El gobierno de la “revolución bonita” se sinceró con la ciencia. Acabó con los “arrebatos” de sensatez que habían caracterizado su gestión en el área desde que se aprobó la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI) en 2005. Todo volvió al redil. La centralización de las decisiones y la anulación de todo el aprendizaje de los últimos cinco años son los signos centrales de esta decisión “preclara”. La “revolución” recupera un bastión que había descuidado. Y los venezolanos ven alejarse la posibilidad de contar con nuevas maneras de entender la relación entre la academia, la empresa y el gobierno.
La LOCTI de 2005 fue un intento por generar un marco de cooperación moderno entre los actores del sistema nacional de innovación. Se trataba de acercar a las empresas, a los centros académicos, bajo la regulación del gobierno. La experiencia, con sus más y menos, fue positiva. Se abrió un canal para la mejora constante y la posibilidad de vincular directamente la generación del conocimiento con su utilización y con el aumento de la productividad y competitividad de las empresas. Para muchos siempre fue llamativo que tal ley fuera aprobada por esta administración. La nueva ley aprobada en la arremetida de diciembre de 2010 demostró que la dicha duró poco.
El liderazgo de la “revolución”, esto es, el encarnado por el actual Presidente, no puede ser más contrario a los objetivos de la LOCTI del año 2005. Desde 1999 hasta el 2011 el presidente Chávez ha expresado su indiferencia por conceptos como “productividad” y “competitividad”. Más aún, el Presidente no habló de creación de empleos en su discurso de toma de posesión en 1999, pero tampoco lo hizo en su informe anual del 15 de enero. La noción de “riqueza” del Presidente está vinculada al petróleo. Otros conceptos como “calidad” e “innovación” no aparecen ni de casualidad en el léxico presidencial. La “ciencia” del Presidente en 1999 era la militar y la política. Las demás no contaban. En 2011 la utiliza de manera instrumental. Las empresas no existían para el Presidente en 1999, ahora son las empresas del Estado y aquellas que están en la lista para estatizar.
De manera que la aprobación de la LOCTI de 2005, fue más bien el esfuerzo entusiasta de cuerpos técnicos para resolver los problemas estructurales de la ciencia, tecnología e innovación en el país. Quizás con la esperanza de que tal ley lograra remediar la ausencia de una buena política. Es decir, el desarrollo requiere muchas empresas, muchos empleos, y para que eso suceda se necesita crecimiento sostenido, baja inflación, mucha inversión, respeto irrestricto a los derechos de propiedad, para empezar. Todo eso no lo quiere el actual gobierno. Por ello prefirió darle un zarpazo autoritario a la ciencia nacional.
La LOCTI de 2005 fue un intento por generar un marco de cooperación moderno entre los actores del sistema nacional de innovación. Se trataba de acercar a las empresas, a los centros académicos, bajo la regulación del gobierno. La experiencia, con sus más y menos, fue positiva. Se abrió un canal para la mejora constante y la posibilidad de vincular directamente la generación del conocimiento con su utilización y con el aumento de la productividad y competitividad de las empresas. Para muchos siempre fue llamativo que tal ley fuera aprobada por esta administración. La nueva ley aprobada en la arremetida de diciembre de 2010 demostró que la dicha duró poco.
El liderazgo de la “revolución”, esto es, el encarnado por el actual Presidente, no puede ser más contrario a los objetivos de la LOCTI del año 2005. Desde 1999 hasta el 2011 el presidente Chávez ha expresado su indiferencia por conceptos como “productividad” y “competitividad”. Más aún, el Presidente no habló de creación de empleos en su discurso de toma de posesión en 1999, pero tampoco lo hizo en su informe anual del 15 de enero. La noción de “riqueza” del Presidente está vinculada al petróleo. Otros conceptos como “calidad” e “innovación” no aparecen ni de casualidad en el léxico presidencial. La “ciencia” del Presidente en 1999 era la militar y la política. Las demás no contaban. En 2011 la utiliza de manera instrumental. Las empresas no existían para el Presidente en 1999, ahora son las empresas del Estado y aquellas que están en la lista para estatizar.
De manera que la aprobación de la LOCTI de 2005, fue más bien el esfuerzo entusiasta de cuerpos técnicos para resolver los problemas estructurales de la ciencia, tecnología e innovación en el país. Quizás con la esperanza de que tal ley lograra remediar la ausencia de una buena política. Es decir, el desarrollo requiere muchas empresas, muchos empleos, y para que eso suceda se necesita crecimiento sostenido, baja inflación, mucha inversión, respeto irrestricto a los derechos de propiedad, para empezar. Todo eso no lo quiere el actual gobierno. Por ello prefirió darle un zarpazo autoritario a la ciencia nacional.
Politemas, Tal Cual, 2 de febrero de 2011
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