El gobierno ha puesto a circular la noticia de que en Venezuela “no hay hambre”. Se repite sin cesar. Se pronuncia la frase en las concentraciones públicas y en los actos informativos del gobierno. Se dice con insistencia, para que con sólo mencionarlo, la frase se convierta en realidad. Los objetivos electorales permiten todo eso. Hasta construir un mundo de fantasías.
Cualquier venezolano que transite por nuestras calles y avenidas sabe que el hambre galopa. Cualquiera que haga mercado en estos tiempos sabe que hoy compra menos que lo que compraba hace un año. Cualquiera que se haga preguntas puede imaginarse cómo será la capacidad de compra de alimentos, especialmente en los estratos de menores ingresos de la población.
Las intuiciones del ciudadano común son comprobadas a través de los medios de medición oficiales. La última encuesta de hogares realizada por el INE en el año 2009, indica que más de dos millones de venezolanos no tienen ingresos suficientes para cubrir la compra de alimentos. Esas cifras no son exageraciones de los críticos del gobierno. Son, insistimos, las propias cifras oficiales.
Las cifras no paran allí. Una mirada al sitio web del Ministerio del Poder Popular para la Planificación y Finanzas nos revela que la desnutrición afecta mucho a nuestros niños. Las últimas cifras oficiales corresponden al año 2007. Para ese momento el 18,42% de los niños entre 7 y 14 años presentaba desnutrición. En el grupo de los niños entre 2 y 6 años el porcentaje asciende a 20, 44. En los menores de dos años el 11,29% está desnutrido.
Lo más llamativo es la cifra de recién nacidos de bajo peso al nacer. El porcentaje de niños de bajo peso al nacer en 2007 era 8,91. Superior al presentado en 1999 (8,37%). En los años 2005 y 2006 el porcentaje de niños con bajo peso al nacer sobrepasó el 9%. Este último indicador nos señala que la atención a la mujer embarazada está pasando por una de las peores épocas.
Las cifras corresponden al año 2007. En pleno “boom” de ingresos de los miles de millones de dólares provenientes del petróleo. Ya ese “boom” finalizó. Cabe preguntarse por las condiciones de vida de la población cuando ha aumentado la inflación y el desempleo, y la economía ha entrado en recesión. Es obvio que esta situación ha empeorado. Las restricciones económicas traen caídas del ingreso de las familias, y eso significa menor capacidad de compra de alimentos.
Desde comienzos del año pasado, cuando se sabía que nos vendría una caída importante del ingreso, el gobierno ha debido implementar un programa de subsidios de alimentos a los sectores más vulnerables. No lo hizo. En consecuencia, se han sumado dos circunstancias: las debilidades del sistema de protección social, y la caída de la actividad económica. Hoy hay mucha hambre. El gobierno no puede negarlo de manera tan irresponsable.
Cualquier venezolano que transite por nuestras calles y avenidas sabe que el hambre galopa. Cualquiera que haga mercado en estos tiempos sabe que hoy compra menos que lo que compraba hace un año. Cualquiera que se haga preguntas puede imaginarse cómo será la capacidad de compra de alimentos, especialmente en los estratos de menores ingresos de la población.
Las intuiciones del ciudadano común son comprobadas a través de los medios de medición oficiales. La última encuesta de hogares realizada por el INE en el año 2009, indica que más de dos millones de venezolanos no tienen ingresos suficientes para cubrir la compra de alimentos. Esas cifras no son exageraciones de los críticos del gobierno. Son, insistimos, las propias cifras oficiales.
Las cifras no paran allí. Una mirada al sitio web del Ministerio del Poder Popular para la Planificación y Finanzas nos revela que la desnutrición afecta mucho a nuestros niños. Las últimas cifras oficiales corresponden al año 2007. Para ese momento el 18,42% de los niños entre 7 y 14 años presentaba desnutrición. En el grupo de los niños entre 2 y 6 años el porcentaje asciende a 20, 44. En los menores de dos años el 11,29% está desnutrido.
Lo más llamativo es la cifra de recién nacidos de bajo peso al nacer. El porcentaje de niños de bajo peso al nacer en 2007 era 8,91. Superior al presentado en 1999 (8,37%). En los años 2005 y 2006 el porcentaje de niños con bajo peso al nacer sobrepasó el 9%. Este último indicador nos señala que la atención a la mujer embarazada está pasando por una de las peores épocas.
Las cifras corresponden al año 2007. En pleno “boom” de ingresos de los miles de millones de dólares provenientes del petróleo. Ya ese “boom” finalizó. Cabe preguntarse por las condiciones de vida de la población cuando ha aumentado la inflación y el desempleo, y la economía ha entrado en recesión. Es obvio que esta situación ha empeorado. Las restricciones económicas traen caídas del ingreso de las familias, y eso significa menor capacidad de compra de alimentos.
Desde comienzos del año pasado, cuando se sabía que nos vendría una caída importante del ingreso, el gobierno ha debido implementar un programa de subsidios de alimentos a los sectores más vulnerables. No lo hizo. En consecuencia, se han sumado dos circunstancias: las debilidades del sistema de protección social, y la caída de la actividad económica. Hoy hay mucha hambre. El gobierno no puede negarlo de manera tan irresponsable.
Politemas, Tal Cual, 24 de marzo de 2010