No puede ser más lamentable la situación generada en las últimas semanas entre Colombia y Venezuela. El cierre de la frontera por parte del gobierno de Venezuela ha dejado todo un muestrario de contradicciones, desmanes, y faltas a la democracia y a la diplomacia. Es un asunto que pone en evidencia la directa vinculación entre los dos países, y en este caso, las consecuencias para personas y familias que en la frontera no entienden de divisiones y separaciones.
Dadas las características históricas y culturales, esta frontera podría ser un emporio de intercambio y bienestar entre los dos países. La cercanía afectiva, geográfica, debería ser un factor de estabilidad y progreso a ambos lados de la frontera. Ahora se ha convertido en todo lo contrario: familias separadas, comercio afectado, mayores dificultades para las transacciones, entre otras distorsiones.
Esto no ocurriría si en ambos países existiera una visión compartida del hecho productivo. Porque al final de cuentas todas estas restricciones están relacionadas con los incentivos económicos a cada lado de la frontera. Si las diferencias de precios son tan amplias, los productos serán trasladados y vendidos en los sitios en los cuales se obtenga el mayor beneficio. Al establecer un control, también se establece una diferencia, y en consecuencia un flujo para obtener un mayor rendimiento.
Es relativamente fácil identificar cuál de las dos economías es la que está generando todas las distorsiones que se expresan en la frontera. Es aquella que tenga más controles. Porque los controles ocasionan mayores diferencias y promueven el desplazamiento de bienes a los sitios en los cuales existe la capacidad de pago para adquirirlos. A mayor diferencia de precios, mayor será el desplazamiento. El caso del precio de la gasolina lo ilustra perfectamente. De allí el inmenso flujo de combustible de Venezuela a Colombia.
Ahora bien, las economías controladas tienden a no ser productivas, y por ende, son cada día menos atractivas. Por el contrario, las economías menos controladas y ordenadas, son las que atraen más inversiones, recursos humanos y de capital, tecnologías. Eso es justamente lo que ha hecho Colombia.
En 1980 el PIB per cápita de Venezuela era casi tres veces superior al de Colombia. Por otra parte, el PIB total de Venezuela era 50% superior al de Colombia. En todo este período (1980-2015), la economía colombiana ha sido mucho más exitosa que la venezolana. El crecimiento promedio de la economía colombiana en el período ha sido 3,7%, mientras el de la economía venezolana ha sido apenas 1,27%. En el período, la economía colombiana creció en todos los años menos uno (1999). En cambio, la venezolana ha decrecido en 13 años del período (recórd en América). Recordemos que estamos en el segundo año de recesión, y que en los últimos siete años, se ha decrecido en cuatro de ellos.
En el período señalado, la tasa de inflación promedio de Colombia ha sido 13%, y la de Venezuela 38%. Recordemos que Venezuela está en el tercer año seguido con la inflación más alta del mundo. La tasa de inflación de Venezuela será la primera superior a 100% en el mundo desde Zimbabwe en 2008.
Como resultado de todo lo anterior, de seguir Venezuela con las políticas actuales, en el año 2020 el PIB total de Colombia será el doble que el de Venezuela, y el PIB per cápita de Colombia será 20% superior al de Venezuela. De tal manera que lo que se vive en estas semanas en la frontera es expresión cabal de maneras muy diferentes de encarar el hecho productivo.
Politemas, Tal Cual, 2 de septiembre de 2015
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