En el gobierno del presidente Chávez no sólo se caen viaductos. El derrumbe del Viaducto I impacta con mayor fuerza porque sucede a la vista de todos. Hemos sido testigos avergonzados de la caída de una de las obras maestras de la ingeniería mundial. Sin embargo, también muy cerca de nosotros, quizás no tan visible, se está produciendo otro derrumbe dramático. El que nos impedirá, probablemente, garantizar la viabilidad de la sociedad venezolana en el siglo del conocimiento.
Si algún tema preocupa a los gobiernos a escala global es el porvenir de su sistema educativo. Muchos gobiernos adelantan reformas sustantivas de la cobertura del sistema, pero también de la calidad de la educación. Ya no basta con establecer la educación obligatoria. Es imperativo que las aulas estén repletas con todos los estudiantes, pero que cada uno de ellos aprenda. Que sea sujeto activo y creador de su aprendizaje. Sin distinciones. Más aún, la preocupación central de un gobierno democrático es justamente que los niños de los sectores menos favorecidos encuentren en las escuelas y liceos públicos la posibilidad de disminuir o eliminar las diferencias relacionadas con las condiciones sociales y económicas de sus padres. En otras palabras, la educación pública de calidad es el antídoto por excelencia contra la pobreza y la falta de oportunidades.
Como es obvio, mejorar la calidad supone definir una medida. Un estándar que permita comparar la evolución de las políticas educativas. Que permita introducir correctivos y ayude a los gerentes educativos a mejorar el desempeño de estudiantes, maestros y escuelas.
En Venezuela se creó el Sistema Nacional de Medición y Evaluación del Aprendizaje (SINEA) justamente con esa idea. La primera medición del SINEA fue realizada en 1998. Los resultados en esa oportunidad indicaron que el 36% de los estudiantes de tercer grado no superaron los requisitos mínimos en el área de lengua. En los estudiantes de noveno grado el 40% no logró llegar al mínimo exigido. Solamente el 9% de los estudiantes de noveno grado alcanzó una puntuación completamente satisfactoria.
En matemáticas el desempeño fue menor todavía. El 54% de los estudiantes de noveno grado fue reprobado en esta área. Apenas el 2,9% logró una puntuación completamente satisfactoria. En los estudiantes de sexto grado el porcentaje de reprobación fue 34,7.
Es evidente que un sistema educativo con el desempeño señalado dejaba mucho que desear. Es también muy claro que la calidad de la educación ha debido ser una prioridad en la actual gestión gubernamental.
Como en tantas otras esferas de las políticas públicas, los resultados ni siquiera se conocen. Una revisión del sitio web del Ministerio de Educación y Deportes nos deja con mucha retórica pero con ningún dato para analizar. Se nos dice que el SINEA debe ofrecer información “oportuna, válida, periódica y confiable”. Por ninguna parte aparece un porcentaje. Nada del rendimiento. Se habla de los beneficiarios del SINEA, pero para todos ellos lo que hay son palabras. Que como sabemos, se las lleva el viento.
Sabemos, sin embargo, que la segunda medición del SINEA se realizó en 2003. Es probablemente el secreto mejor guardado en la administración Chávez. Nadie lo conoce. Lamentablemente, con la ausencia de información no es posible analizar el desempeño de nuestros estudiantes, maestros y escuela. Tenemos, no queda duda, un sistema educativo al garete, que pierde oportunidades y recursos.
Lo anterior no es la norma. Otros países informan sobre los logros educativos. En el sitio web del Ministerio de Educación de Chile, por ejemplo, se indica que los estudiantes de octavo grado, en promedio, aumentaron tres puntos en matemáticas y seis puntos en ciencias naturales entre el año 2000 y 2004.
Mientras otros avanzan, nosotros ni siquiera sabemos dónde estamos. Todo ello es especialmente grave cuando los que se quedan atrás son nuestros niños y adolescentes. Es la incompetencia en su máxima expresión.
Politemas, Tal Cual, 29 de marzo de 2006
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