No podía ser de otra forma. Lo que llaman el “llegadero”. El gobierno ya está en el camino de tierra. Con los cauchos lisos, sin luces, poca aceite en el motor, y ahora empezó a llover torrencialmente. Las ínfulas de construir un castillo de naipes sobre el piso del petróleo chocan con la realidad. Los precios del petróleo, esos que se rehúsan a seguir la línea que dictan en Miraflores, no cesan de bajar. En menos de tres meses han caído casi a la mitad.
La premisa de todo este gran cuento en que se ha convertido este gobierno, se sustentaba en la creencia firme que se podía sostener el desarrollo del país en el predominio del petróleo. Los incompetentes gobernantes cometieron dos errores nunca vistos. El primero fue sencillamente eliminar cualquier posibilidad de desarrollo que no estuviera basada en la venta de petróleo. Temas como exportaciones de otros productos, diversificación, desaparecieron de la agenda pública. Y para remate decidieron acometer la mayor persecución al sector productivo. No solamente por la afectación en pérdida de propiedades, sino por el clima de desasosiego e incertidumbre que trajo como consecuencia la desaparición de la inversión.
Y sucedió el evento “inesperado”. La oferta de petróleo, por la aparición de nuevos vendedores con otras tecnologías, ha crecido de manera significativa. Sumado a la disminución del crecimiento global, solo podía significar la caída de los precios. Esa es la pesadilla que se apareció en los pasillos de palacio. Y por supuesto en la vida de todos los venezolanos. Nunca antes habíamos enfrentado una caída de precios en peores condiciones, especialmente por el deterioro de la capacidad productiva, con alta inflación y con altos niveles de escasez.
La política que se le ocurre al gobierno es casi del más allá. El gobierno le pide al mercado más complejo del mundo que responda a sus deseos, que se haga el acto mágico: que los precios vuelvan al nivel donde comenzó este mal sueño. Y especialmente los ingenuos gobernantes quieren convencer a los sauditas que se dejen de cosas y reduzcan la producción. Ni de casualidad. Los sauditas van a defender palmo a palmo cada espacio en el mercado. Para ello tienen 700 mil millones de dólares en reservas internacionales, una economía ordenada, con un PIB per cápita de 25.000 dólares, y con ganas de fajarse con los americanos cara a cara. En otra posición está Venezuela, con poco menos de 21 mil millones de dólares de reservas (a la misma proporción de los árabes tendríamos 400 mil millones), con la mayor inflación del mundo, y cayendo en crecimiento económico. El escenario está servido para contratiempos de grandes proporciones. Duele en el talón.
Politemas, Tal Cual, 17 de diciembre de 2014
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