La combinación adecuada de políticas para controlar la pandemia de covid-19, debe incluir acciones para limitar el número de personas infectadas y fallecimientos, así como el menor impacto en la actividad productiva y social. Es bastante evidente que tal combinación requiere contar con capacidades institucionales para identificar los momentos adecuados para poner en marcha estas políticas. Por supuesto, tales capacidades institucionales son el resultado de muchos años en la evolución de los sistemas de salud. Lo que estamos presenciando a escala global, en términos del desempeño ante la pandemia, es el efecto integrado de los factores previos (financiamiento y organización de los sistemas de salud, por ejemplo), con el adecuado diseño e implementación de las políticas de control.
También es notorio en la experiencia internacional que algunos países han podido controlar sin realizar amplios y prolongados confinamientos (la más rigurosa de las políticas en este aspecto). El examen de la experiencia de los países exitosos puede aportar los rangos dentro de los cuales han operado estas políticas de control. Por ejemplo, en el caso de Corea del Sur, a la fecha uno de los países con menor número de casos diarios de covid-19 por millón de habitantes, el Índice de Rigurosidad de Políticas (IRP) en la actualidad es un poco mayor a 50 (la escala máxima es 100). En los días de mayor número de casos diarios, el IRP de Corea del Sur alcanzó 82 (por 10 días). Solo en esos días se estableció el máximo nivel de confinamiento, correspondiente a un nivel intermedio.
De acuerdo con la evolución de la pandemia en América Latina, tomando en cuenta el número de casos diarios por millón de habitantes, los países se pueden dividir en tres grupos. En el primer grupo se encuentran los países con menor número de casos por población: Uruguay, Cuba, Haití, y Nicaragua. En los dos primeros países el registro de casos y muertes es mucho más fidedigno que en los otros dos. En el caso de Uruguay, el IRP ha variado entre 20 y 33 en los últimos dos meses (el más bajo de la región). En las últimas semanas se ha producido un aumento del IRP, pero no ha superado el límite superior señalado. En Cuba, el IRP se encuentra en 74 desde hace un mes. Esta brecha en los requerimientos de control, en países con bajas tasas de incidencia, puede indicar las diferencias en la composición de políticas. Por ejemplo, Cuba es uno de los países de la región en los cuales no se han implementado programas de protección del ingreso de las familias, de manera que no existen incentivos para mantener el confinamiento de la población en el sector informal de la economía.
En el segundo grupo se encuentran los nueve países que actualmente registran entre 30 y 99 nuevos casos diarios de covid-19 por millón de habitantes (Bolivia, Guatemala, Chile, Venezuela, Honduras, El Salvador, República Dominicana, México, y Ecuador). Todos estos países tienen un IRP superior a 70 (el más alto es el de Bolivia con 89). Estos altos valores de IRP se han mantenido sin mayores variaciones desde el mes de marzo. Dos aspectos resaltan al examinar estos registros. En primer lugar, el hecho de que el ajuste de las medidas de control no es frecuente, probablemente relacionado con el bajo efecto que ellas han tenido. Otra explicación es que las medidas se han mantenido en altos niveles de rigurosidad formal, pero su implementación ha sido muy limitada, con lo cual se refuerza la tesis del bajo desempeño. Un caso relevante en este grupo es El Salvador, que a pesar de registrar una disminución significativa del número de casos diarios (hasta por debajo de 15 por millón en los últimos días), sigue manteniendo un alto IRP (ligeramente superior a 80), lo cual demuestra la brecha de ajustes, esto es, las dificultades para implementar el control en los niveles con menor efecto productivo y social.
El tercer grupo de países está compuesto por aquellos con más de 100 nuevos casos diarios de covid-19. En este grupo se encuentran: Argentina, Perú, Panamá, Paraguay, Costa Rica, Brasil, y Colombia. Con la excepción de Colombia, el resto de los países registran valores de IRP superiores a 80. Al igual que en el grupo anterior, se aprecia un desfase entre los valores de IRP y el efecto neto en la reducción de casos y muertes por covid-19. El hecho de que varios de estos países (Perú, Panamá, y Brasil) registren una tasa tan alta en los últimos cuatro meses, indica que este desfase puede ser una característica permanente de las políticas de control, esto es, nominalmente muy rigurosas, pero bastante inefectivas en la práctica.
El hecho de que en los dos últimos grupos de países se constate la limitada relación entre las políticas y los resultados (en términos de casos y fallecimientos), puede indicar que no existen mecanismos detallados para identificar los reales efectos. Es decir, no solo se ha producido una estabilización de la pandemia, también está en marcha una estabilización de políticas, con limitados mecanismos para modificar el curso, especialmente en los ámbitos locales y regionales. Esta situación puede evidenciar que el proceso de toma de decisiones está en un estado inercial. Los gobiernos de los países parecieran creer que hacer lo mismo durante un largo período puede generar diferentes resultados. La consecuencia de esta premisa es la prolongación de la alta afectación de los ciudadanos de la región, con procesos de políticas públicas bastante superados. Es por ello que la estabilización de la pandemia es el mayor riesgo para América Latina en los próximos tiempos.
Politemas, Tal Cual, 9 de septiembre de2020
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