En dos semanas el presidente Trump ha entrado en una franca crisis en el manejo de su gestión. Incluso antes de la juramentación, la opinión mayoritaria sobre Trump no era positiva, al contrario de lo que ha sido la rutina en Estados Unidos con el inicio de un nuevo gobierno. El balance a la fecha es el de un gobierno que ha entrado en conflicto con gobiernos de otros países (México, China, solo por mencionar dos), con grupos dentro de su país (inmigrantes, estudiantes, universidades, empresas líderes en tecnologías, y pare de contar), con el Congreso (los demócratas ya han anunciado que no votarán a favor ningún otro candidato al Gabinete), con el poder judicial (enfrentamientos con jueces que han dictado sentencias desfavorables). La lista podría seguir un rato largo.
Tal parece que la aspiración de Trump por un gobierno de ocho años se ve bastante lejana. Cabe entonces preguntarse por las razones que influyen en que uno de los gobiernos más sofisticados del mundo entre en una crisis de gestión originada por sus propias decisiones. Vale la pena precisar esos factores, especialmente por las lecciones que puede ofrecer.
Gobernar es fundamentalmente conducir. Una buena imagen es la del timonel que guía la embarcación a través de mares tranquilos y también agitados. El supuesto de esa imagen es que en la embarcación viajan todos los ciudadanos y que la responsabilidad primaria del timonel es garantizar la inclusión en toda la sociedad. Si los gobiernos incorporan por su propia iniciativa elementos que conspiran contra acuerdos fundamentales de la sociedad, la reacción que se genere va a limitar sensiblemente la capacidad de gestión.
En el caso de Estados Unidos, parte de esos acuerdos están relacionados con la garantía de los derechos humanos, con el respeto a las minorías, con la preservación del espíritu de libre empresa. Las acciones iniciales del gobierno de Trump apuntan a desplazar lo que se entiende son privilegios de ciertos grupos sobre otros, por ejemplo, de los inmigrantes sobre los nacionales, de los que transfieren empresas fuera del país sobre los desempleados, de los grupos ambientalistas sobre las empresas petroleras, y así sucesivamente. Entonces, se procede a aprobar medidas con el afán de resarcir más que de construir espacios comunes, que resulten de nuevas coincidencias.
En la misma perspectiva de imponer una sola visión, el gobierno de Trump no se detiene en detallar la política. También procede al interior del gobierno excluyendo a todas las instancias que pudieran mejorar la implementación. Es por ello que los responsables del diseño de las políticas, como por ejemplo en el caso de la prohibición de entrada a los nacionales de siete países, no consultaron con los encargados de varias de las agencias más importantes en la ejecución de estas medidas.
Al final de cuentas, es la misma restricción, es decir, cuando se procede a excluir de la toma de decisiones a grupos, sectores, instancias gubernamentales, el resultado siempre será negativo. No se tomará en cuenta las perspectivas de otros, las buenas ideas, las críticas, las sugerencias. Los gobiernos que proceden de esa manera, sistemáticamente, conducen a sus países a crisis, promueven que se pierdan oportunidades, polarizan las sociedades, y favorecen el clima de opinión pública para que sean sustituidos en la primera oportunidad electoral que se presente. Esa la tenemos.
Politemas, Tal Cual, 8 de febrero de 2017
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