Ya es bastante para un país no contar con una política económica efectiva, que genere crecimiento, con baja inflación, con empleos de calidad. Es bastante preocupante. Lo más dramático es no contar con una política social que sea capaz de preservar las posibilidades de toda la población, pero especialmente la que requiere de instituciones y recursos públicos para desempeñarse adecuadamente.
La política social es sinónimo de atención temprana. El niño que nace hoy en el seno de una familia de escasos recursos, necesita unos buenos cuidados postnatales, que su madre reciba alimentación de calidad durante su lactancia, que estén garantizadas las condiciones para que pueda avanzar sin retrasos en su desarrollo. Para todo ello se requiere una efectiva institucionalidad pública, servicios de salud, educación, nutrición, transporte, agua, en fin. Para millones de venezolanos salir de la pobreza no será posible sin el concurso de un Estado capaz, que sepa discriminar las necesidades de la población en condiciones más adversas.
Las “Misiones” de la actual administración fueron respuestas tardías, ideologizadas y de propaganda. Con su aparición se quiso borrar los primeros años de gobierno en los cuales no se tuvo mucha idea de la política social. Unas reuniones en La Habana y la caída de popularidad ocasionaron que se diera inicio a la creación de casi una treintena de Misiones. Aprovechando el “boom” de mediados de la pasada década y el indudable éxito político que significaron, las Misiones pasaron a ser una pieza central de las políticas de la actual administración. Poco valió que muchas de ellas no tuvieran objetivos definidos, y que no fueran capaces de reportar la cobertura real, ni que la calidad de los servicios fuera decreciente.
Valga señalar que en la mejor de las épocas, los beneficios de las Misiones no llegaron al 40% de las personas en los estratos más pobres de la población. La cobertura de los servicios, manejada de forma politizada y sin criterios estrictamente técnicos, trajo como consecuencia un deterioro paulatino del financiamiento y calidad de estos programas. Hasta el punto que muchos de ellos, según encuestas de opinión pública, tienen casi 20% menos de cobertura. Incluso las más utilizadas, Barrio Adentro y Mercal, presentan coberturas menores al 30%, con evidentes muestras de deterioro y bajo desempeño.
No es de extrañar, entonces, que el tema de las Misiones prácticamente desapareciera de la Memoria y Cuenta del Presidente. No nombró la palabra una sola vez. Pocos días después dijo que las “relanzaría”. Lo cierto es que el país tiene más de una década sin un adecuado sistema de protección social. Desastroso cuando hay caída de ingresos y desempleo. En la “revolución bonita”, la política social es una completa quimera.
La política social es sinónimo de atención temprana. El niño que nace hoy en el seno de una familia de escasos recursos, necesita unos buenos cuidados postnatales, que su madre reciba alimentación de calidad durante su lactancia, que estén garantizadas las condiciones para que pueda avanzar sin retrasos en su desarrollo. Para todo ello se requiere una efectiva institucionalidad pública, servicios de salud, educación, nutrición, transporte, agua, en fin. Para millones de venezolanos salir de la pobreza no será posible sin el concurso de un Estado capaz, que sepa discriminar las necesidades de la población en condiciones más adversas.
Las “Misiones” de la actual administración fueron respuestas tardías, ideologizadas y de propaganda. Con su aparición se quiso borrar los primeros años de gobierno en los cuales no se tuvo mucha idea de la política social. Unas reuniones en La Habana y la caída de popularidad ocasionaron que se diera inicio a la creación de casi una treintena de Misiones. Aprovechando el “boom” de mediados de la pasada década y el indudable éxito político que significaron, las Misiones pasaron a ser una pieza central de las políticas de la actual administración. Poco valió que muchas de ellas no tuvieran objetivos definidos, y que no fueran capaces de reportar la cobertura real, ni que la calidad de los servicios fuera decreciente.
Valga señalar que en la mejor de las épocas, los beneficios de las Misiones no llegaron al 40% de las personas en los estratos más pobres de la población. La cobertura de los servicios, manejada de forma politizada y sin criterios estrictamente técnicos, trajo como consecuencia un deterioro paulatino del financiamiento y calidad de estos programas. Hasta el punto que muchos de ellos, según encuestas de opinión pública, tienen casi 20% menos de cobertura. Incluso las más utilizadas, Barrio Adentro y Mercal, presentan coberturas menores al 30%, con evidentes muestras de deterioro y bajo desempeño.
No es de extrañar, entonces, que el tema de las Misiones prácticamente desapareciera de la Memoria y Cuenta del Presidente. No nombró la palabra una sola vez. Pocos días después dijo que las “relanzaría”. Lo cierto es que el país tiene más de una década sin un adecuado sistema de protección social. Desastroso cuando hay caída de ingresos y desempleo. En la “revolución bonita”, la política social es una completa quimera.
Politemas, Tal Cual, 26 de enero de 2011
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