El actual gobierno ha decidido que su forma de encarar el riesgo de hiperinflación, es simplemente evadiendo la realidad. No habla de eso. Y mucho menos informa sobre la evolución de los precios. El BCV, incumpliendo las funciones que la Constitución le asigna explícitamente, tampoco reporta los datos requeridos. Lo que sabemos sobre este aspecto, se debe a las informaciones que suministran los medios, sea por estudios especiales, opiniones de expertos, o por los reportes de los ciudadanos cuando compran los bienes. Por todas estas fuentes, la situación de plena aceleración de precios, en un contexto de escasez creciente, es la nota permanente.
La actitud del gobierno es sencillamente esperar el milagro. Esto es, que aumenten los precios del petróleo y continuar agravando los enormes desequilibrios de la economía venezolana. Llamar a eso una política irresponsable, es lo menos que se puede hacer. El gobierno espera que con esa creencia pueda pasar esta terrible circunstancia.
La inflación descontrolada es sinónimo de destrucción. Aniquila el ingreso de las familias, las inversiones de las empresas, estimula la migración de amplias franjas de la población, quebranta los mecanismos de intercambio económico. Todo ello se traduce en reducción del bienestar de personas y familias.
También los gobiernos que generan las inflaciones descontroladas la pasan muy mal. Hasta el punto que también son llevados por la ola de destrucción que crean. En América Latina los siguientes países han experimentado episodios de hiperinflación: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Nicaragua, Perú. En todas ellas, los gobiernos que las generaron terminaron siempre desplazados. Veamos.
La hiperinflación de Chile se produjo en el mes de octubre de 1973, poco después del golpe de estado contra Salvador Allende. Sin embargo, la raíz de la hiperinflación se produjo en el gobierno de la Unidad Popular a través de las estatizaciones y controles. Dentro de las causas del golpe de estado estuvo indudablemente el clima de caos económico que predominaba en ese país. En Bolivia, la hiperinflación obligó a renunciar a Hernán Siles Suazo, adelantando un año las elecciones que permitieron la entrada del gobierno de Paz Estenssoro para implementar las medidas que terminaron controlando la hiperinflación. En Argentina la hiperinflación condicionó sin duda que el mandato de Alfonsín fuera recortado para dar la oportunidad a otro gobierno. La hiperinflación en Perú, la cual llegó a su tope en el último año del primer gobierno de Alan García, estuvo dentro de los factores que dieron entrada a Fujimori en la política de ese país y la aplicación del denominado “Fujishock” en el primer mes de su gobierno. La extrema dimensión de la hiperinflación en Nicaragua sin duda fue un factor clave en la elección de Violeta Chamorro en 1990 y el final del gobierno sandinista. Brasil, con la más larga etapa de inflación por encima de 100% en la Región, experimentó también inestabilidad política, incluida la destitución de un presidente, hasta la entrada del gobierno de Cardoso para enfrentar con éxito la hiperinflación.
El gobierno de la Venezuela actual ya sufre el gran deterioro que resulta de su incompetencia para el manejo económico. Estamos en el tercer año seguido sin crecimiento económico, y en el cuarto año seguido con la inflación más alta del mundo. Y para remate, ante el riesgo de hiperinflación, como ha señalado el FMI. No debe extrañar entonces que en pocas horas se hayan obtenido millones de firmas para cesar este gobierno en el marco de la Constitución.
Politemas, Tal Cual, 4 de mayo de 2016
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