Poco se puede agregar para demostrar que Venezuela ha sido prácticamente tomada por la violencia. En la actual administración se han superado todos los “récords”. La tasa de homicidios de Venezuela es una de las más altas de América Latina, y la de Caracas está entre las más altas del mundo. Ante ello el gobierno luce inerme, impotente, incapaz, sin ninguna idea, sin ninguna posibilidad.
Según la Memoria y Cuenta del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia, en 2011 se cometieron más de 120.000 actos criminales, esto es, 440 por cada 100.000 habitantes. Menos de 6.000 personas fueron detenidas por esos delitos. Si las cifras oficiales, provenientes de la Encuesta de Victimización reportada el año pasado, son ciertas, en el país mueren cada día 53 personas por violencia. Repetimos, 53 personas cada día. Lo cual resulta de dividir 20.000 muertes entre 365 días del año.
Para el ciudadano común, que tiene que transitar las calles, utilizar vías a cualquier hora, tomar un transporte colectivo, asistir a cualquier sitio público, la inseguridad es un hecho cotidiano, palpable, nadie está seguro. Todos tememos que en cualquier circunstancia podemos ser víctimas de un atraco, de un exceso, o incluso perder la vida. Todos los venezolanos, en todas nuestras ciudades y pueblos, sufrimos la inseguridad. Para ser más exactos, el 80% de la población siente temor por sus bienes y su propia vida.
Todo lo anterior no es inevitable. Es producto de la gran incompetencia del actual gobierno. Por hacer todo lo contrario a lo que se requiere para combatir la violencia y la inseguridad. Es un gobierno que no planifica, que no coordina esfuerzos, que piensa que puede resolver todo con palabras, que no es capaz de seguir rutinas, que no identifica la causa de los problemas, que no pide ayuda, que cree que se la sabe todas, y que no relaciona las necesidades con los recursos. Un gobierno así no puede resolver ni la inseguridad ni ningún otro problema. Ya no hay nada más que probar. Hay que sustituirlo, tan simple como eso.
Pero todo esto tiene sus colmos. El actual gobierno se las ha ingeniado para convertir a las prisiones en los sitios más inseguros. Se supone que en las prisiones se toman todas las previsiones para que las personas de mayor peligrosidad estén bajo control. Uno no se explica cómo es que no se puede tener acceso a las prisiones, cómo es que se encuentran armas de todos los tamaños en manos de los reclusos, cómo es que hay pranes que tiene más poder que las fuerzas del orden público. De manera que el actual gobierno ha llevado la violencia a su nivel más alto. Vivimos la violencia total.
Todo lo anterior, a pesar de su gravedad, se puede modificar. No es irreversible. Para ello hay que sustituir al actual gobierno el próximo 7 de octubre. Henrique Capriles Radonski lo ha dicho bien claro, se pondrá al frente de esa tarea.
Según la Memoria y Cuenta del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia, en 2011 se cometieron más de 120.000 actos criminales, esto es, 440 por cada 100.000 habitantes. Menos de 6.000 personas fueron detenidas por esos delitos. Si las cifras oficiales, provenientes de la Encuesta de Victimización reportada el año pasado, son ciertas, en el país mueren cada día 53 personas por violencia. Repetimos, 53 personas cada día. Lo cual resulta de dividir 20.000 muertes entre 365 días del año.
Para el ciudadano común, que tiene que transitar las calles, utilizar vías a cualquier hora, tomar un transporte colectivo, asistir a cualquier sitio público, la inseguridad es un hecho cotidiano, palpable, nadie está seguro. Todos tememos que en cualquier circunstancia podemos ser víctimas de un atraco, de un exceso, o incluso perder la vida. Todos los venezolanos, en todas nuestras ciudades y pueblos, sufrimos la inseguridad. Para ser más exactos, el 80% de la población siente temor por sus bienes y su propia vida.
Todo lo anterior no es inevitable. Es producto de la gran incompetencia del actual gobierno. Por hacer todo lo contrario a lo que se requiere para combatir la violencia y la inseguridad. Es un gobierno que no planifica, que no coordina esfuerzos, que piensa que puede resolver todo con palabras, que no es capaz de seguir rutinas, que no identifica la causa de los problemas, que no pide ayuda, que cree que se la sabe todas, y que no relaciona las necesidades con los recursos. Un gobierno así no puede resolver ni la inseguridad ni ningún otro problema. Ya no hay nada más que probar. Hay que sustituirlo, tan simple como eso.
Pero todo esto tiene sus colmos. El actual gobierno se las ha ingeniado para convertir a las prisiones en los sitios más inseguros. Se supone que en las prisiones se toman todas las previsiones para que las personas de mayor peligrosidad estén bajo control. Uno no se explica cómo es que no se puede tener acceso a las prisiones, cómo es que se encuentran armas de todos los tamaños en manos de los reclusos, cómo es que hay pranes que tiene más poder que las fuerzas del orden público. De manera que el actual gobierno ha llevado la violencia a su nivel más alto. Vivimos la violencia total.
Todo lo anterior, a pesar de su gravedad, se puede modificar. No es irreversible. Para ello hay que sustituir al actual gobierno el próximo 7 de octubre. Henrique Capriles Radonski lo ha dicho bien claro, se pondrá al frente de esa tarea.
Politemas, Tal Cual, 16 de mayo de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario