El canciller Maduro lo explicó con todas sus señas. El presidente Chávez fue sometido a dos intervenciones quirúrgicas en La Habana. La primera tuvo una duración de cuatro horas. La segunda duró más de seis horas. Más de diez horas en total.
Es obvio que durante el tiempo de ambas operaciones, el presidente Chávez no estaba consciente. Dada la naturaleza de las intervenciones, ambas en la región pélvica, se requería la administración de distintos medicamentos anestésicos, junto con el monitoreo estricto de sus signos vitales. Durante ambos períodos, el Presidente no estaba en capacidad de llevar la administración del Estado. Es muy difícil imaginarse otra situación más clara en la que temporalmente el Presidente de la República no pueda ejercer sus funciones. La inconsciencia derivada de un acto quirúrgico es el grado máximo de la falta temporal.
La Constitución de 1999 establece en el artículo 234 el procedimiento a seguir cuando se produce una falta temporal. En este caso de debe suplir al Presidente, y para ello se encarga el Vice-Presidente hasta por un período de 90 días. En otras palabras, el Vice-Presidente asume el cargo de Presidente, hasta que cesa la falta temporal. En este caso, mientras el Presidente se encontraba inconsciente, producto de la anestesia, ha debido encargarse de la Presidencia el Vice-Presidente Jaua. Tan sencillo como eso, por lo demás un procedimiento habitual en el manejo del Estado.
Tal rutina no se siguió. Dentro de la concepción autoritaria del actual gobierno, el Estado es una apropiación que hace el gran líder. Es decir, el líder se coloca por encima del Estado, el cual deja de ser una entidad colectiva, para ser una dependencia del gobernante. Por lo tanto, no hay sentido de que se supla al Presidente, aún en esa condición. El Estado, dentro de esa lógica, puede ser conducido por el líder en toda circunstancia, aún anestesiado.
Toda esta secuencia de eventos demuestra en sumo grado el deterioro de la institucionalidad que se ha producido en este gobierno. Durante las diez horas que duró esta falta temporal evidente, todas las atribuciones que son inherentes al Presidente de la República quedaron suspendidas. Desde nuestras relaciones exteriores, pasando por la dirección de la Fuerza Armada, hasta la administración de la hacienda pública nacional. Sencillamente porque el Vice-Presidente no estaba formalmente a cargo para su manejo. El Estado quedó suspendido.
Luego de casi trece años de gobierno personalista y autoritario, el Estado venezolano ha quedado reducido al antojo del actual Presidente. Es muy irónico que todo ello se produzca cuando la República llega a su Bicentenario. Antes que el adecuado funcionamiento de las instituciones, el actual gobierno sólo preserva el poder. “El Estado soy yo” es la consigna del momento.
Es obvio que durante el tiempo de ambas operaciones, el presidente Chávez no estaba consciente. Dada la naturaleza de las intervenciones, ambas en la región pélvica, se requería la administración de distintos medicamentos anestésicos, junto con el monitoreo estricto de sus signos vitales. Durante ambos períodos, el Presidente no estaba en capacidad de llevar la administración del Estado. Es muy difícil imaginarse otra situación más clara en la que temporalmente el Presidente de la República no pueda ejercer sus funciones. La inconsciencia derivada de un acto quirúrgico es el grado máximo de la falta temporal.
La Constitución de 1999 establece en el artículo 234 el procedimiento a seguir cuando se produce una falta temporal. En este caso de debe suplir al Presidente, y para ello se encarga el Vice-Presidente hasta por un período de 90 días. En otras palabras, el Vice-Presidente asume el cargo de Presidente, hasta que cesa la falta temporal. En este caso, mientras el Presidente se encontraba inconsciente, producto de la anestesia, ha debido encargarse de la Presidencia el Vice-Presidente Jaua. Tan sencillo como eso, por lo demás un procedimiento habitual en el manejo del Estado.
Tal rutina no se siguió. Dentro de la concepción autoritaria del actual gobierno, el Estado es una apropiación que hace el gran líder. Es decir, el líder se coloca por encima del Estado, el cual deja de ser una entidad colectiva, para ser una dependencia del gobernante. Por lo tanto, no hay sentido de que se supla al Presidente, aún en esa condición. El Estado, dentro de esa lógica, puede ser conducido por el líder en toda circunstancia, aún anestesiado.
Toda esta secuencia de eventos demuestra en sumo grado el deterioro de la institucionalidad que se ha producido en este gobierno. Durante las diez horas que duró esta falta temporal evidente, todas las atribuciones que son inherentes al Presidente de la República quedaron suspendidas. Desde nuestras relaciones exteriores, pasando por la dirección de la Fuerza Armada, hasta la administración de la hacienda pública nacional. Sencillamente porque el Vice-Presidente no estaba formalmente a cargo para su manejo. El Estado quedó suspendido.
Luego de casi trece años de gobierno personalista y autoritario, el Estado venezolano ha quedado reducido al antojo del actual Presidente. Es muy irónico que todo ello se produzca cuando la República llega a su Bicentenario. Antes que el adecuado funcionamiento de las instituciones, el actual gobierno sólo preserva el poder. “El Estado soy yo” es la consigna del momento.
Politemas, Tal Cual, 6 de julio de 2011
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