El ministro Giordani no ha podido ser más “elocuente”. Al explicar la interpretación que tiene de la inflación, dejó las cosas en orden. Para Giordani la inflación es un desarreglo menor que tiene origen en la inercia. Los países tienen la inflación que está determinada por el pasado. Es decir, los países están condenados a tener inflación, y las políticas para su control son un “lujo” que no pueden permitirse ciertos gobiernos.
Para el actual gobierno, la inflación es un problema alejado de las personas. Según los altos funcionarios del área económica, la inflación se mide, pero no se vincula con las condiciones de vida de la gente. Es decir, si el dinero alcanza menos para el mercado, si se consumen los ahorros para compensar los gastos mensuales, si las familias deben acudir al endeudamiento, todos esos son problemas “menores”. No tienen que ver con el fondo de la política económica de las “revoluciones”, el cual es garantizar la supremacía del gobierno ante la sociedad.
De otra forma no se explica que los responsables de la política económica, acudan a la curiosa explicación de la “inercia” inflacionaria. Desconocen casos concretos en los cuales la política anti-inflacionaria tuvo efectos en pocos años. Tomemos el caso de Argentina entre 1987 y 1990. En 1989 la tasa de inflación alcanzó más de 3.000 %. En 1990 se “redujo” a 2.300%. Sin embargo, en 1994 la tasa de inflación ya era 4%. Igual puede decirse de Brasil. En 1990 la tasa de inflación casi alcanza 3.000 %. Se hizo incontrolable los cuatro años siguientes. Pero ya en 1996 la tasa de inflación era 16%, y un año después estaba en menos de 7%. En los últimos doce años la tasa de inflación promedio en ambos países se encuentra entre 7 y 8%.
En consecuencia, no es que haya una “condena” inflacionaria. Lo que hay son malas políticas para controlar la inflación. Esas malas políticas son perjudiciales para los ciudadanos. Pero son beneficiosas para los gobiernos. Una economía con alta inflación está en desorden. La gran cantidad de dinero es útil para el gobierno porque le sirve puede financiar sus desequilibrios. Para ello cuenta con la complacencia del respectivo Banco Central. Ello trae como resultado que no exista ningún incentivo para poner orden en las cuentas del gobierno ni controlar el endeudamiento.
La inflación amplía las distorsiones de la economía y evidencia restricciones en la asignación de recursos. Además, favorece que algunos sectores, los más cercanos a los gobernantes, reciban compensaciones mucho más fácilmente que los que están opuestos. El ministro Giordani ha demostrado reiteradamente que la alta inflación es algo que no le preocupa. Que mientras la inflación genere la anarquía que necesita el gobierno para subsistir, los venezolanos no pueden aspirar otra cosa. Todo está muy claro.
Para el actual gobierno, la inflación es un problema alejado de las personas. Según los altos funcionarios del área económica, la inflación se mide, pero no se vincula con las condiciones de vida de la gente. Es decir, si el dinero alcanza menos para el mercado, si se consumen los ahorros para compensar los gastos mensuales, si las familias deben acudir al endeudamiento, todos esos son problemas “menores”. No tienen que ver con el fondo de la política económica de las “revoluciones”, el cual es garantizar la supremacía del gobierno ante la sociedad.
De otra forma no se explica que los responsables de la política económica, acudan a la curiosa explicación de la “inercia” inflacionaria. Desconocen casos concretos en los cuales la política anti-inflacionaria tuvo efectos en pocos años. Tomemos el caso de Argentina entre 1987 y 1990. En 1989 la tasa de inflación alcanzó más de 3.000 %. En 1990 se “redujo” a 2.300%. Sin embargo, en 1994 la tasa de inflación ya era 4%. Igual puede decirse de Brasil. En 1990 la tasa de inflación casi alcanza 3.000 %. Se hizo incontrolable los cuatro años siguientes. Pero ya en 1996 la tasa de inflación era 16%, y un año después estaba en menos de 7%. En los últimos doce años la tasa de inflación promedio en ambos países se encuentra entre 7 y 8%.
En consecuencia, no es que haya una “condena” inflacionaria. Lo que hay son malas políticas para controlar la inflación. Esas malas políticas son perjudiciales para los ciudadanos. Pero son beneficiosas para los gobiernos. Una economía con alta inflación está en desorden. La gran cantidad de dinero es útil para el gobierno porque le sirve puede financiar sus desequilibrios. Para ello cuenta con la complacencia del respectivo Banco Central. Ello trae como resultado que no exista ningún incentivo para poner orden en las cuentas del gobierno ni controlar el endeudamiento.
La inflación amplía las distorsiones de la economía y evidencia restricciones en la asignación de recursos. Además, favorece que algunos sectores, los más cercanos a los gobernantes, reciban compensaciones mucho más fácilmente que los que están opuestos. El ministro Giordani ha demostrado reiteradamente que la alta inflación es algo que no le preocupa. Que mientras la inflación genere la anarquía que necesita el gobierno para subsistir, los venezolanos no pueden aspirar otra cosa. Todo está muy claro.
Politemas, Tal Cual, 2 de marzo de 2011
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