Los venezolanos viven horas de gran angustia e incertidumbre. Los efectos del apagón del 7 de marzo seguirán presentes en las próximas semanas y meses, especialmente por la inestabilidad del servicio eléctrico, agregado a las restricciones de agua y saneamiento, y telecomunicaciones. Estas limitaciones se suman a las que existían antes del apagón. Hay zonas del país en las que las restricciones de servicios llevan varios años. Esta situación, ya bastante crítica, se sobrepone a la destrucción sistemática de capacidad productiva derivada de la hiperinflación que ya alcanzó 16 meses. Si a todas estas penurias se añade la situación política, no resulta difícil explicar las condiciones tan adversas que enfrenta la sociedad.
En estas circunstancias, el futuro de las familias venezolanas queda reducido a lo que pueda pasar en la siguiente hora, o en el próximo día. Mucho menos pensar en la próxima semana o en el próximo mes. La paradoja es que en la medida que los tiempos del futuro sean más cortos, en esa misma medida el futuro se hace menos sostenible. Cabe preguntarse entonces, ¿cómo han hecho otros países en circunstancias parecidas?, ¿cómo se han aproximado a identificar los rasgos de un mejor futuro? Es necesario encontrar esas pistas, so pena de que el futuro siga siendo de muy corto plazo.
Una primera referencia, a finales del siglo XIX, fue Japón. Para esa época, la élite política japonesa, con el Emperador a la cabeza, tenía la convicción de que el país estaba aislado, resultaba lejano para el resto del mundo, y, además, al margen de los progresos que la industrialización estaba facilitando en Estados Unidos y Europa. Decidieron entre 1871 y 1873 enviar emisarios a conocer lo que estaba pasando en los países de mayor interés. Por ello se realizó la Misión Iwakura, llamada así por el diplomático que la dirigió. En poco menos de dos años viajaron a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Bélgica, Holanda, Rusia, Alemania, Prusia, Dinamarca, Suecia, Bavaria, Austria, Italia, Suiza. En el viaje de regreso también estuvieron en otros países de África y Asia. Producto de lo que vieron en esos países, especialmente el efecto que tenía el proceso de industrialización en el modo de vida, escribieron un reporte muy detallado que fue el fundamento para los cambios que Japón implementó para convertirse en una de las economías más industrializadas del mundo en el siglo XX.
La segunda referencia es más cercana en el tiempo. Luego de la Revolución Cultural en China, las perspectivas para el progreso no podían ser menos atractivas. Prácticamente habían desaparecido universidades y centros de tecnología, la economía estaba empobrecida. El fallecimiento de Mao Tse Tung, abrió la posibilidad para introducir cambios manteniendo un sistema político cerrado y autoritario. Los cambios se visualizaban más en la dinámica económica y en la inserción de China en la globalización.
En 1978, incorporado Deng Xiaoping al gobierno de Hua Guofeng, se realizaron cuatro viajes con delegaciones de alto nivel a aquellos países que el liderazgo chino consideraba que eran experiencias que debían ser conocidas en profundidad. Los primeros viajes se realizaron a Rumania y Yugoeslavia, en Europa Oriental, a Hong Kong y a Japón. El viaje de mayor influencia fue a Europa Occidental (Alemania, Suiza, Francia, Dinamarca y Bélgica). El desarrollo de las empresas y los efectos de la tecnología en las sociedades europeas occidentales, fue de gran impacto para los funcionarios chinos. A su regreso, elaboraron reportes que fueron la base de los cambios que comenzaron a ponerse en práctica a finales de 1978 y que marcaron el rumbo de la gran transformación de China en los siguientes cuarenta años. Hoy sabemos que los países seleccionados para esos viajes, estaban entre las economías con mayor complejidad en el mundo, esto es, de mayor diversidad para producir.
En un resumen del efecto que los cuatro viajes habían tenido para visualizar la brecha de la sociedad china en el mundo, Deng Xiaoping señaló: “el punto central es: debemos reconocer que estamos rezagados, que muchas de las maneras de hacer las cosas son inapropiadas, que necesitamos cambiar.” Los venezolanos de hoy no tienen que viajar a ninguna parte para estar de acuerdo con esa frase. Pero si es importante colocar el punto de partida: estamos rezagados, necesitamos cambiar. Ahora bien, ¿en qué dirección?, ¿qué tipo de cambios hay que introducir?
Ya terminando la segunda década del siglo XXI, las experiencias concretas están más a nuestro alcance. La información es mayor y la capacidad de análisis también. Las sociedades que tienen mayor diversidad productiva, es decir, que son más sostenibles, de acuerdo con el Observatorio de Complejidad Económica del MIT y del Atlas de Complejidad Económica de la Universidad de Harvard son: Japón, Suiza, Alemania, Singapur, Suecia, Corea del Sur, Estados Unidos, Finlandia, República Checa, Austria. Alcanzar un futuro mejor para los venezolanos de ahora y de los próximos años, requiere un esfuerzo sistemático para aprender de estos países, por identificar lo que puede funcionar en nuestro contexto, y lo que puede aplicarse con modificaciones, y también lo que es inadecuado. Para que el futuro deje de ser de incertidumbre y angustias, debemos esforzarnos por apuntar a metas que hoy pueden parecer lejanas pero que son las que irán requiriendo que avancemos con más efectividad. El futuro lo debemos empezar a construir ahora.
Politemas, Tal Cual, 20 de marzo de 2019
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