La importancia de México en el contexto global es cada día más creciente. Su interacción en múltiples áreas del escenario global coloca a México como una referencia de primer orden en los temas del desarrollo, especialmente por el efecto que tienen sus políticas tanto en el ámbito de la región de América Latina como en otros contextos. La elección de Andrés Manuel López Obrador y el inicio del gobierno que encabezará desde finales de este año, constituyen oportunidades para ponderar las posibles tendencias en las políticas públicas de México ya entrando en la tercera década del siglo XXI.
Para ello una evidencia de primer orden es lo difundido en la campaña electoral como programa de gobierno. Si bien es cierto que no se puede asegurar que lo establecido en un programa de gobierno sea inmodificable, o que incluso en muchos casos no esté relacionado con las políticas que finalmente se decidan, también es un hecho que lo escrito es una demostración de las ideas que los grupos y asesores, y el propio candidato, consideraron relevantes para convencer al electorado de que era la mejor opción.
Pocos días después de la elección de López Obrador se publicó un documento intitulado “Andrés Manuel López Obrador: Equipo de trabajo y agenda”, el cual contiene las ideas centrales de la gestión 2018-2024. Este documento es a su vez un resumen de una publicación más extensa “Proyecto de Nación 2018-2024”, presentada a finales de 2017. Llama la atención en ambos documentos la ausencia de una sección dedicada a condensar los principales postulados de la próxima gestión de gobierno. Más bien se detallan sectores sin mayor articulación.
Una opción alternativa para el análisis, es indagar la forma de tratar temas claves en la actualidad, especialmente para la gestión de los gobiernos en todo el mundo. Dentro de estos temas se seleccionaron “sociedad del conocimiento”, “complejidad económica” e “inteligencia artificial”. Estos términos son en buena medida expresión de las tareas fundamentales que se deben emprender en los países para alcanzar grados sostenibles de desarrollo, y especialmente, para garantizar el mayor nivel de bienestar y riquezas. Pues bien, el término “sociedad del conocimiento” no aparece mencionado una sola vez en el documento del equipo de trabajo y agenda (de 117 páginas de extensión). En el documento ampliado, de 461 páginas, el término “sociedad del conocimiento” aparece mencionado una sola vez (en la página 94). La mención realizada condiciona el desarrollo de la “sociedad del conocimiento” a la inversión que se realice en ciencia y tecnología, cuando ya se sabe que solo a través de una transformación general de la sociedad es posible avanzar en esa dirección. Más aún, se coloca la meta en 1% del PIB para ciencia y tecnología cuando los países punta asignan cuatro o cinco veces más.
En el caso de “complejidad económica” e “inteligencia artificial” no se encontró ni una sola mención en ambos documentos. Estos términos son claves por cuanto la dinámica del desarrollo, ya avanzado el siglo XXI, indica que la diversificación y la creación de tecnologías en los niveles más avanzados constituyen los procesos más relevantes a escala global. Es llamativa la ausencia de esas menciones, muy probablemente porque no se han concebido ni siquiera como problemas a enfrentar con adecuadas políticas públicas. Estas ausencias son más marcadas cuando se observan los lineamientos de políticas. Se menciona en ellos: erradicación de la corrupción, combate a la pobreza, recuperación de la paz, viabilidad financiera y austeridad, equidad de género, desarrollo sostenible y buen vivir, reconstrucción nacional, todos temas de gran importancia pero que requieren una definición del tipo de futuro para México, especialmente el que está basado en estadios superiores de conocimiento.
México vuelve al pasado, es decir, a las políticas que miran más bien al siglo XX, cuando en realidad tiene los avances más sostenidos en complejidad económica de los países de América Latina. De hecho, de acuerdo con las cifras del Observatorio de Complejidad Económica del MIT para 2016, México es el país con mayor índice de complejidad económica en la región, cercano a “1” (Japón tiene el máximo con 2,29), ocupando el lugar 25 en el mundo. Este índice se ha mantenido cercano a “1” (incluso superior en algunos años) desde 2000. Las políticas que se deducen del programa de gobierno de López Obrador van en la dirección contraria a los avances obtenidos por México en complejidad económica. Más que volver al pasado, México debería implementar las políticas necesarias para convertirse en una sociedad en los diez primeros lugares en complejidad en el mundo. Esperemos que la realidad se atraviese con todas sus dimensiones para impedir la vuelta de México al siglo XX.
Politemas, Tal Cual, 15 de agosto de 2018
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