Los venezolanos pueden aspirar a un futuro en el cual no exista la pobreza extrema. Es una meta en la que todos estamos de acuerdo. Que actualmente existan 2.800.000 venezolanos que vayan a dormir sin tener acceso a los alimentos que requieren para una vida productiva, es inaceptable, especialmente cuando se han contado con cientos de miles de millones de dólares por concepto de venta de petróleo.
Imaginarse un país sin pobreza extrema obliga a definir las bases de un nuevo modelo de desarrollo. En el cual el acceso a las oportunidades de todas las familias sea el centro de las políticas públicas. Esto significa asociar las posibilidades productivas con un adecuado sistema de protección social. Y para ello se requiere identificar los riesgos individuales, familiares y colectivos que impiden el acceso universal a la satisfacción de servicios.
Aspirar a un país sin pobreza extrema requiere examinar nuestro desempeño previo. De acuerdo con cifras oficiales, el 10% de los venezolanos se encuentran en situación de pobreza extrema (los 2,8 millones ya señalados). A pesar de la propaganda del actual gobierno, la pobreza extrema no ha sido afectada por la política social. Más aún, la política social prácticamente no ha tenido relación con la pobreza. Esa es la razón por la cual los programas de protección social (las Misiones) no son reconocidos por los organismos internacionales, por ejemplo la Cepal. Fundamentalmente porque son programas que no tienen mecanismos definidos para otorgar los beneficios y, además, son utilizados con fines electorales y de exclusión política.
Es entonces evidente que para eliminar la pobreza extrema tenemos que hacer cosas totalmente diferentes a las que hacemos ahora. Y la primera es tomarnos en serio el asunto. Eso significa acordar que la eliminación de la pobreza extrema es un compromiso de toda la sociedad, para lo cual todos los sectores colocarán su aporte. Y entre ellos, con especial responsabilidad, el los gobiernos en todos los niveles. Esto supondrá relacionar los beneficios monetarios o de servicios, con la incorporación a programas condicionados, sean estos de salud, educación o de capacitación para el trabajo. De tal manera que los beneficiarios de los programas puedan contar con servicios que promuevan sus habilidades para superar la pobreza a través de una vida productiva.
En el año 2019 Venezuela podría tener menos de la mitad de la pobreza extrema que tuvimos en 2011. Eso significaría reducir la pobreza extrema al 4% de la población. Esa tasa de reducción sería similar a la que tuvo Chile entre 1990 y 1994. De esa manera podrían prepararse las condiciones para que en el año 2025 Venezuela elimine la pobreza extrema. Para ello se requiere un gran acuerdo, un nuevo liderazgo comprometido y dispuesto, y la voluntad de todos. Asumamos el reto.
Imaginarse un país sin pobreza extrema obliga a definir las bases de un nuevo modelo de desarrollo. En el cual el acceso a las oportunidades de todas las familias sea el centro de las políticas públicas. Esto significa asociar las posibilidades productivas con un adecuado sistema de protección social. Y para ello se requiere identificar los riesgos individuales, familiares y colectivos que impiden el acceso universal a la satisfacción de servicios.
Aspirar a un país sin pobreza extrema requiere examinar nuestro desempeño previo. De acuerdo con cifras oficiales, el 10% de los venezolanos se encuentran en situación de pobreza extrema (los 2,8 millones ya señalados). A pesar de la propaganda del actual gobierno, la pobreza extrema no ha sido afectada por la política social. Más aún, la política social prácticamente no ha tenido relación con la pobreza. Esa es la razón por la cual los programas de protección social (las Misiones) no son reconocidos por los organismos internacionales, por ejemplo la Cepal. Fundamentalmente porque son programas que no tienen mecanismos definidos para otorgar los beneficios y, además, son utilizados con fines electorales y de exclusión política.
Es entonces evidente que para eliminar la pobreza extrema tenemos que hacer cosas totalmente diferentes a las que hacemos ahora. Y la primera es tomarnos en serio el asunto. Eso significa acordar que la eliminación de la pobreza extrema es un compromiso de toda la sociedad, para lo cual todos los sectores colocarán su aporte. Y entre ellos, con especial responsabilidad, el los gobiernos en todos los niveles. Esto supondrá relacionar los beneficios monetarios o de servicios, con la incorporación a programas condicionados, sean estos de salud, educación o de capacitación para el trabajo. De tal manera que los beneficiarios de los programas puedan contar con servicios que promuevan sus habilidades para superar la pobreza a través de una vida productiva.
En el año 2019 Venezuela podría tener menos de la mitad de la pobreza extrema que tuvimos en 2011. Eso significaría reducir la pobreza extrema al 4% de la población. Esa tasa de reducción sería similar a la que tuvo Chile entre 1990 y 1994. De esa manera podrían prepararse las condiciones para que en el año 2025 Venezuela elimine la pobreza extrema. Para ello se requiere un gran acuerdo, un nuevo liderazgo comprometido y dispuesto, y la voluntad de todos. Asumamos el reto.
Politemas, Tal Cual, 21 de marzo de 2012
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