El Presidente ve subir el agua en el cuarto. La debacle de su popularidad es evidente y creciente. La mayoría absoluta del país (66%) ya le puso fecha de término a su presidencia. Hasta el 2012, como lo establece la Constitución de 1999. Llegado el momento, en elecciones libres, los venezolanos dictarán su veredicto sobre la peor gestión de la administración pública venezolana desde los tiempos de El Benémerito,
No puede ser de otra forma. El gobierno del presidente Chávez optó por seguir a una revolución. A un proceso de dominio personalista, excluyente, basado en enfrentar a unos venezolanos con otros. Amparado, entre otras cosas, en su liderazgo carismático y en la abundante cantidad de recursos derivados de los ingresos del petróleo, la fórmula funcionó. Poco tiempo, ya parece más claro.
Durante estos once años la administración pública venezolana se apartó aún más de la vieja máxima: gobernar es servir, contribuir a resolver problemas, proponer y llevar a la práctica soluciones útiles para todos los ciudadanos. Como resultado, vemos hoy en día que los servicios básicos de la vida de los venezolanos, agua y electricidad, sólo por decir dos de ellos, son ahora de menor cobertura, regularidad y calidad que once años atrás. Las prácticas ordinarias de planificación, asignación de recursos, seguimiento y evaluación desaparecieron de manera ostensible. El país no está hablando de los problemas de una sociedad moderna del siglo XXI. Está contemplando con frustración las peripecias de un gobierno incompetente para enfrentar problemas básicos.
Para darle una vuelta a toda severa crisis de confianza y decepción, el presidente Chávez apela a su vinculación directa con los ciudadanos. Como todo liderazgo personalista y autoritario, se aspira encontrar en la relación con cada ciudadano la fórmula para proseguir en el poder. Se desconoce lo establecido en la Constitución de 1999 con respecto a la institucionalidad para promover la participación ciudadana y la efectividad de los gobiernos. Se desprecia la organización del Estado Federal. En dos palabras, el gobierno confisca la Constitución de 1999 y coloca su interés por encima de cualquier otra consideración.
De allí que las Comunas sean entendidas como la vía para el Socialismo del Siglo XXI, rechazada en el referéndum de 2007. Obvia el gobierno que en estos cuatro años los Consejos Comunales han sido más dispositivos del poder personalista y sectario que vehículos para una real participación de la población. Que la población rechaza la falta de controles y la exclusión de Gobernadores y Alcaldes. Que la insatisfacción con la gestión en los Consejos Comunales es generalizada. Pero en este momento las Comunas son los únicos espacios donde este liderazgo personalista y autoritario busca respiros y salidas. Son los espacios en que está feneciendo la “revolución bonita”.
No puede ser de otra forma. El gobierno del presidente Chávez optó por seguir a una revolución. A un proceso de dominio personalista, excluyente, basado en enfrentar a unos venezolanos con otros. Amparado, entre otras cosas, en su liderazgo carismático y en la abundante cantidad de recursos derivados de los ingresos del petróleo, la fórmula funcionó. Poco tiempo, ya parece más claro.
Durante estos once años la administración pública venezolana se apartó aún más de la vieja máxima: gobernar es servir, contribuir a resolver problemas, proponer y llevar a la práctica soluciones útiles para todos los ciudadanos. Como resultado, vemos hoy en día que los servicios básicos de la vida de los venezolanos, agua y electricidad, sólo por decir dos de ellos, son ahora de menor cobertura, regularidad y calidad que once años atrás. Las prácticas ordinarias de planificación, asignación de recursos, seguimiento y evaluación desaparecieron de manera ostensible. El país no está hablando de los problemas de una sociedad moderna del siglo XXI. Está contemplando con frustración las peripecias de un gobierno incompetente para enfrentar problemas básicos.
Para darle una vuelta a toda severa crisis de confianza y decepción, el presidente Chávez apela a su vinculación directa con los ciudadanos. Como todo liderazgo personalista y autoritario, se aspira encontrar en la relación con cada ciudadano la fórmula para proseguir en el poder. Se desconoce lo establecido en la Constitución de 1999 con respecto a la institucionalidad para promover la participación ciudadana y la efectividad de los gobiernos. Se desprecia la organización del Estado Federal. En dos palabras, el gobierno confisca la Constitución de 1999 y coloca su interés por encima de cualquier otra consideración.
De allí que las Comunas sean entendidas como la vía para el Socialismo del Siglo XXI, rechazada en el referéndum de 2007. Obvia el gobierno que en estos cuatro años los Consejos Comunales han sido más dispositivos del poder personalista y sectario que vehículos para una real participación de la población. Que la población rechaza la falta de controles y la exclusión de Gobernadores y Alcaldes. Que la insatisfacción con la gestión en los Consejos Comunales es generalizada. Pero en este momento las Comunas son los únicos espacios donde este liderazgo personalista y autoritario busca respiros y salidas. Son los espacios en que está feneciendo la “revolución bonita”.
Politemas, Tal Cual, 10 de febrero de 2010
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