En la segunda mitad del siglo XX, los venezolanos crecimos y vivimos con la mejor infraestructura de América Latina. Eran famosas las comparaciones de los visitantes. Las mejores carreteras, las grandes autopistas, las represas y las grandes obras de generación y transmisión de electricidad. A ello se debe incluir los puertos y aeropuertos. Las maravillas que extasiaban a los visitantes eran también motivo de orgullo para los locales.
La infraestructura ha sido siempre un factor de competitividad de los países. La construcción de vías permite transportar productos con rapidez, lleva bienes a los más apartados rincones. Ni hablar de los puertos y aeropuertos. No basta colocar los productos con las cadenas de transporte. Se trata de que se pueda desembarcar y colocar en los lugares de utilización en el menor tiempo posible. El tiempo y la calidad del transporte tendrán un efecto directo en el abaratamiento de los costos de producción y en la satisfacción del consumidor. Es por esta razón que hoy en día se considera a la infraestructura como uno de los factores básicos de la competitividad. Más sencillo no puede ser.
Y es acá que el actual gobierno empezó a entrar en escena. Los resultados de su gestión han llevado a Venezuela a los peores lugares en lo que a infraestructura se refiere. En el último informe sobre la competitividad de los países, elaborado por el World Economic Forum, lo que está en evidencia es el lamentable retroceso que ha experimentado la infraestructura del país. Y esa constatación la hacen quienes deben usar todas las modalidades de infraestructura para llevar de un lado a otros sus productos: las empresas. Y quienes sufren en sus presupuestos y en la demanda de los consumidores, los efectos perversos de este deterioro.
En la ponderación de la infraestructura general ocupamos el puesto 117 de 139 países. En carreteras llegamos en el lugar 96. En ferrocarriles estamos en el lugar 101 sobre 116 países. En puertos el desempeño es más que deplorable: ocupamos el lugar 135 sobre 139 países. Es para dejar sin habla a cualquiera. En la infraestructura para el transporte aéreo llegamos en el lugar 113 sobre 139 países. Y lo último es la calidad del servicio eléctrico, ocupamos el lugar 124 sobre 139 países.
En América del Sur, sólo Paraguay está peor que Venezuela cuando analizamos la calidad de la infraestructura. Es difícil culpar al gobierno anterior de todo esto. Ya hace casi trece años del último cambio de gobierno. La acción del actual gobierno sobre la infraestructura del país ha sido sencillamente nefasta. Pensaron, quizás, que no había que hacer más nada, que el mantenimiento y la construcción de la infraestructura era una malvada costumbre capitalista e imperialista. Y nos hicieron retroceder más de cincuenta años. Se la comieron, pues.
La infraestructura ha sido siempre un factor de competitividad de los países. La construcción de vías permite transportar productos con rapidez, lleva bienes a los más apartados rincones. Ni hablar de los puertos y aeropuertos. No basta colocar los productos con las cadenas de transporte. Se trata de que se pueda desembarcar y colocar en los lugares de utilización en el menor tiempo posible. El tiempo y la calidad del transporte tendrán un efecto directo en el abaratamiento de los costos de producción y en la satisfacción del consumidor. Es por esta razón que hoy en día se considera a la infraestructura como uno de los factores básicos de la competitividad. Más sencillo no puede ser.
Y es acá que el actual gobierno empezó a entrar en escena. Los resultados de su gestión han llevado a Venezuela a los peores lugares en lo que a infraestructura se refiere. En el último informe sobre la competitividad de los países, elaborado por el World Economic Forum, lo que está en evidencia es el lamentable retroceso que ha experimentado la infraestructura del país. Y esa constatación la hacen quienes deben usar todas las modalidades de infraestructura para llevar de un lado a otros sus productos: las empresas. Y quienes sufren en sus presupuestos y en la demanda de los consumidores, los efectos perversos de este deterioro.
En la ponderación de la infraestructura general ocupamos el puesto 117 de 139 países. En carreteras llegamos en el lugar 96. En ferrocarriles estamos en el lugar 101 sobre 116 países. En puertos el desempeño es más que deplorable: ocupamos el lugar 135 sobre 139 países. Es para dejar sin habla a cualquiera. En la infraestructura para el transporte aéreo llegamos en el lugar 113 sobre 139 países. Y lo último es la calidad del servicio eléctrico, ocupamos el lugar 124 sobre 139 países.
En América del Sur, sólo Paraguay está peor que Venezuela cuando analizamos la calidad de la infraestructura. Es difícil culpar al gobierno anterior de todo esto. Ya hace casi trece años del último cambio de gobierno. La acción del actual gobierno sobre la infraestructura del país ha sido sencillamente nefasta. Pensaron, quizás, que no había que hacer más nada, que el mantenimiento y la construcción de la infraestructura era una malvada costumbre capitalista e imperialista. Y nos hicieron retroceder más de cincuenta años. Se la comieron, pues.
Politemas, Tal Cual, 7 de diciembre de 2011
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