Grande tiene que ser la desconexión entre el presidente Chávez y la realidad del país. Inmensa, puede decirse. Lo suficiente para que haya dicho, sin mayor desparpajo, que en Venezuela no hay hambre. También cabe que haya lanzado la mentira para distraer, para transmitir la falsa creencia.
Lo cierto del caso es que la frase fue muy clara. Según el Presidente, en Venezuela sencillamente no hay hambre. Cree que el hambre sube en todas partes, pero no acá en el país. Señala que la alimentación es “sagrada”. El juicio anterior, por supuesto, se hace sin ninguna evidencia, no hay fuentes, ni datos. Simplemente lo dice el Presidente y todos lo deben aceptar.
Lo primero que llama la atención es que las fuentes de información sobre el tema ya no están disponibles. Desaparecieron de la web. De hecho, los últimos datos oficiales corresponden al año 2007. “Nada más” un retraso de casi cuatro años. Por otro lado, las pocas fuentes disponibles son contradictorias. Hace poco más de un año, el propio gobierno reconocía que existía un déficit nutricional que afectaba al 3,7% de la población de menores de cinco años. Y citaban que la fuente era el Instituto Nacional de Nutrición. Y para ello señalaban que el indicador seleccionado para la comparación era el peso para la edad de los niños.
Lo cierto del caso es que tal indicador no es el más adecuado para medir la desnutrición. Se utiliza especialmente para los niños menores de un año. Para remate, las cifras que se encuentran en los informes oficiales del INN de 2007 (últimas disponibles) son muy diferentes a las señaladas con insistencia por parte del gobierno. El déficit es casi tres veces más, exactamente 11,2% en los menores de dos años. En el caso de la desnutrición crónica, la que ha dejado ya efectos en la talla de los niños, alcanza al 30% de los que se tienen entre 7 y 14 años.
Es obvio que la Venezuela del hambre no tiene cabida en la realidad del Presidente. Probablemente para escapar de ella se acude a la exageración y al invento. Por supuesto eso no resuelve para nada las condiciones concretas de millones de niños venezolanos que están en situación de déficit nutricional. Y más grave aún es que las últimas cifras disponibles sean las de 2007. No hay forma de conocer al día de hoy cómo ha evolucionado este problema.
Las consecuencias son más que evidentes. El rendimiento de nuestros estudiantes está claramente condicionado por la disponibilidad de alimentos. Cuando no existen en el hogar, es deber del gobierno facilitarlo en las escuelas. De lo contrario se estimula la deserción escolar y se incrementa la desigualdad de oportunidades. Todo esto es lejano a los responsables de la política del gobierno en esta materia. Inaceptable en un país que recibirá este año más de 70.000 millones de dólares en ingresos por venta de barriles de petróleo.
Lo cierto del caso es que la frase fue muy clara. Según el Presidente, en Venezuela sencillamente no hay hambre. Cree que el hambre sube en todas partes, pero no acá en el país. Señala que la alimentación es “sagrada”. El juicio anterior, por supuesto, se hace sin ninguna evidencia, no hay fuentes, ni datos. Simplemente lo dice el Presidente y todos lo deben aceptar.
Lo primero que llama la atención es que las fuentes de información sobre el tema ya no están disponibles. Desaparecieron de la web. De hecho, los últimos datos oficiales corresponden al año 2007. “Nada más” un retraso de casi cuatro años. Por otro lado, las pocas fuentes disponibles son contradictorias. Hace poco más de un año, el propio gobierno reconocía que existía un déficit nutricional que afectaba al 3,7% de la población de menores de cinco años. Y citaban que la fuente era el Instituto Nacional de Nutrición. Y para ello señalaban que el indicador seleccionado para la comparación era el peso para la edad de los niños.
Lo cierto del caso es que tal indicador no es el más adecuado para medir la desnutrición. Se utiliza especialmente para los niños menores de un año. Para remate, las cifras que se encuentran en los informes oficiales del INN de 2007 (últimas disponibles) son muy diferentes a las señaladas con insistencia por parte del gobierno. El déficit es casi tres veces más, exactamente 11,2% en los menores de dos años. En el caso de la desnutrición crónica, la que ha dejado ya efectos en la talla de los niños, alcanza al 30% de los que se tienen entre 7 y 14 años.
Es obvio que la Venezuela del hambre no tiene cabida en la realidad del Presidente. Probablemente para escapar de ella se acude a la exageración y al invento. Por supuesto eso no resuelve para nada las condiciones concretas de millones de niños venezolanos que están en situación de déficit nutricional. Y más grave aún es que las últimas cifras disponibles sean las de 2007. No hay forma de conocer al día de hoy cómo ha evolucionado este problema.
Las consecuencias son más que evidentes. El rendimiento de nuestros estudiantes está claramente condicionado por la disponibilidad de alimentos. Cuando no existen en el hogar, es deber del gobierno facilitarlo en las escuelas. De lo contrario se estimula la deserción escolar y se incrementa la desigualdad de oportunidades. Todo esto es lejano a los responsables de la política del gobierno en esta materia. Inaceptable en un país que recibirá este año más de 70.000 millones de dólares en ingresos por venta de barriles de petróleo.
Politemas, Tal Cual, 26 de octubre de 2011