Diez años tuvieron que pasar. La conversión que sufrió el golpismo del año 1992, pasando por el abstencionismo de mediados de los noventa, terminó en la utilización del “camino democrático” para acceder al poder. La suma del derrumbe del orden político y las demandas populares por cambio, lo llevaron efectivamente a gobernar desde Miraflores. Desde ese momento hasta ahora, el gobierno no ha hecho otra cosa que ir reduciendo progresivamente la calidad de nuestra democracia. Hasta el punto de que desde hace mucho tiempo ya no podría llamarse como tal. Durante todos estos años hubo ese “prurito” por mantener las formas. Por disfrazar de legalidad cualquier acto que atentara contra la Constitución y el Estado de Derecho. Hasta que no se pudo más.
Ante los acontecimientos de los últimos días, esto es, la propuesta de Ley de Delitos Mediáticos y el cierre de 34 emisoras de radio, no queda otra certeza de que el gobierno pasó la línea. Todo el deterioro de nuestras capacidades democráticas, liderado desde el gobierno a partir de 1999, siempre ha encontrado resistencia. Por tal razón el gobierno siempre ha perdido aliados. Millones de venezolanos han abandonado progresivamente al gobierno en sus deseos de convertirse en un régimen totalitario.
Esta resistencia que ha encontrado el gobierno en su proyecto totalitario ha sido permanente. Por diversidad de vías, desde las políticas, pasando por los medios de comunicación, por el estudiantado, por los trabajadores y empresarios, ni hablar de los intelectuales, se ha expresado esa resistencia. Hasta el punto de que a diez años de gobierno, hoy en día hay más venezolanos opuestos al proyecto totalitario que aquellos que lo apoyan.
Para un gobierno que aspira mandar para siempre, esto es inaceptable. Hay que enfilar todas las baterías para “someter” a la sociedad. Se trata, tal como lo ha dicho con claridad el Presidente de la República, de crear un país “virtual”. Esto es, donde los problemas no salgan por los medios, hasta el punto que cada ciudadano considere que las deficiencias de los servicios, o la inseguridad, o la falta de empleo, o el aumento de la pobreza, sólo le pasan a él. En el resto de ese país virtual las cosas funcionan perfectamente. Cada ciudadano empieza a sentir que quizás las cosas no están tan mal por cuanto no oye muchas críticas ni disidencias. Es evidente que esta lógica totalitaria ya tiene plena entidad en el actual gobierno. Se trata de construir una sociedad en la que prevalezca una sola visión, una sociedad completamente subyugada.
Es por ello inaceptable para los líderes de la “revolución” que el espectro de comunicación tenga 240 emisoras que difundan, aunque sea en pocas horas o minutos, una visión diferente de las cosas. Eso significa, en la lógica totalitaria, dejar pasar ideas o mensajes que contribuyen a la disidencia y a la diversidad. Es por ellos que derechos a la libertad de expresión y de información no están en el glosario del totalitarismo, todo lo contrario.
Todo indica que en las próximas semanas las baterías se enfilarán contra las 206 emisoras restantes. También es lógico presagiar que en los próximos días se aprobará la ignominiosa Ley de Delitos Mediáticos. Por parte del gobierno se trata de encontrar el momento preciso, generalmente cuando se acerca la noche, para ejecutarlas. Por parte de los sectores democráticos, que no aceptan que Venezuela se convierta en una sociedad totalitaria, se trata de decir con claridad que estamos ante un gobierno que ya tiene prurito en reconocerse como anti-democrático.
Ante los acontecimientos de los últimos días, esto es, la propuesta de Ley de Delitos Mediáticos y el cierre de 34 emisoras de radio, no queda otra certeza de que el gobierno pasó la línea. Todo el deterioro de nuestras capacidades democráticas, liderado desde el gobierno a partir de 1999, siempre ha encontrado resistencia. Por tal razón el gobierno siempre ha perdido aliados. Millones de venezolanos han abandonado progresivamente al gobierno en sus deseos de convertirse en un régimen totalitario.
Esta resistencia que ha encontrado el gobierno en su proyecto totalitario ha sido permanente. Por diversidad de vías, desde las políticas, pasando por los medios de comunicación, por el estudiantado, por los trabajadores y empresarios, ni hablar de los intelectuales, se ha expresado esa resistencia. Hasta el punto de que a diez años de gobierno, hoy en día hay más venezolanos opuestos al proyecto totalitario que aquellos que lo apoyan.
Para un gobierno que aspira mandar para siempre, esto es inaceptable. Hay que enfilar todas las baterías para “someter” a la sociedad. Se trata, tal como lo ha dicho con claridad el Presidente de la República, de crear un país “virtual”. Esto es, donde los problemas no salgan por los medios, hasta el punto que cada ciudadano considere que las deficiencias de los servicios, o la inseguridad, o la falta de empleo, o el aumento de la pobreza, sólo le pasan a él. En el resto de ese país virtual las cosas funcionan perfectamente. Cada ciudadano empieza a sentir que quizás las cosas no están tan mal por cuanto no oye muchas críticas ni disidencias. Es evidente que esta lógica totalitaria ya tiene plena entidad en el actual gobierno. Se trata de construir una sociedad en la que prevalezca una sola visión, una sociedad completamente subyugada.
Es por ello inaceptable para los líderes de la “revolución” que el espectro de comunicación tenga 240 emisoras que difundan, aunque sea en pocas horas o minutos, una visión diferente de las cosas. Eso significa, en la lógica totalitaria, dejar pasar ideas o mensajes que contribuyen a la disidencia y a la diversidad. Es por ellos que derechos a la libertad de expresión y de información no están en el glosario del totalitarismo, todo lo contrario.
Todo indica que en las próximas semanas las baterías se enfilarán contra las 206 emisoras restantes. También es lógico presagiar que en los próximos días se aprobará la ignominiosa Ley de Delitos Mediáticos. Por parte del gobierno se trata de encontrar el momento preciso, generalmente cuando se acerca la noche, para ejecutarlas. Por parte de los sectores democráticos, que no aceptan que Venezuela se convierta en una sociedad totalitaria, se trata de decir con claridad que estamos ante un gobierno que ya tiene prurito en reconocerse como anti-democrático.
Politemas, Tal Cual, 5 de agosto de 2009
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