El 14 de abril decidiremos el tipo de gobierno para los próximos seis años. Será una decisión que deberá tomar en cuenta la gestión del actual gobierno durante estos 14 años, y los efectos concretos que ha tenido en la vida de los venezolanos. Tales resultados son deplorables, especialmente cuando se analizan las restricciones que se han colocado a los ciudadanos. Desde la afectación de derechos políticos, hasta el deterioro de las condiciones de vida en muchos ámbitos.
La pregunta clave es si podemos identificar los rasgos de ese “nuevo” gobierno desde las dos perspectivas, o sea, desde la opción oficialista representada por Nicolás Maduro, y de la opción de Henrique Capriles, candidato de la Unidad. Maduro no puede ofrecer nada diferente a lo que conocemos. Su selección como líder sustituto tomó en cuenta fundamentalmente sus condiciones para preservar los objetivos del sector gobernante. Nada de creatividad, ni de iniciativas. En la práctica, sin embargo, existen al menos tres limitaciones que agravarán el patrón de gestión que hemos tenido hasta ahora.
En primer lugar, Maduro recibe una herencia que no conoce. Las dimensiones de la estructura internacional y nacional que se labró en los últimos veinte años, son inmanejables para Maduro. No las puede detallar. De tal manera, que es muy difícil que pueda tener ideas para gobernar con lo que sabe. Necesita tiempo para entender. Y que los asesores tengan conciencia de eso.
Un segundo factor limitante, es que Maduro no tiene vocación probada en la gestión. Es verdad que fue Canciller, pero eso no significa que haya estado expuesto a las rutinas del gobierno. Su foco estaba fuera del país, y ahora tiene que ver hacia dentro. No tiene las herramientas para apreciar los detalles, tampoco tiene experiencia previa en la gestión en otros niveles de gobierno. Y finalmente, Maduro, por las razones anteriores, no tiene los instrumentos para apreciar la profundidad de las crisis que padecemos. Los acontecimientos pueden acelararse, de hecho se están acelarando, y él no tiene mayor conciencia de ello. Todo lo anterior significa que en un gobierno presidido por Maduro las amenazas a la gobernabilidad estarán a la orden del día.
La opción ante esa perspectiva existe. Es la representada por Henrique Capriles. Las ventajas que tiene están fundamentadas, al menos, en dos grandes fortalezas. Capriles ha ofrecido un gobierno para todos los venezolanos. Eso significa que está consciente de los requisitos de diálogo que se imponen. Debe ser un gobierno de Unidad Nacional. Que sea capaz de congregar voluntades. La segunda fortaleza es que un gobierno de amplitud tiene por definición más opciones, es más flexible para enfrentar las distintas crisis que padecemos. El 14 de abril tenemos la gran oportunidad de tener un gobierno para todos. Ya sabemos quién lo puede dirigir.
La pregunta clave es si podemos identificar los rasgos de ese “nuevo” gobierno desde las dos perspectivas, o sea, desde la opción oficialista representada por Nicolás Maduro, y de la opción de Henrique Capriles, candidato de la Unidad. Maduro no puede ofrecer nada diferente a lo que conocemos. Su selección como líder sustituto tomó en cuenta fundamentalmente sus condiciones para preservar los objetivos del sector gobernante. Nada de creatividad, ni de iniciativas. En la práctica, sin embargo, existen al menos tres limitaciones que agravarán el patrón de gestión que hemos tenido hasta ahora.
En primer lugar, Maduro recibe una herencia que no conoce. Las dimensiones de la estructura internacional y nacional que se labró en los últimos veinte años, son inmanejables para Maduro. No las puede detallar. De tal manera, que es muy difícil que pueda tener ideas para gobernar con lo que sabe. Necesita tiempo para entender. Y que los asesores tengan conciencia de eso.
Un segundo factor limitante, es que Maduro no tiene vocación probada en la gestión. Es verdad que fue Canciller, pero eso no significa que haya estado expuesto a las rutinas del gobierno. Su foco estaba fuera del país, y ahora tiene que ver hacia dentro. No tiene las herramientas para apreciar los detalles, tampoco tiene experiencia previa en la gestión en otros niveles de gobierno. Y finalmente, Maduro, por las razones anteriores, no tiene los instrumentos para apreciar la profundidad de las crisis que padecemos. Los acontecimientos pueden acelararse, de hecho se están acelarando, y él no tiene mayor conciencia de ello. Todo lo anterior significa que en un gobierno presidido por Maduro las amenazas a la gobernabilidad estarán a la orden del día.
La opción ante esa perspectiva existe. Es la representada por Henrique Capriles. Las ventajas que tiene están fundamentadas, al menos, en dos grandes fortalezas. Capriles ha ofrecido un gobierno para todos los venezolanos. Eso significa que está consciente de los requisitos de diálogo que se imponen. Debe ser un gobierno de Unidad Nacional. Que sea capaz de congregar voluntades. La segunda fortaleza es que un gobierno de amplitud tiene por definición más opciones, es más flexible para enfrentar las distintas crisis que padecemos. El 14 de abril tenemos la gran oportunidad de tener un gobierno para todos. Ya sabemos quién lo puede dirigir.
Politemas, Tal Cual, 27 de marzo de 2013
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