El presidente Chávez se “encontró” nuevamente con la pobreza. En tiempos electorales siempre vuelve al tema. Quizás pueda lucir inexplicable, en la lógica del gobierno, que luego de 13 años de una gestión tan “extraordinaria”, todavía la pobreza extrema afecte a más dos millones y medio de ciudadanos. Es decir, a todos los que se van a dormir sin las tres comidas de ley. Nada más y nada menos que el 9% de la población. Todo eso después del inmenso “boom” de ingresos que vivimos entre 2004 y 2008.
Hasta hace poco el gobierno había difundido la creencia de que ya en el país no había pobreza. Que por la magia de sus políticas tan “competentes”, se había erradicado. Sin embargo, las cifras oficiales han sido constantes, tercas. El porcentaje de población en pobreza extrema es la mayor demostración del tiempo perdido, de las palabras huecas, del andar sin rumbo, de la incapacidad para pensar y transformar el país. Y lo es también de un gobierno que no es competente para coordinar que la sociedad venezolana cree valor. Baste con constatar que sólo 5% de nuestras exportaciones son bienes manufacturados. Se espera que la “suerte” del mercado petrolero se encargue de resolverlo todo, incluso la pobreza.
Tal expectativa, por supuesto, no es la solución. Otros países, con mucha menos volatilidad, tienen porcentajes de pobreza mucho menores que el nuestro. Se pueden citar solamente los casos de Chile y Brasil como ejemplos. La causa de que se reduzca la pobreza hay que buscarla más allá del ingreso fiscal. Al menos dos factores deben incluirse.
El primero es el empleo. No hay disminución de la pobreza sin empleos de calidad. Este gobierno ha sido muy pernicioso para la creación de empleo. Todo lo contrario, lo que ha hecho es eliminar fuentes de trabajo. Ha perseguido la inversión privada, la ha arrinconado. Como resultado, el 64% de los empleos del país son precarios, sin beneficios, con bajos salarios para la capacitación del trabajador, en suma, con baja productividad. Y ello es más grave para los más pobres, quienes padecen un desempleo de 20%.
El segundo es un sistema de protección social que identifique los riesgos individuales y familiares que requieran apoyo en forma de transferencias monetarias o de servicios. Es evidente que este sistema no lo tenemos en el país. Y es de esta manera que funciona la lógica electoral del gobierno. Lo más “rápido” no es crear empleo. Lo más rápido es crear la ilusión de atender directamente a las familias en condición de pobreza. Y de allí los anuncios de programas de transferencia que ha hecho el gobierno en las últimas semanas. Todos dan la impresión de que se acudirá a la utilización electoral, a la exclusión, a la propaganda.
Al final es el mismo cuento. El gobierno tiene un concepto de bienestar que empobrece a los venezolanos. Y ya son trece años de evidencias contundentes. Es tiempo de sustituirlo.
Hasta hace poco el gobierno había difundido la creencia de que ya en el país no había pobreza. Que por la magia de sus políticas tan “competentes”, se había erradicado. Sin embargo, las cifras oficiales han sido constantes, tercas. El porcentaje de población en pobreza extrema es la mayor demostración del tiempo perdido, de las palabras huecas, del andar sin rumbo, de la incapacidad para pensar y transformar el país. Y lo es también de un gobierno que no es competente para coordinar que la sociedad venezolana cree valor. Baste con constatar que sólo 5% de nuestras exportaciones son bienes manufacturados. Se espera que la “suerte” del mercado petrolero se encargue de resolverlo todo, incluso la pobreza.
Tal expectativa, por supuesto, no es la solución. Otros países, con mucha menos volatilidad, tienen porcentajes de pobreza mucho menores que el nuestro. Se pueden citar solamente los casos de Chile y Brasil como ejemplos. La causa de que se reduzca la pobreza hay que buscarla más allá del ingreso fiscal. Al menos dos factores deben incluirse.
El primero es el empleo. No hay disminución de la pobreza sin empleos de calidad. Este gobierno ha sido muy pernicioso para la creación de empleo. Todo lo contrario, lo que ha hecho es eliminar fuentes de trabajo. Ha perseguido la inversión privada, la ha arrinconado. Como resultado, el 64% de los empleos del país son precarios, sin beneficios, con bajos salarios para la capacitación del trabajador, en suma, con baja productividad. Y ello es más grave para los más pobres, quienes padecen un desempleo de 20%.
El segundo es un sistema de protección social que identifique los riesgos individuales y familiares que requieran apoyo en forma de transferencias monetarias o de servicios. Es evidente que este sistema no lo tenemos en el país. Y es de esta manera que funciona la lógica electoral del gobierno. Lo más “rápido” no es crear empleo. Lo más rápido es crear la ilusión de atender directamente a las familias en condición de pobreza. Y de allí los anuncios de programas de transferencia que ha hecho el gobierno en las últimas semanas. Todos dan la impresión de que se acudirá a la utilización electoral, a la exclusión, a la propaganda.
Al final es el mismo cuento. El gobierno tiene un concepto de bienestar que empobrece a los venezolanos. Y ya son trece años de evidencias contundentes. Es tiempo de sustituirlo.
Politemas, Tal Cual, 14 de diciembre de 2011
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