No hay que ir muy lejos. Se puede aprender de la experiencia de países vecinos cuando se trata de cambios en la orientación de las sociedades. Guyana y Venezuela son países muy diferentes. En todos los planos, histórico, cultural, político, económico, social, solo por decir algunos. Comparten el hecho de ser países caribeños, tropicales, pero con muchas diferencias. Vale señalar, solo como ejemplo, que la población de Guyana todavía no alcanza el millón de habitantes comparado con los casi 32 millones de Venezuela. Sin embargo, existen similitudes que cobran especial relevancia ante el avance de la catástrofe social y económica que afecta a los venezolanos.
Hasta la fecha, Guyana y Venezuela son de los pocos países que han sufrido recesiones de cinco años de duración. Aunque ya la recesión venezolana se encuentra en el sexto año, esperemos que no sea así cuando cierre 2019. A pesar de tener la misma duración, la profundidad de ambas recesiones es muy diferente. La recesión de Guyana se inició en 1986 y concluyó en 1990. El promedio de reducción del PIB per cápita en esos años fue 2,86%, casi cuatro veces menos que el promedio de la caída de la actividad en la recesión de Venezuela entre 2014 y 2018. De hecho, la recesión de Venezuela, en términos de la proporción de pérdida del PIB, es una de las más grandes de la historia. Y de tener una caída de 7% en este año, la recesión de Venezuela sería la más profunda. Con todas esas letras.
También es muy diferente en ambas recesiones la evolución de la tasa de inflación. En Guyana la máxima tasa de inflación ocurrió en 1989 (exactamente 89,5%). Venezuela, al contrario, ya tiene casi 16 meses en hiperinflación. En el último mes de la hiperinflación, los precios han aumentado más del doble de lo que aumentaron en el año completo de la peor inflación en la recesión de Guyana.
Ahora bien, lo que si comparten ambas recesiones es el origen. Guyana era uno de los países caribeños con mayor desarrollo cuando alcanzó la independencia en 1966. Hasta 1988 se implementó en el país el llamado “socialismo cooperativo”, el cual consistió en que el Estado fue asumiendo empresas y servicios que se encontraban en manos privadas. Se nacionalizaron las empresas de azúcar, bauxita, así como medios de comunicación y transporte. En 1988 el gobierno de Guyana controlaba el 80% del comercio y el 85% de la inversión del país. Las pocas empresas privadas que quedaron fueron afectadas con elevados impuestos.
La “idea” del “socialismo cooperativo” era construir un Estado que alimentara, vistiera y le diera vivienda a toda la población. Así de simple. Para ello se implementaron las medidas económicas “clásicas” de este tipo de visiones: control de precios, control de divisas, sobrevaluación de la tasa de cambio, endeudamiento sin freno del gobierno. Y como corolario político, se tomaron medidas contra las libertades de expresión y participación. El lector tiene suficientes elementos para encontrar los parecidos con Venezuela.
Como consecuencia de estas grandes “ideas”, Guyana perdió la mitad del PIB per cápita entre 1966 y 1988. Hasta el punto que no tenía recursos para pagar la deuda externa en ese último año. Para salir de este inmenso atolladero, producto de las políticas públicas equivocadas, Guyana emprende en 1988 el Programa de Recuperación Económica (PRE). Este programa estableció como objetivo la transformación de Guyana en una economía abierta y moderna. Para ello se estableció un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), apoyado por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco de Desarrollo del Caribe, y una alianza de donantes bilaterales.
Bajo este programa se eliminaron los controles de precios, se estableció un régimen de cambio unificado y de libre mercado, se redujeron los aranceles de importación. También se introdujeron reformas en el empleo del sector público y en el sistema impositivo. Un amplio programa de privatizaciones permitió transferir muchas empresas del sector público. Se fortaleció la inversión pública en servicios e infraestructura. También se incluyó un programa para reducir el impacto social de las medidas. El dinero aportado por los donantes bilaterales permitió pagar compromisos multilaterales y renegociar la deuda externa. Como resultado de estas políticas públicas, Guyana pudo recuperar el crecimiento económico hasta el punto que fue 7% promedio anual entre 1991 y 1997. Dos años después del último año de recesión, Guyana igualó el PIB per cápita previo al período de estancamiento. La reactivación económica fue de especial significación en la agricultura, minería, y la manufactura.
Tres lecciones de la experiencia de Guyana son de especial relevancia para las medidas que deberán tomarse en Venezuela para superar la catástrofe económica y social en curso. En primer lugar, a diferencia de lo sucedido en Guyana, el programa de estabilización debe generar crecimiento económico (en los dos primeros años del programa en Guyana se mantuvo la recesión). La segunda lección deriva de las medidas de protección social. En Venezuela deben ser de mayores proporciones y ejecutarse desde el primer momento. El tercer aspecto es la orientación general de la modernización económica. En Guyana las limitaciones en la diversificación productiva ocasionaron que el crecimiento se haya reducido en la última década. En Venezuela, la adopción de una orientación hacia la diversificación, esto es, hacia la construcción de una sociedad del conocimiento, puede permitir que la transformación sea sostenible y generadora del mayor bienestar posible para los venezolanos en las próximas décadas.
Politemas, Tal Cual, 20 de febrero de 2019
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