manera convencional se acepta que las personas que reciben un ingreso menor a un dólar diario están en el grupo catalogado como de pobreza extrema. El cálculo del cumplimiento de la meta se realiza con respecto al valor que tenía este indicador en 1990.
Hasta acá todo bien. Los problemas comienzan cuando el gobierno actual intenta explicar su desempeño con relación a esta meta. En un documento colocado en el website oficial (www.gobiernoenlinea.gob.ve), casi al final de la página, como quien no quiere la cosa, se pretende cambiar las reglas del juego. Curiosamente, el título del documento es “Cumpliendo las Metas del Milenio”.
Se señala que el documento es un esfuerzo conjunto entre el Gobierno y el Sistema de Naciones Unidas. Con mucha más razón para ser cuidadoso. El documento arbitrariamente señala que el año de referencia para el cálculo de la meta no es 1990, sino el año 2002 (página 34). Se cae de bulto. Se pretende que tomemos como base uno de los años en los cuales la pobreza ha sido mayor en los últimos tres lustros. De manera que cuando se haga el seguimiento se señale que todo lo que ha venido después de 2002 ha sido mejor. Algo así como que de ahora en adelante la nota aprobatoria en la escuela sea 5 sobre 20 puntos. El documento ha debido salir con una nota explicativa en la cual se indique que esa pretensión contradice lo aceptado en el Sistema de Naciones Unidas.
Otra consecuencia de esta “picardía” es que la meta que deberíamos alcanzar en 2015 es menos exigente que la obtenida con el cálculo basado en las reglas.
En efecto, si aplicamos los criterios utilizados internacionalmente, tenemos que en el año 1990 el porcentaje de población en pobreza extrema en Venezuela era 14,4% (según cifras de la CEPAL). De manera que en el año 2015 deberíamos tener 7,2% para poder cumplir con la meta. El documento, con sus artificios, coloca la meta en 12,5%, es decir, cinco puntos por encima de lo que debería ser.
En la práctica, nuevamente según la CEPAL, en el año 2002 teníamos 22,2% de población en pobreza extrema, casi ocho puntos más que en 1990. El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha señalado que entre 1999 y 2004 aumentó la pobreza total en 13 puntos. A confesión de parte, relevo de pruebas.
Queda claro que jugar limpio no pareciera ser la consigna. Especialmente cuando lo que está literalmente en juego es el bienestar de millones de venezolanos, aquellos que por diversas condiciones se encuentran en situación de pobreza. Todavía mucho más crítico cuando el gobierno ofreció, a finales del año pasado, que presentaría un Plan contra la Pobreza. Pasaron los cuarenta días del plazo señalado, y nada. Estamos en el 2005, tampoco se ha presentado. Con esta imprevisión no llegaremos a la meta.
Para llegar al 7,2% de pobreza extrema en el 2015 necesitamos un gobierno que juegue limpio, que no cambie las reglas en la mitad del partido, que tenga un Plan. Más importante, que lo implemente con transparencia y efectividad. El centro de ese Plan debe ser la preparación de cada habitante de este país para desempeñarse adecuadamente en una sociedad compleja. Que le permita tener un trabajo decente y con la mayor productividad posible. Sólo así podemos ir más allá: plantearnos la erradicación de la pobreza extrema para el año 2020.
Politemas, Tal Cual, 25 de mayo de 2005
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