Al día de hoy, 4 de agosto de 2020, en Corea del Sur se han reportado 0,6 casos de covid-19 por cada millón de habitantes, es decir, 34 casos en una población de 51 millones de personas. Si se compara con los 27 países de la Unión Europea, Corea del Sur tiene menos casos diarios que cada uno de ellos. En Alemania, por ejemplo, el número de casos es catorce veces mayor. El de Francia es casi treinta veces. El de España es casi 100 veces. De manera que Corea del Sur ha logrado un objetivo fundamental en el control de la pandemia: que el número de casos sea el menor posible. Porque si se toman las medidas para minimizar el número de casos, garantizando el diagnóstico rápido y la detección de los contactos, entonces habrá también menos pacientes complicados y menos muertes. Es así de simple, y así también de difícil cuando no existen las capacidades para realizar esas políticas. Cuando el tamaño de la brecha de políticas impide esos resultados.
El menor número de casos de covid-19 por millón de habitantes en Corea del Sur también tiene su efecto en la mortalidad. Solo dos países de la Organización de Cooperación Económica y Desarrollo (OECD, por sus siglas en inglés), tienen menos mortalidad por covid-19 que Corea del Sur: Eslovaquia y Nueva Zelanda. Pero en ambos países, las medidas implementadas para el control fueron de mayor rigurosidad en la fase más crítica. En Eslovaquia el número de casos es actualmente siete veces superior al de Corea del Sur. Otra razón de peso para seleccionar a Corea del Sur como referencia, es el hecho de ser la cuarta economía del mundo con mayor diversificación productiva.
También la brecha de Corea del Sur con América Latina es inmensa. Todos los países de la región ya tienen tasas de mortalidad por covid-19 superiores a la de Corea del Sur. La de Perú es más de 100 veces superior. Las de Chile y Brasil entre ochenta y noventa veces. El número de casos diarios también es superior en todos los países de la región con respecto al de Corea del Sur. En Panamá es 400 veces superior, en Brasil más de 350 veces.
Un hecho muy diferenciador del desempeño de Corea del Sur, comparado con la Unión Europea, o con América Latina, es que, desde el 14 de marzo, apenas 8 días después de tener el máximo, el número de casos diarios se ha mantenido por debajo de 4 casos por millón, y desde el 4 de abril se encuentra por debajo de 2 casos por millón. Este indicador es reflejo de la persistencia y continuidad en la aplicación de las medidas de control de covid-19.
Los aspectos anteriores indican que la experiencia de Corea del Sur es muy relevante para extraer lecciones que permitan mejorar las políticas de control de covid-19 en el ámbito de América Latina. No solamente en lo correspondiente a la pandemia, sino en general con respecto a las políticas para el control de enfermedades infecciosas.
Considerar a Corea del Sur como una referencia para estimar la brecha de políticas, es muchas veces contrarrestado con el argumento de que es una realidad muy diferente a la de los países de América Latina, tanto en lo cultural como en lo político y económico. Este argumento obvia el hecho de que Corea del Sur era hace sesenta años muy diferente a lo que se consideraba como ortodoxo desde la perspectiva del desarrollo. Corea del Sur tenía menos condiciones materiales (diez veces menos ingreso per cápita que Venezuela, por ejemplo), con peores indicadores sociales, y con mucho deterioro productivo a consecuencia de la guerra con Corea del Norte. Si en esa época se hubieran aplicado los mismos criterios de las diferencias insalvables, es muy poco probable que Corea del Sur se hubiera convertido en una de las sociedades de mayor complejidad en el mundo en las últimas décadas.
De allí que sea de especial relevancia conocer en detalle la aproximación de Corea del Sur a las políticas de control de covid-19. Dos aspectos condicionantes muy significativos son los efectos de las anteriores epidemias de SARS y MERS, y las acciones tomadas para fortalecer la capacidad en el control de enfermedades infecciosas, como fueron la formación de recursos humanos, y la consolidación de instituciones de prestación de servicios y de investigación.
El primer caso de covid-19 fue registrado en Corea del Sur el 20 de enero. La primera medida que se tomó fue la recomendación de la cancelación de eventos públicos el 31 de enero. Al día siguiente se inició una campaña de información sobre covid-19 a través de medios de comunicación. El 3 de febrero se pone en vigencia el cierre de escuelas en algunos niveles educativos. Al día siguiente (4 de febrero) se prohíbe la llegada de viajes internacionales provenientes de países de alto riesgo. El 5 de febrero se aprueba el cierre de todas las escuelas, con lo cual el Índice de Rigurosidad de Políticas (IRP) se coloca en 31 (sobre un máximo de 100), de acuerdo con el seguimiento de políticas de control de covid-19 que realiza la Escuela de Gobierno Blavatnik de la Universidad de Oxford.
El 21 de febrero, al duplicarse el número de casos diarios, se ordena la prohibición de los eventos públicos y de las reuniones de más de 1.000 personas. En esta fecha el IRP asciende a 45. El 23 de febrero se registran 256 casos de covid-19. Ese día se aprueba el primer nivel de confinamiento (recomendación de no salir de los hogares). Al día siguiente se aprueba la recomendación de cierre de sitios de trabajo y el teletrabajo, de manera que el IRP se eleva a 56. Este es el nivel de rigurosidad que está vigente el 29 de febrero (día del máximo de casos), y que se mantiene hasta el 20 de marzo, cuando ya se había la tasa de casos a la quinta parte.
El aumento del nivel de confinamiento (solo salidas para actividades esenciales) y las restricciones para los desplazamientos internos, se aprueban el 21 de marzo cuando la tasa de casos diarios estaba en 2 por millón de habitantes. En este día el IRP aumenta a 69 y llega a 76 al día siguiente cuando se restringe la actividad de las empresas (solo algunos sectores quedan abiertos). Esta rigurosidad aumenta a 82 con el completo cierre de empresas el día 6 de abril, pero solo por 14 días. El 18 de abril, cuando la tasa de casos diarios se había mantenido por varios días en 0,5 por millón de habitantes, se comienza la desescalada con la reversión del cierre de las empresas. Tal pareciera que esa era la tasa de casos diarios que se había fijado como objetivo del control.
El 29 de mayo, ante un aumento de casos (de 0,4 a 0,8 por millón) se reinstala el cierre de escuelas (se mantiene hasta hoy), así como la cancelación de eventos públicos y la reducción de las reuniones a menos de 10 personas. Al 30 de julio se mantenía el cierre general de escuelas, aunque está administrado por zonas, así como las restricciones al funcionamiento normal de las empresas. También se recomienda que las personas no salgan de los hogares y que eviten los desplazamientos internos. Solo están autorizadas reuniones de menos de 10 personas, y existe recomendación de no realizar eventos públicos. Dadas estas restricciones, se pueden explicar las estimaciones de la disminución del crecimiento para 2020 (por más de 3%), aunque mucho menor que las de la Unión Europea o Estados Unidos.
El éxito de Corea del Sur en el control de covid-19 está basado en notables capacidades para combinar y ajustar medidas en secuencia, y de manera oportuna, así como la realización del despistaje de contactos en todos los casos, y la implementación de un programa de apoyo al ingreso de las familias (equivalente a menos del 50% del salario mensual promedio, tanto para personas que laboran en el sector formal como no formal). La comparación de estos aspectos en los países de América Latina permite establecer las dimensiones de la brecha de políticas que determina que el control de la pandemia no se haya producido todavía en la región.
Politemas, Tal Cual, 5 de agosto de 2020
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