El gobierno del presidente Chávez ha decidido avanzar con todo. Luego de la aprobación de la enmienda constitucional, incorporando la reelección indefinida, muchas “instituciones” han caído en la arremetida. Desde el fundamento constitucional del Estado Federal Descentralizado, pasando por los votos que llevaron a Antonio Ledezma a la Alcaldía Metropolitana, siguiendo con las violaciones al derecho de propiedad, y llegando (a finales de la semana pasada) a la propuesta de eliminación de reglas electorales como la representación proporcional de las minorías.
De manera que ya no se puede evadir lo que es una constatación clara. La pérdida de las capacidades democráticas en Venezuela, acentuada desde el inicio del actual gobierno, ha sido sistemática. Los impedimentos que la sociedad democrática ha colocado, han retrasado el frenesí autoritario, pero no lo han eliminado. Quizás sea hora de iniciar una reflexión política profunda sobre el tipo de gobierno que padecemos hoy los venezolanos.
Hace pocos años, en 2003, la profesora Marina Ottaway, de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins publicó un libro sobre los denominados regímenes semi-autoritarios. El título del libro (Democracy Challenged) expresa como la democracia puede ser una ficción en algunos países. Especialmente en aquellos en los cuales las formas democráticas esconden su verdadera naturaleza. Esta ambigüedad no es fortuita, responde a las verdaderas intenciones de los gobernantes.
En el libro se considera a los regímenes semi-autoritarios como aquellos en los cuales coexiste una aceptación retórica de la democracia liberal, o al menos de algunas de sus instituciones (poderes públicos, partidos políticos, elecciones, entre otras), con rasgos marcados o tenues de autoritarismo. Destaca la autora, que no son regímenes en evolución a la democracia. Dicho de otra manera, un régimen semi-autoritario tiende a perpetuarse, a aumentar su duración por cualquiera de los canales a su disposición.
Muchos venezolanos de esta época, tanto los que están con el gobierno como los que lo adversan, saben con lujo de detalles como ha sido nuestra marcha, acelerada en las últimas semanas, para convertirnos de manera muy evidente en un régimen con grados mayores de autoritarismo. Ello se expresa, según la autora, en cuatro rasgos centrales.
El primero es la limitación que impone el régimen a la transferencia del poder. Nada más con la introducción de la posibilidad de reelección indefinida pareciera estar demostrado el punto. Por primera vez en casi cien años existe la posibilidad de que un gobernante venezolano esté en el poder más de veinte años. El segundo es la debilidad progresiva de las instituciones. Sólo con citar la dependencia de la Asamblea Nacional y la reversión de la descentralización, pareciera ilustrarse este aspecto.
El tercero, agravado en nuestro caso, es la ausencia de vínculos entre las reformas económicas y las políticas. Es decir, estos gobiernos pueden tener economías de mercado y ser autoritarios. En nuestro caso particular podemos tener una economía controlada y autoritarismo. Explicado mucho por la dependencia del petróleo. El cuarto rasgo es la limitación progresiva a la acción de la sociedad política y civil. Todo lo cual nos debe llevar a examinar con detalle cómo nacen y finalizan los regímenes de este tipo. Especialmente cuando sabemos que el nuestro ya no tiene otra obsesión que ser eterno.
De manera que ya no se puede evadir lo que es una constatación clara. La pérdida de las capacidades democráticas en Venezuela, acentuada desde el inicio del actual gobierno, ha sido sistemática. Los impedimentos que la sociedad democrática ha colocado, han retrasado el frenesí autoritario, pero no lo han eliminado. Quizás sea hora de iniciar una reflexión política profunda sobre el tipo de gobierno que padecemos hoy los venezolanos.
Hace pocos años, en 2003, la profesora Marina Ottaway, de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins publicó un libro sobre los denominados regímenes semi-autoritarios. El título del libro (Democracy Challenged) expresa como la democracia puede ser una ficción en algunos países. Especialmente en aquellos en los cuales las formas democráticas esconden su verdadera naturaleza. Esta ambigüedad no es fortuita, responde a las verdaderas intenciones de los gobernantes.
En el libro se considera a los regímenes semi-autoritarios como aquellos en los cuales coexiste una aceptación retórica de la democracia liberal, o al menos de algunas de sus instituciones (poderes públicos, partidos políticos, elecciones, entre otras), con rasgos marcados o tenues de autoritarismo. Destaca la autora, que no son regímenes en evolución a la democracia. Dicho de otra manera, un régimen semi-autoritario tiende a perpetuarse, a aumentar su duración por cualquiera de los canales a su disposición.
Muchos venezolanos de esta época, tanto los que están con el gobierno como los que lo adversan, saben con lujo de detalles como ha sido nuestra marcha, acelerada en las últimas semanas, para convertirnos de manera muy evidente en un régimen con grados mayores de autoritarismo. Ello se expresa, según la autora, en cuatro rasgos centrales.
El primero es la limitación que impone el régimen a la transferencia del poder. Nada más con la introducción de la posibilidad de reelección indefinida pareciera estar demostrado el punto. Por primera vez en casi cien años existe la posibilidad de que un gobernante venezolano esté en el poder más de veinte años. El segundo es la debilidad progresiva de las instituciones. Sólo con citar la dependencia de la Asamblea Nacional y la reversión de la descentralización, pareciera ilustrarse este aspecto.
El tercero, agravado en nuestro caso, es la ausencia de vínculos entre las reformas económicas y las políticas. Es decir, estos gobiernos pueden tener economías de mercado y ser autoritarios. En nuestro caso particular podemos tener una economía controlada y autoritarismo. Explicado mucho por la dependencia del petróleo. El cuarto rasgo es la limitación progresiva a la acción de la sociedad política y civil. Todo lo cual nos debe llevar a examinar con detalle cómo nacen y finalizan los regímenes de este tipo. Especialmente cuando sabemos que el nuestro ya no tiene otra obsesión que ser eterno.
Politemas, Tal Cual, 27 de mayo de 2009
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