No tendremos bienestar ni progreso sin buenos empleos. Si algún aprendizaje debe quedar de estos trece años es que la creación de empleos no puede ser el factor que nunca se menciona, la aspiración que no aparece. El actual gobierno construyó su propuesta sin considerar la solución permanente de la pobreza: contar con un empleo bueno, productivo, con beneficios sociales, que requiera formación y entrenamiento.
Las consecuencias están muy claras. El 50% de los empleos de los venezolanos son de baja productividad. El desmantelamiento de miles de empresas y la desaparición de los incentivos para la agregación de valor, ha conducido a la migración del capital humano y al deterioro de nuestras capacidades para producir bienes industrializados.
Para enfrentar los retos del desarrollo sostenido el próximo gobierno deberá señalar una clara ruta en la cual el objetivo de crear buenos empleos sea central. Ahora bien, la creación de empleos de calidad es una tarea exigente, que trasciende las circunstancias inmediatas y supone un esfuerzo deliberado para articular políticas en diferentes frentes de la acción pública. Un examen de la experiencia internacional nos indica que lleva tiempo. En el caso de Chile, por ejemplo, según la CEPAL, la reducción de 10% de empleos de baja productividad se extendió por dos décadas (1990-2009).
En el caso de Venezuela, parece razonable aspirar a un aumento de empleos productivos de 5% en los próximos seis años. Eso significa crear aproximadamente 1.500.000 empleos en áreas de alta y moderada productividad. Asumiendo que se crearán aproximadamente 2.400.000 empleos en total.
Para que ello sea posible hay medidas de corto plazo que asocian tanto las señales concretas de protección a la propiedad y a la inversión, como la afluencia real de recursos de los cuales pueda disponerse. Un factor que condicionará seguramente es la capacidad que se tenga para revertir el deterioro en equipos, instalaciones, pérdida de capital humano, así como en la implementación de los correctos incentivos. Todo lo anterior será mucho más viable si la economía cuenta con adecuadas reglas de funcionamiento, con menos desequilibrios.
Estas medidas de corto plazo deben combinarse con intervenciones más estructurales. Y ellas están vinculadas con las sinergias de inversión y utilización de recursos humanos en áreas de mayor productividad. Para ello es fundamental el impulso a las experiencias de formación convencional (las relacionadas con el sistema educativo), como a las que realizan en las propias empresas, y que deben concretarse en programas de entrenamiento y reentrenamiento de gran flexibilidad. Para que todo esto sea posible debemos fijar metas sociales de largo alcance. Comencemos con dos millones de buenos empleos en los próximos seis años. Será un gran paso.
Las consecuencias están muy claras. El 50% de los empleos de los venezolanos son de baja productividad. El desmantelamiento de miles de empresas y la desaparición de los incentivos para la agregación de valor, ha conducido a la migración del capital humano y al deterioro de nuestras capacidades para producir bienes industrializados.
Para enfrentar los retos del desarrollo sostenido el próximo gobierno deberá señalar una clara ruta en la cual el objetivo de crear buenos empleos sea central. Ahora bien, la creación de empleos de calidad es una tarea exigente, que trasciende las circunstancias inmediatas y supone un esfuerzo deliberado para articular políticas en diferentes frentes de la acción pública. Un examen de la experiencia internacional nos indica que lleva tiempo. En el caso de Chile, por ejemplo, según la CEPAL, la reducción de 10% de empleos de baja productividad se extendió por dos décadas (1990-2009).
En el caso de Venezuela, parece razonable aspirar a un aumento de empleos productivos de 5% en los próximos seis años. Eso significa crear aproximadamente 1.500.000 empleos en áreas de alta y moderada productividad. Asumiendo que se crearán aproximadamente 2.400.000 empleos en total.
Para que ello sea posible hay medidas de corto plazo que asocian tanto las señales concretas de protección a la propiedad y a la inversión, como la afluencia real de recursos de los cuales pueda disponerse. Un factor que condicionará seguramente es la capacidad que se tenga para revertir el deterioro en equipos, instalaciones, pérdida de capital humano, así como en la implementación de los correctos incentivos. Todo lo anterior será mucho más viable si la economía cuenta con adecuadas reglas de funcionamiento, con menos desequilibrios.
Estas medidas de corto plazo deben combinarse con intervenciones más estructurales. Y ellas están vinculadas con las sinergias de inversión y utilización de recursos humanos en áreas de mayor productividad. Para ello es fundamental el impulso a las experiencias de formación convencional (las relacionadas con el sistema educativo), como a las que realizan en las propias empresas, y que deben concretarse en programas de entrenamiento y reentrenamiento de gran flexibilidad. Para que todo esto sea posible debemos fijar metas sociales de largo alcance. Comencemos con dos millones de buenos empleos en los próximos seis años. Será un gran paso.
Politemas, Tal Cual, 14 de marzo de 2012
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