El ministro Giordani reconoció el pasado domingo que el gobierno no ha logrado estimular al aparato productivo. De tal manera, prosigue el ministro, que el resultado es la ausencia de crecimiento. Señaló: “el aparato productivo no reacciona”.
Para un gobierno que tiene más de diez años, reconocer que el sector privado ha estado fuera de la ecuación económica, no deja de ser un signo “auspicioso”. Ha tenido que pasar más de una década para que los altos jerarcas del gobierno hayan “descifrado” el rol del sector privado en una economía moderna.
Toda la experiencia de los países desarrollados, fundamentada en el respeto de los derechos de propiedad y el diseño de incentivos para que la inversión fuera productiva, pasó desapercibida para los líderes de la “revolución bonita”. Más aún, el fracaso del comunismo en la Unión Soviética, ampliamente basado en la eliminación del sector privado, y en el control absoluto de la economía por parte del Estado, vale decir el Partido, tampoco generó ninguna llamada de atención en el liderazgo gobernante.
No fue así porque la “revolución” hizo sus apuestas. Colocó todos los huevos de la canasta en un modelo de desarrollo amparado exclusivamente en los precios del petróleo en el mercado internacional. La lógica era muy sencilla: basados en el auge creciente de los precios, podemos generar los recursos para fortalecer más al Petroestado. La intuición no deja ser muy ingenua: a diferencia de las anteriores alzas del petróleo, ésta sería indetenible. El petróleo seguiría subiendo y con su aumento tendríamos una mayor presencia del Estado en el manejo de las empresas. Todo lo demás vendría por “añadidura”. Cuestión de fe, podría decirse también.
Y he aquí que el capitalismo entró en crisis, bajó el precio del petróleo, y nos encontramos con el hecho contundente de que la economía venezolana es una de las que será afectada por más tiempo por la situación internacional. Y ahora, el Ministro se acuerda del sector privado. En el Zulia dice que hay gente que se acuerda de Santa Bárbara cuando llegan los truenos.
Durante estos ya largos diez años, el gobierno se dedicó a coartar al sector privado. A atemorizar la inversión a través de limitaciones a la propiedad, desde la amenaza hasta la expropiación, pasando por el amedrentamiento de los órganos impositivos del Estado. Si para remate se tiene uno de los peores climas de negocios del mundo, es bastante ingenua, por decir lo menos, la apreciación del Ministro de que el “aparato productivo no reacciona”.
Los problemas estructurales de la relación del petróleo en nuestra economía han aparecido de nuevo. La generación de ingresos para financiar todos los requerimientos de un país de 28 millones de habitantes, no es posible obtenerla sólo con petróleo. Lo sabíamos antes, y los sabemos ahora. Los únicos que no lo sabían son los que están en el gobierno. Los responsables de elaborar “los proyectos de largo alcance”, como dice el ministro Giordani, para lo cual han tenido el doble de tiempo que cualquier gobierno entre 1958 y 1998.
El resultado de tanta incompetencia es patético. Más del 92% de nuestras exportaciones son barriles de petróleo. Producimos la mitad de las exportaciones de bienes industrializados que teníamos en 1997. Costa Rica exporta 28 veces más en bienes de alta tecnología que Venezuela. Tenemos tres millones de venezolanos en pobreza extrema. Ese es el resultado final de la prepotencia y la ignorancia en conducir los destinos del país. Tardaron diez años para decirlo. Pero de allí a entenderlo, hay un largo trecho.
Para un gobierno que tiene más de diez años, reconocer que el sector privado ha estado fuera de la ecuación económica, no deja de ser un signo “auspicioso”. Ha tenido que pasar más de una década para que los altos jerarcas del gobierno hayan “descifrado” el rol del sector privado en una economía moderna.
Toda la experiencia de los países desarrollados, fundamentada en el respeto de los derechos de propiedad y el diseño de incentivos para que la inversión fuera productiva, pasó desapercibida para los líderes de la “revolución bonita”. Más aún, el fracaso del comunismo en la Unión Soviética, ampliamente basado en la eliminación del sector privado, y en el control absoluto de la economía por parte del Estado, vale decir el Partido, tampoco generó ninguna llamada de atención en el liderazgo gobernante.
No fue así porque la “revolución” hizo sus apuestas. Colocó todos los huevos de la canasta en un modelo de desarrollo amparado exclusivamente en los precios del petróleo en el mercado internacional. La lógica era muy sencilla: basados en el auge creciente de los precios, podemos generar los recursos para fortalecer más al Petroestado. La intuición no deja ser muy ingenua: a diferencia de las anteriores alzas del petróleo, ésta sería indetenible. El petróleo seguiría subiendo y con su aumento tendríamos una mayor presencia del Estado en el manejo de las empresas. Todo lo demás vendría por “añadidura”. Cuestión de fe, podría decirse también.
Y he aquí que el capitalismo entró en crisis, bajó el precio del petróleo, y nos encontramos con el hecho contundente de que la economía venezolana es una de las que será afectada por más tiempo por la situación internacional. Y ahora, el Ministro se acuerda del sector privado. En el Zulia dice que hay gente que se acuerda de Santa Bárbara cuando llegan los truenos.
Durante estos ya largos diez años, el gobierno se dedicó a coartar al sector privado. A atemorizar la inversión a través de limitaciones a la propiedad, desde la amenaza hasta la expropiación, pasando por el amedrentamiento de los órganos impositivos del Estado. Si para remate se tiene uno de los peores climas de negocios del mundo, es bastante ingenua, por decir lo menos, la apreciación del Ministro de que el “aparato productivo no reacciona”.
Los problemas estructurales de la relación del petróleo en nuestra economía han aparecido de nuevo. La generación de ingresos para financiar todos los requerimientos de un país de 28 millones de habitantes, no es posible obtenerla sólo con petróleo. Lo sabíamos antes, y los sabemos ahora. Los únicos que no lo sabían son los que están en el gobierno. Los responsables de elaborar “los proyectos de largo alcance”, como dice el ministro Giordani, para lo cual han tenido el doble de tiempo que cualquier gobierno entre 1958 y 1998.
El resultado de tanta incompetencia es patético. Más del 92% de nuestras exportaciones son barriles de petróleo. Producimos la mitad de las exportaciones de bienes industrializados que teníamos en 1997. Costa Rica exporta 28 veces más en bienes de alta tecnología que Venezuela. Tenemos tres millones de venezolanos en pobreza extrema. Ese es el resultado final de la prepotencia y la ignorancia en conducir los destinos del país. Tardaron diez años para decirlo. Pero de allí a entenderlo, hay un largo trecho.
Politemas, Tal Cual, 21 de octubre de 2009
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