Ya bastante crítico es tener gobiernos, en este caso en los estados, que fueron electos sin proponer programas de políticas públicas. Tal deficiencia trae como consecuencia que se inicien los gobiernos sin rumbos definidos, tratando de identificar “sobre la marcha” los objetivos de las gestiones. Es fácil suponer lo que ello significa para la satisfacción de las demandas de los ciudadanos. Los gobiernos sin ideas ni soluciones no hacen otra cosa que empeorar las condiciones de vida en las comunidades.
Se podría suponer, sin embargo, que los responsables de estas gestiones, vale decir los gobernadores, se preocuparían por proponer soluciones a los problemas de la gente. Dada la inversión pública que deben manejar, los gobernadores al menos podrían proponer los objetivos y los proyectos. En otras palabras, los gobernadores impulsarían la realización de planes de gobierno. Esto es, propuestas para guiar la asignación de recursos públicos en función de mejorar el bienestar de los ciudadanos.
Si ese fuera el caso, deberíamos encontrar los planes de las gobernaciones en los sitios web respectivos. Al menos la población con acceso a internet podría ubicar estos planes y analizar su pertinencia, calidad e impacto.
Lamentablemente, una revisión de los sitios web de las gobernaciones de estado nos indica que los planes contentivos de políticas públicas son poco frecuentes. Y aquellos pocos que se pueden ubicar, tampoco pueden considerarse planes satisfactorios.
En seis gobernaciones no se cuenta con sitios web. De las 17 gobernaciones restantes, sólo tres (Aragua, Monagas y Sucre) indican un documento denominado “plan”. Es decir, el 86% de los gobernadores de estado no cuenta con una guía para los cuatro años de gestión. Ya bastante difícil es tener logros cuando se tienen planes, imaginemos cuando ni siquiera se cuenta con ellos.
Los tres planes ubicados son declaraciones genéricas, muchas veces retóricas. Con ellas es muy difícil precisar objetivos, metas, beneficios tangibles para las comunidades. De su lectura no se aprecia ningún esfuerzo por adaptarse a las realidades concretas de los ciudadanos. Por ejemplo, en uno de estos planes se encuentran objetivos como los siguientes: “Establecer la promoción como centro estratégico de la gestión oficial y del sector privado”, o este otro, “mejorar la calidad y eficiencia en la prestación de los servicios públicos”. Uno más allá, “lograr la viabilidad de la reforma del Estado, a través de la consecuencia (sic) financiera a los proyectos y programas estructurados alrededor de la misma”. Queda la impresión de que el texto fue escrito fue incorporado para llenar un espacio, nunca para tomarlo en serio.
Hasta se llega al extremo de decir en el plan que uno de los objetivos es “incorporar la planificación del desarrollo del Estado”, o “prestar los servicios necesarios para llevar a cabo el plan anual de gobierno”. Si alguien quiere saber las causas de que no se reparen los huecos, de que no se construyan escuelas, de que no se cuente con buenos servicios de desechos sólidos, el tipo de planificación indicada pueda dar una buena pista.
No sólo los gobernadores no han realizado la tarea, tampoco los Consejos Estadales de Planificación y Coordinación, involucrados en esta tarea según lo establece el artículo 166 de la Constitución. Un gobernador que no ha sido capaz de coordinar la elaboración del plan de su estado no debería aspirar a la reelección. Los aspirantes a sucederlo tienen allí una buena oportunidad para dejarlo al descubierto. Sólo tienen que preguntar por el plan del gobernador.
Politemas, Tal Cual, 20 de febrero de 2008
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