En el año doce de la “revolución bonita” se acabó con las universidades públicas. Esa parece ser la consigna que maneja el gobierno desde hace varios años. Nuestras universidades públicas han estado sometidas a la más evidente agresión. Varios años con el mismo presupuesto, eliminación de la concertación para la discusión de los beneficios del personal en todas las áreas, deterioro de las condiciones de ingreso de los estudiantes, cerco administrativo, y persecución de la crítica. Tal es el “legado” que el actual gobierno muestra cuando se trata de la educación superior.
Contrario a la propaganda oficial abusiva, las universidades nacionales, pero especialmente las públicas, son instituciones que no pueden contar en la lógica oficial. Las universidades son, en primer lugar, instituciones de cambio. Cada año llegan a ellas cientos de miles de estudiantes, recién graduados de bachilleres, quienes por su edad y por la gran diversidad de la sociedad, con el influjo de medios y tecnologías, aportan lo esencial de la docencia: la posibilidad de ir más allá, de formularse preguntas, de promover la sana discusión que mejore los puntos de vista, que señale nuevos caminos. La lógica del cambio es totalmente contradictoria con el afán del actual Presidente de “mandar para siempre”. Tampoco es cónsona con la permanencia de malas políticas, con sus innegables efectos negativos en todos los espacios de la sociedad.
Tampoco puede convivir este gobierno con la crítica que se da por generación espontánea en nuestras universidades. La búsqueda de nuevas interpretaciones y la diversidad son manifestaciones naturales y necesarias para que se genere el conocimiento nuevo. Para un gobierno carente de ideas, repetidor de errores de la historia, incapaz de distinguir las opciones adecuadas de las inadecuadas, que tiene mucho desprecio por la formación sistemática y por la experiencia, es evidente que las universidades son instituciones de temer, que no cuentan en su “proyecto” de desarrollo.
Muchos menos este gobierno puede convivir con la innovación que se debe generar en las universidades y centros de investigación. Tales procesos se orientan justamente a la generación de valor de la sociedad. Para que la innovación tenga sentido debe existir un clima que permita apreciarla. Y ello es incompatible con un gobierno que es responsable del nivel más bajo de generación de valor agregado, en términos de altas y moderadas tecnologías, que se ha registrado en Venezuela.
Sólo un gobierno con afán totalitario como el actual puede plantearse la anulación de las universidades. Tal pretensión ha sido rechazada cada día con mayor rigor y fuerza. Signo evidente de que este gobierno no puede doblegar a la sociedad. Signo de que este gobierno no puede imponer el atraso en nuestro país.
Contrario a la propaganda oficial abusiva, las universidades nacionales, pero especialmente las públicas, son instituciones que no pueden contar en la lógica oficial. Las universidades son, en primer lugar, instituciones de cambio. Cada año llegan a ellas cientos de miles de estudiantes, recién graduados de bachilleres, quienes por su edad y por la gran diversidad de la sociedad, con el influjo de medios y tecnologías, aportan lo esencial de la docencia: la posibilidad de ir más allá, de formularse preguntas, de promover la sana discusión que mejore los puntos de vista, que señale nuevos caminos. La lógica del cambio es totalmente contradictoria con el afán del actual Presidente de “mandar para siempre”. Tampoco es cónsona con la permanencia de malas políticas, con sus innegables efectos negativos en todos los espacios de la sociedad.
Tampoco puede convivir este gobierno con la crítica que se da por generación espontánea en nuestras universidades. La búsqueda de nuevas interpretaciones y la diversidad son manifestaciones naturales y necesarias para que se genere el conocimiento nuevo. Para un gobierno carente de ideas, repetidor de errores de la historia, incapaz de distinguir las opciones adecuadas de las inadecuadas, que tiene mucho desprecio por la formación sistemática y por la experiencia, es evidente que las universidades son instituciones de temer, que no cuentan en su “proyecto” de desarrollo.
Muchos menos este gobierno puede convivir con la innovación que se debe generar en las universidades y centros de investigación. Tales procesos se orientan justamente a la generación de valor de la sociedad. Para que la innovación tenga sentido debe existir un clima que permita apreciarla. Y ello es incompatible con un gobierno que es responsable del nivel más bajo de generación de valor agregado, en términos de altas y moderadas tecnologías, que se ha registrado en Venezuela.
Sólo un gobierno con afán totalitario como el actual puede plantearse la anulación de las universidades. Tal pretensión ha sido rechazada cada día con mayor rigor y fuerza. Signo evidente de que este gobierno no puede doblegar a la sociedad. Signo de que este gobierno no puede imponer el atraso en nuestro país.
Politemas, Tal Cual, 27 de octubre de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario