El presidente Chávez tiene una gran preocupación. Sabe que en la calle se respira un ambiente de decepción con el actual gobierno. Para una mayoría creciente de venezolanos, el gobierno luce cansado, sin ideas, sin éxitos que ofrecer. El gobierno actual se ha convertido en un “periódico de ayer”, sin noticias, sin emoción.
Lo que se respira en la calle ya tiene su impacto en las mediciones de opinión pública. La caída en la aceptación del gobierno ha sido proporcional a la escasez de leche en los anaqueles, a las muertes violentas sin freno, a la inmadurez en el manejo de las relaciones internacionales, a la caída de los mecanismos clientelares.
Todo eso lo sabe el presidente Chávez. Las fuentes de información disponibles en el Alto Gobierno no dejan lugar a dudas: el actual gobierno está en una encrucijada fundamental. El 23 de noviembre, día aprobado por el CNE para la elecciones estadales y municipales, es el día de la verdad para el actual gobierno. Ese día puede manifestarse en las urnas electorales lo que ya se respira en la calle: la mayoría del país ya no acompaña las ilusiones antimodernas y empobrecedoras del actual gobierno. El presidente Chávez sabe, político zamarro al fin, que sus días de encantamiento han pasado. Sabe también que necesita una estrategia para tratar de emparejar las acciones.
La estrategia de última hora que desarrolla el gobierno del presidente Chávez tiene al menos tres aspectos claves. El primero de ellos es reconocer la importancia de la coyuntura. Desde finales del año pasado, el propio presidente Chávez ha insistido sistemáticamente en la importancia de estos comicios.
El segundo aspecto es crear en sus seguidores una sensación de “vida o muerte” con respecto a las elecciones de fin de año. Repite incesantemente que de ganar las elecciones esta nueva mayoría, obviamente opositora a lo que ha sido el actual gobierno, esto significaría el fin de la “paz”. En esta semana, el presidente Chávez ha instado a sus seguidores a ganar las elecciones para “garantizar la paz del país”. Sin embargo, no queda inadvertida que esta estrategia del presidente Chávez en realidad es una táctica disuasiva. No se trata del país, se trata de él. De los miedos que él siente. Es por ello que no pierde oportunidad para insistir que “la oposición no quiere esperar" y que “ellos vienen por mí". También señaló: “quieren sacar a Chávez del Gobierno para luego adueñarse de Venezuela otra vez".
Con todo lo anterior queda claro que al presidente Chávez le importa muy poco el porvenir de la llamada “revolución bonita”. Lo que está en juego para él es su propia sobrevivencia, de allí las angustias que siente. Angustias poco fundamentadas en la realidad porque es evidente que lo que está planteado en Venezuela es el respeto estricto a todos mecanismos institucionales previstos en la Constitución de 1999. Según esos mecanismos, el gobierno del presidente Chávez termina en febrero de 2013, luego de elegir a su sucesor en diciembre de 2012.
Es por ello que el tercer aspecto de la estrategia del presidente Chávez es minimizar el rol de los gobernadores y alcaldes. No cabe duda que esos candidatos sólo serán seleccionados si no ponen en juego los intereses políticos del actual Jefe de Estado. En un reciente Aló Presidente llegó a señalar que los candidatos oficialistas debían presentar programas que debían servir para cumplir el “plan de Chávez”. No se trata de las mejores soluciones a los problemas de la gente, se trata de las mejores soluciones a los problemas de sobrevivencia del actual gobierno. Muy poco atractivo para salir con éxito de la encrucijada.
Politemas, Tal Cual, 26 de marzo de 2008
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