Dramática ironía: los altos ingresos petroleros coinciden con el aumento del hambre en Venezuela. El último informe de la FAO (2004) señala que el porcentaje de personas subnutridas en nuestro país aumentó de 11% en 1990-1992 a 17% en 2000-2002. Esto significa que tenemos cuatro veces más subnutrición (en términos porcentuales) que Costa Rica, Cuba, Chile y Uruguay. En todos estos países la subnutrición no pasa de 4%. Esta cifra corresponde a la población general.
En los niños la situación es peor. Según las últimas cifras oficiales (2003), el 26,6% de los niños entre 7 y 14 años presenta algún tipo de desnutrición.
Es también verdad que esto no es un problema nuevo. Si alguna falla ha tenido nuestra democracia es no haber erradicado el hambre, manifestación suprema de la pobreza. Porque el hambre es la negación de la posibilidad de ser productivo. Un niño con hambre es un atentado a la dignidad humana y a la justicia. Un adulto con hambre es un doble atentado: a los niños que están en la casa y al futuro de la familia.
Lo que si es muy novedoso es la estrategia implementada por el gobierno actual para enfrentar el hambre y la desnutrición. Es definitivamente una estrategia endógena. Porque las deficiencias son así, totalmente endógenas al gobierno.
La primera limitación de la estrategia es desfavorecer la creación de empleo productivo. No hay alimentos sin ingresos. Si el ingreso es inestable o hay desempleo, no hay posibilidad de comprar alimentos. Tan sencillo como eso. La proporción de empleos de baja productividad ha aumentado en el país desde 1999. Lo dice la CEPAL.
La segunda limitación es suponer que la mera existencia de alimentos es garantía de su consumo, especialmente por aquellos sectores más vulnerables. Por esa razón el gobierno no pasa del abastecimiento de productos. En este momento el país no tiene programas nutricionales que lleguen directamente a los niños y a las mujeres embarazadas. Cuando tenemos millones de desnutridos, el gobierno se jacta de tener 100.000 personas atendidas por Comedores Industriales y Escolares. La última información del Programa de Alimentación Escolar (PAE) fue elaborada en febrero de 2004. No sabemos nada sobre el total de beneficiarios por estados y por escuela.
Una tercera limitación es simplemente que el gobierno no habla del tema. El Instituto Nacional de Nutrición (INN), organismo responsable, entre otras cosas, del diseño de políticas en esta área, ni siquiera tiene sitio web. El Sistema de Vigilancia Alimentaria y Nutricional (SISVAN), dependiente del INN, brilla por su ausencia. Las últimas cifras disponibles del SISVAN son del año 2003.
Pasar hambre porque no se tiene es muy duro. Pero pasar hambre, como lo están pasando millones de venezolanos, cuando tenemos recursos es totalmente inaceptable y antiético. En efecto, solamente el Ministerio de Alimentación tiene un presupuesto de 650 millardos en este año. Con las limitaciones señaladas es muy probable que esos recursos no lleguen a los más necesitados. Lo que si sabemos es que una gran parte de esa cifra servirá para importar alimentos. Llamativo en la era del desarrollo endógeno.
Con una estrategia así el hambre seguirá presente y en aumento. En el propio informe “Cumpliendo las Metas del Milenio” se reconoce que al ritmo actual tendremos más hambre en el 2015 que lo que teníamos en 1990. Ergo, no cumpliríamos tampoco esta parte de la Primera Meta del Milenio. Podemos tener circo, está claro que pan no hay.
Politemas, Tal Cual, 1 de junio de 2005
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